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Internacional

Reacción en cadena

Pelayo Terry Cuervo

No se habla ahora mismo en Cuba de otra cosa que no sea el aumento de salario, y no es para menos. Fueron tantos los años de espera y la incertidumbre que rodeó otras noticias relacionadas con la economía de la gente, que muchos habían llegado el punto de perder las esperanzas de ver algún día sus bolsillos más abultados que como de costumbre.

Sin embargo, el anuncio hecho por las máximas autoridades cubanas de que más de un millón 470 mil 700 trabajadores del sector presupuestado se beneficiarán, en agosto, con un incremento significativo de sus ingresos, ha provocado un aluvión de opiniones favorables, aunque algunas encontradas, pero casi todas, o al menos las que este redactor ha recogido en su transitar por avenidas y comunidades de la ciudad, son parabienes hacia una medida con amplia resonancia en aquellos que, en los primeros días del mes siguiente, recibirán un pago más ajustado a sus necesidades y de acuerdo con su aporte a la sociedad.

En las calles, centros de trabajo, ómnibus, taxis, comercios, en las casas y barrios, y en las ya imprescindibles redes sociales, el tema del momento se mantiene a flote durante todo el día y ya muchos hacen cuentas a partir de cuánto les tocará de este incremento salarial, que viene a ser un respiro ante las complejas y difíciles circunstancias por las que atraviesa el país, con un recrudecimiento del cerco estadounidense y aun con el lastre de múltiples ineficiencias en su desenvolvimiento interno.

Lo que ya se aproxima para una nada despreciable masa de empleados del sector estatal, a lo que habría que sumar el aumento del monto que recibirán los pensionados, es quizá la primera de otras muchas decisiones a tomar más temprano que tarde, en el camino que desde hace algunos años trazaron los dos últimos congresos del Partido Comunista.

Varios retos enfrentará la sociedad cubana a partir de la entrada en vigor de esta añorada medida. Entre ellos está, por un lado, la necesidad de aumentar la eficiencia en un sector que no produce bienes materiales, pero si bienes sociales, espirituales y simbólicos extraordinarios, intrínsecamente relacionados con la sociedad que se pretende construir, y por otro, lograr que la inflación no sea un mal que se instaure y eche por tierra estos esfuerzos para mejorar el nivel adquisitivo de un grupo importante de personas.

Una de las cosas más aplaudidas ha sido la decisión de no subir los precios de los productos y servicios del sector estatal, al tiempo que al sector privado se le ha hecho un llamado a que mantenga igual postura, partiendo del hecho de que no crecerá el costo de las materias primas ni nada asociado a sus actividades.

La intensidad de los debates ha sido tanta, con calculadoras en mano incluidas, que se aprecia un despertar en el ánimo de la gente, a lo que se une un optimismo cauteloso, a la espera de ver cuánto realmente cobrará cada quien.

Por supuesto, están también lo que desde las posiciones contrarias, ven la medida como una curita mínima en un cuerpo herido, pero casi todos esas miradas pesimistas no provienen del millón de beneficiados, por el contrario, se trata de aquellos que nunca se preocuparon por los demás, ni se solidarizaron con el grupo que, con restricciones y carencias, “aguantó” hasta este momento CERO, ese que acontecerá a inicios de agosto, cuando en los hasta hoy menguados bolsillos de una parte de la población cubana, suenen los dineros de la felicidad.

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