Pedro Díaz Arcia
Las murallas tienen un doble objetivo: evitar que alguien entre a un predio, ya sea una vivienda o el territorio de un país, o impedir que salga de su dominio. El muro de Estados Unidos en la frontera con México, por ejemplo, busca lo primero; el Muro de Berlín pretendía evitar lo segundo. Ambos, símbolos de políticas erradas.
¿Con qué muro se compara el arreciado bloqueo contra Cuba?
El arribo de Donald Trump al Despacho Oval, significó un cambio drástico en la política hacia Cuba iniciada por Barack Obama y consistente en un proceso de acercamiento hacia la isla, que incluyó la reinstalación de embajadas en las respectivas capitales de los países.
Aunque el líder demócrata persiguiera el fin de promover una corrosión desde dentro del sistema político cubano, es innegable que se respiraron nuevos aires de vecindad para nuestros pueblos, que nada tienen que ver con la prepotencia imperial; en medio de crecientes intercambios en determinadas e importantes esferas.
Pero las nuevas pautas trazadas por el magnate condujeron a que en octubre de 2017 el Congreso estadounidense aprobara la Ley de Comercio con el Enemigo que permite al presidente restringir el comercio con países antagónicos, así como aplicar sanciones económicas, que suelen aplicarse en tiempos de guerra.
No hay otro país en la discriminatoria lista estadounidense; aunque en ella estuvieron en su momento: China, Corea del Norte y Vietnam. ¿Por qué Corea del Norte no sufre esas sanciones?
En la Guerra de Corea (1950-1953), el ejército de Seúl contó con tropas que, encabezadas por Estados Unidos (320,000), sumaron a militares de Reino Unido, Turquía, Australia, Canadá, Francia y de otros diez países. En el conflicto participó China en defensa de Pyongyang, con una cantidad no precisada de caídos. Estados Unidos reconoció la pérdida de unos 54,000 militares.
En la Guerra de Vietnam, (1964-1975), una alianza formada por Australia, España, Tailandia, Corea del Sur y Filipinas, sirvió de fachada al Pentágono para desplegar sus Fuerzas Armadas. En el contencioso que concluyó con la toma de Saigón, Estados Unidos perdió a unos 33,000 militares entre muertos y desaparecidos. Vietnam contó con la significativa ayuda de Moscú, Pekín, y el inmenso apoyo diplomático y político de La Habana.
En ambas guerras, aproximadamente unos 100,000 militares norteamericanos murieron o desaparecieron. El sintético relato de estos enfrentamientos a miles de kilómetros de las costas de América es para derivar la elemental pregunta: ¿cuántos militares estadounidenses han muerto en una guerra contra la Cuba revolucionaria?
Que recuerde, el 27 de octubre de 1962, durante la llamada Crisis de los Misiles, el mayor Rudolph Anderson, durante una nueva misión en su avión espía U-2, fue derribado por una batería antiaérea soviética. Sería el único militar norteamericano muerto durante el conflicto, El cadáver fue devuelto el 4 de noviembre al embajador de Suiza, Emil A. Stadelhofer, representante oficial de Estados Unidos ante el Gobierno cubano, y con la presencia del director de Protocolo del MINREX.
¿Qué puede explicar ese odio visceral contra nuestra nación?
Podría decir que uno de los motivos fuera la humillación de no haber podido derrotar al Gobierno Revolucionario, que levantó un bastión socialista a sólo 90 millas de Florida. Cómo se explicaría entonces la relación con Vietnam y Corea del Norte; así como el diálogo y comercio con China al margen de sus diferencias. Sólo por la existencia de un lobby cubanonorteamericano que, viviendo de migajas, tiene de rehén la política hacia Cuba.
El mundo vive peligrosas crisis, desde la Patagonia hasta el Golfo Pérsico. No sé cuándo ni cómo, ni dónde podría estallar una conflagración incontenible. Solo sé que “La libertad cuesta muy cara, y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio”, como dijo José Martí.
Pagamos ya ese precio. La libertad es nuestra…y no está en venta.