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Internacional

Estrategia imperialista

Alfredo García

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El presidente venezolano, Nicolás Maduro, anunció el pasado viernes que hay “buenas noticias” sobre el proceso exploratorio que iniciaron esta semana en Noruega su Gobierno y la oposición para establecer una mesa de negociaciones que construya un “acuerdo de paz” entre las partes, en medio de sanciones económicas y amenazas sin precedentes de intervención militar de EU contra Venezuela. Sin embargo, el presidente venezolano también advirtió que “no es un inocentón” y por ello se está “preparando para defender la patria, donde sea, cuando sea y como sea”.

La reciente memoria política del continente obliga a ponerse en guardia contra la amenaza de un fraude político, basado en la doctrina del Conflicto de Baja Intensidad, CBI, estrategia contrarrevolucionaria de EU concebida después de la derrota militar en Vietnam y aplicada desde entonces contra movimientos revolucionarios y gobiernos incómodos donde sus intereses son o pueden ser afectados.

La CBI consta de 3 fases: la primera estabiliza la situación militar y política satanizando al enemigo. La segunda emplea la presión sostenida y de forma gradual intensifica en lo militar, psicológico y político para empujar a negociaciones; y la tercera utiliza una ofensiva integral para obligar a un acuerdo final, donde no se menciona vencedores ni vencidos pero todos saben quién es el ganador.

A principios de la década de los 80 del pasado siglo, el desarrollo militar del FMLN amenazaba con tomar la capital salvadoreña, en Guatemala la URNG impulsaba una ofensiva guerrillera en todo el país, Nicaragua combatía la contrarrevolucionaria insurgencia de los “contras” promovida por EU para derrocar al gobierno sandinista utilizando el territorio de Honduras, mientras el presidente Ronald Reagan acusaba a Cuba de prestar ayuda al movimiento revolucionario centroamericano y amenazaba con intervenir militarmente en la región.

Esperanzadas declaraciones de dirigentes de la URNG, el FMLN y el gobierno sandinista aparecieron en los inicios de las conversaciones de paz en 1983, como alternativa diplomática a una amenaza “creíble” de intervención militar de EU en medio del recrudecimiento de la guerra revolucionaria, que culminó con la firma de los Acuerdos de Esquipulas en agosto de 1987 poniendo fin al conflicto armado y el inicio de la “apertura democrática” en los tres países centroamericanos.

De igual manera en septiembre de 2012, el gobierno colombiano y la organización insurgente FARC-EP, anunciaron el inicio de un diálogo que terminó 4 años después con un Acuerdo de Paz. Sin embargo las conversaciones fueron precedidas por una sangrienta escalada militar contra la organización guerrillera y un acuerdo entre EU y Colombia para desplegar tropas norteamericanas en bases militares colombianas.

Tanto los Acuerdos de paz de Centroamérica como los de Colombia, siguieron las fases de estrategia CBI coordinada entre los mandatarios norteamericanos y sus aliados locales. En Venezuela, Cuba, y otros países adversarios y aliados de EU, actualmente la aplicación de la CBI tiende a identificarse con la experiencia extorsionista de Trump como empresario de bienes raíces. “El presidente primero lanza una fanfarronada, luego intimida y provoca una crisis para forzar a la otra parte a ceder y llegar a un acuerdo que será por mínimas que sean las concesiones, “el mejor del mundo”, explica el coronel (R), Mark Cancian, principal asesor del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos, CISIS, con sede en Washington. Sin embargo se resta importancia a que el aporte de Trump a la estrategia global de la CBI es el personal estilo brusco e inesperado, acompañado del histriónico enojo que enardece a su extremista base electoral.

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