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Internacional

Pangolín, el único mamífero con escamas en peligro por un mito

Perseguido por supuestos —y falsos— efectos analgésicos según la medicina tradicional china, este pequeño animalito enfrenta las consecuencias de la ignorancia y la mala información

Al verlo, todo fan de Pokémon deducirá de inmediato que el pangolín es la inspiración de Sandslash. Para el resto de nosotros, lo más probable es que se nos asemeje a un armadillo, pero a diferencia de este último, que tiene una coraza de placas óseas sobrepuestas, el pangolín es el único mamífero con escamas del planeta.

Escamas que, al cubrir casi por entero el cuerpo de este mirmecófago (el pangolín se alimenta de hormigas y termitas), tendrían que servir para protegerlo, pero que, en la peor de las ironías, lo que han hecho es volverlo en extremo vulnerable a su caza por parte de nuestra depredadora especie, quien usa estas placas de queratina -la misma proteína de la que están formadas nuestras uñas- como remedio de diferentes enfermedades… o al menos esa es la idea en la medicina tradicional china, que seca, tuesta, cocina o rocía las escamas con mantequilla, vinagre, orina o lo que esté a mano (o casi) para, supuestamente y entre otros malestares, exorcizar mujeres, aplacar niños llorones, curar enfebrecidos por malaria y hacer oír a los sordos. La lista estaría incompleta si no añadiésemos unas milagrosas propiedades afrodisiacas.

En la medicina tradiconal china se usan las escamas de pangolín para diferentes "remedios" y por poseer diferentes propiedades. En la imagen, un médico examina al especimen después de tratarlo con acupuntura por una parálisis | Foto: How Hwee Young

A precio de huevos de oro

Que comernos las uñas tenga el mismo efecto que ingerir escamas pangolíneas no es algo que haga pensar en sustituir unas por otras a los médicos tradicionales chinos ni, mucho menos, en algo escame a sus clientes por la posibilidad de recibir gato por liebre (o uña humana por escama pangolínea). Y por si no bastara esta estúpida creencia para que un pangolín con escamas esté tan indefenso ante nosotros como uno sin escamas ante quien no desea más que hincar el diente en su carne, en países como Vietnam y China no es otra especie sino la nuestra la que babea por un filete de pangolín por considerar a este animal como un manjar propio de reyes, si no por su sabor, al menos por el precio.

Precio tan encarecido por el hecho de que, para comer pangolín en hamburguesa, en caldo o de la forma que sea, hay que pagar a un traficante ilegal, pues las ocho especies de pangolín que —a pesar de y no gracias a nosotros— siguen deambulando por el mundo (cuatro en Asia, cuatro en África) tienen el mayor grado de protección por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES, por sus siglas en inglés). En términos nada legaloides y más que claros: está prohibido el comercio de escamas, de carne y de cualquier otra parte del cuerpo de los pangolines.

En la última década los pangolines han visto agravada su situación por un rumor que internet se ha encargado de esparcir, escamoteando su origen. Medios como The Times of India (en un reportaje publicado el 2 de septiembre de 2016) u otros de menor renombre, como el Bukit Lawang Jungle Book (“Creado para propósitos educativos entre zoólogos”, misión que, al menos en este caso, no ha cumplido a cabalidad) han difundido como verdad que el pangolín puede ser una especie de gallina de los huevos de oro en esteroides, porque en vez de poner ovoides de este metal estaría cubierta por completo de escamas con tramadol HCl, compuesto químico empleado en la manufactura de metanfetaminas. Considerando que un kilo de speed cuesta en promedio más de doscientos mil pesos, en tanto que un huevo de oro de 75 gramos vale poco más de sesenta mil pesos, de ser cierto, el pangolín de las escamas de tramadol desbancaría por completo al ave del cuento.

Antidoping al pangolín Nadie sabe dónde ni cómo surgió la desafortunada —en especial para el pangolín— leyenda urbana que asegura que un —inexistente— estudio de la Universidad de Riau en Indonesia detectó la presencia de tramadol HCl, que es un opioide sintético —es decir, que por definición NO es producido en la naturaleza por ningún ser viviente— desarrollado en los años sesenta y usado como analgésico, con un décimo de la potencia de la morfina. ¿Para qué le serviría a un animal acorazado como un tanque un compuesto así? ¿Para aliviar sus dolores, de tenerlos, lamiendo la espalda de otros pangolines? Toda vez que se ha supuesto la presencia de tramadol en alguna especie, estudios posteriores han demostrado la falsedad de esta hipótesis. Uno de los más recientes tuvo como sospechoso al árbol africano de la especie Sarcocephalus latifolius, que crece al norte de Camerún. El mito de la presencia de tramadol en las raíces de esta planta fue desenraizado cuando los investigadores demostraron que ello se debía al extenso uso del analgésico por humanos y por el ganado de esta región, por lo que el compuesto estaba presente en el suelo y, por supuesto, en Sarcocephalus latifolius y en otras especies de plantas enraizadas ahí.

Para exterminar por completo el mito antes de que exterminemos a la hipotética aspirina ambulante que sería el pangolín, la zoóloga Rachel L. Jacobs  y sus colaboradores analizaron la composición química  de escamas provenientes de 104 individuos de las ocho especies de pangolines que (sobre)viven en la actualidad. Para ello emplearon la técnica de espectrometría  de masas, que en este caso permite detectar si hay una molécula de tramadol “escondida” entre diez millones de moléculas de algún otro compuesto presente en una escama de pangolín.

El análisis “antidopaje” del equipo de Jacobs libró por completo y para siempre al pangolín de la sospecha de que éste sea una fábrica natural de opiáceos.  Que todo esto sólo se tratase de un sueño de opio es una noticia que, como indican los autores del estudio, debe ser transmitida de la manera más eficiente posible a todos los implicados en el tráfico de esta especie si queremos que las poblaciones de pangolines tengan una mayor oportunidad de recuperarse. (El Universal)

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