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Internacional

El horno no está para galleticas

Pedro Díaz Arcia

El presidente de Irak, Barham Salih, señaló recientemente que no permitirá que Estados Unidos ataque a Irán desde las bases militares que posee en su territorio, y criticó las políticas belicistas de Donald Trump contra la nación persa. Esa opción “no forma parte” del acuerdo entre nuestros gobiernos, afirmó. El gobernante del país mesopotámico recordó que también sufrieron sanciones de Washington con efectos devastadores que aún persisten.

Bagdad hace tiempo endureció su postura respecto a la presencia militar estadounidense en su territorio tras las declaraciones del magnate de que mantendría “tropas en Irak para espiar a Irán”; cuando autoridades oficiales, líderes religiosos y de partidos políticos consideran la intromisión como un “desafío”.

El criterio de que el uso de sus tierras “para vengarse de los países vecinos” es apuntar contra el interés y la seguridad de la nación iraquí es un ariete contra esa presencia militar extranjera después de 2011. Es importante que las distintas coaliciones decidieran actuar de conjunto en el Parlamento para exigir su retiro.

En mayo, el Gobierno persa desarrolló conversaciones con sus países vecinos para construir relaciones equilibradas en la región y evitar el intento de provocar una guerra económica o militar, lo que es apoyado por Rusia; pero es de esperar que Washington no acepte una situación que incremente el influjo de Irán en Irak.

Trump recordó el martes que tiene “la fuerza militar más poderosa del mundo”; además se sabe que mantiene nueve bases militares en la nación árabe. Pero si bien cuenta con Israel y Arabia Saudita en el área, no es así con países de la Unión Europea. Incluso España, Alemania y Holanda decidieron medidas para suspender las maniobras militares con el Pentágono en la región a partir del incremento de las tensiones entre Teherán y Washington, y del criterio de que no es factible comparar la situación de Irán con la de Saddam Hussein en el Irak de años atrás.

En el contexto de este delicado escenario, en el que podrían sobrar piezas más que faltar alguna, una invasión a gran escala contra el territorio iraní no está en la apuesta de los expertos; y una “operación quirúrgica” de carácter nuclear, o de ataque masivos que se supondrían más llevaderas, sería como encender un pasto seco en Medio Oriente; y creo que para nada le conviene a Trump ir a la guerra en el umbral de las elecciones.

Precisamente, empresas multinacionales extranjeras, situadas en el Sur de Irak, entre ellas la Exxon-Mobil, han sido objeto de ataques con misiles este mes, sin que alguna organización haya asumido la autoría. Mientras en ambos lados del cuadrilátero se enfrentan fuerzas internas que defienden distintas opciones sustentando un equilibrio inestable que, de romperse, hundiría definitivamente la posibilidad de una acción diplomática de carácter internacional.

No existen dudas de que el arribo de Donald Trump a la Casa Blanca marcó un punto de inflexión en aspectos claves: desde el respeto a los acuerdos internacionales, hasta lo relacionado con el calentamiento global. Hay un antes y un después.

Nadie sabe realmente qué pretende ni cuál es su concepción estratégica, si es que la tiene. Nadie sabe ¿cuándo, dónde o cómo será la próxima ruptura con un país o bloque de naciones, ni lo que pueda acarrear? Pero sí se sabe, como decimos en Cuba, que “el horno no está para galleticas”.

Sería bueno que los sacerdotes vuelvan a sus rezos y los analistas a sus cálculos. ¡Todos a esperar! Se ha dicho que “somos pueblos de esperadores”, pero algunos hemos dado la sorpresa.

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