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Internacional

La verdad, ¿un 'espejismo mediático”?

La historia de las batallas por el dominio de Medio Oriente no cabe en una biblioteca. Una nueva era surgió a partir del protagonismo de Estados Unidos al emerger de la Segunda Guerra Mundial como garante de antiguos emporios coloniales. Desde entonces, sin el menor titubeo ni escrúpulo, tras objetivos de carácter estratégico, no ha escatimado en alimentar el mercenarismo terrorista y la imposición de gobiernos afines para dominar, junto a Israel y otros aliados, la levantisca región.

Contingentes de carácter integral, apoyados por decenas de bases aéreas y navales, recorren los mares de los océanos de manera itinerante, sin que falten las provocadoras maniobras conjuntas con países del área: un reto permanente para Rusia, China, Irán y Corea del Norte, entre otras naciones en vigilia.

El Pentágono tiene presencia militar en una docena de países en Medio Oriente, con más de 50 soldados y oficiales. En Jordania, donde se mantienen tropas estadounidenses, fueron entrenados en 2012 terroristas del grupo autodenominado Estado Islámico con el fin de desestabilizar al Gobierno sirio, según informes de la CIA.

En mayo de ese año, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, en una entrevista con la cadena estadounidense Fox News, admitió que Washington había creado, financiado y equipado militarmente a los miembros de Al-Qaeda, En tono irónico dijo: “Cuando la Unión Soviética invadió Afganistán, tuvimos la brillante idea de ir a Pakistán y crear una fuerza de muyahidines”, los equipamos, les dimos misiles y todo lo necesario “para enfrentar a los soviéticos en Afganistán. Tuvimos éxito”. Finalmente, éstos se retiraron y “dejamos a estos milicianos fanáticos entrenados y bien armados en Afganistán y Pakistán”.

Una de las grandes paradojas que promueven las políticas sin principios se dio cuando Estados Unidos, mecenas de ese ejército fundamentalista, invadió precisamente a Afganistán en el año 2001 con el pretexto de luchar contra el “terrorismo internacional”.

Pero la historia se repitió en Siria. Desde el inicio del conflicto en 2011, Estados Unidos y varios países occidentales han apoyado a bandas extremistas y rebeldes. En el país árabe han financiado, armado y garantizado los soportes logísticos a grupos terroristas que operan en su territorio como el Frente Al-Nusra (ahora llamado Frente Fath Al-Sham) o al propio Estado Islámico en los fallidos intentos por derrocar al Gobierno de Damasco.

En abril del año pasado, Estados Unidos, Reino Unido y Francia atacaron distintos sitios en Siria bajo la falsa acusación de que su ejército estaba relacionado, según afirmaban, con un presunto ataque que habría tenido lugar en la región de Guta Oriental, con el fin de brindar más apoyo a los grupos extremistas.

¿Qué papel han jugado los llamados entidades de la ONU ante estas “jugarretas”? En momentos en que la nación vivía situaciones extremas, el representante especial norteamericano para Siria, James Jeffrey, anunció con cinismo impar que Washington suministraría millones de dólares adicionales a los “cascos blancos”, harto conocidos por la puesta en escena de los “falsos positivos”.

El poder mediático cumplió también su rol. Ahora una colonia israelí del Alto del Golán se llamará Trump. En realidad, cuando se descubrió que la información no sólo significaba poder, sino también un gigantesco negocio, “la verdad dejó de ser importante” para los oportunistas, “girovagantes” y corruptos en el mundo.

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