Internacional

Dondequiera se cuecen habas

Mientras demócratas y republicanos se preparan para las batallas políticas que se avecinan en vísperas de un posible impeachment contra el presidente Donald Trump que, a estas alturas, no es posible precisar a quién puede beneficiar o perjudicar; otras graves contingencias preocupan al mundo.

Existen focos de tensión que podrían desatar un choque atómico, incluso de “carácter limitado”, como podría ser en el escenario de Medio Oriente o en las lejanas fronteras indo-pakistaníes; pero lo más preocupante es un enfrentamiento de esa naturaleza entre Estados Unidos y Rusia.

En este sentido, un equipo de investigadores de la Universidad estadounidense de Princeton presentaron los resultados de lo que llamaron “Plan A”, es decir, una simulación demostrativa de la devastación que conllevaría un conflicto atómico entre ambas superpotencias. En pocas horas morirían 34 millones de personas y más de 57 millones resultarían heridas, sin contar los efectos inmediatos de la radiactividad.

¿Qué seguiría después? No hay que adivinarlo. Lo sabemos.

Los peligros de una deflagración nuclear se incrementaron en los últimos dos años por el abandono de pactos de control de armas nucleares. La salida de Washington del Tratado sobre Misiles de Alcance Medio y Corto (INF, por sus siglas en inglés), que desde su firma en 1987 posibilitó un proceso de distensión en medio de la Guerra Fría. Meses después de que Estados Unidos se retirara del tratado, Rusia también lo abandonó.

El presidente ruso, Vladimir Putin, instó hace unos días, en una carta a líderes europeos y a otros (entre ellos se encuentra el presidente chino Xi Jingping) a que se abstuvieran de desplegar misiles prohibidos por el antiguo pacto INF en sus territorios; y afirmó que Moscú no lo haría en el Viejo Continente ni en otras naciones, mientras Estados Unidos se abstenga de hacerlo.

El llamamiento pidió a que miembros de la OTAN se unan a los esfuerzos por una moratoria para estos misiles; pero es difícil una concertación de esta naturaleza entre Rusia y la Unión Europea, base de la organización militar que, por demás sataniza a Putin.

Serguéi Lavrov, el canciller ruso, en su discurso ante la ONU, acusó a Occidente de considerarse fuente imprescindible de legitimidad por su interpretación “limitada del liberalismo”. En un mundo policéntrico, dijo, no es posible una solución sostenible a los problemas globales, sin basarse en la Carta de la ONU; aunque cuente con tutelados del “espacio postsoviético”.

Pero dondequiera cuecen habas. La tensión entre India y Pakistán cobra nuevos relieves. El gobierno de Nueva Delhi decretó en agosto un toque de queda y desplegó un contingente militar en Cachemira, bajo su control, y cuya soberanía se disputan ambas naciones. El objetivo es la integración total del enclave a India.

El primer ministro pakistaní, Imran Khan, auguró el viernes en la Asamblea General un “baño de sangre” en defensa de la región Himalaya, al advertir sobre el posible uso de armas nucleares al levantarse el toque de queda. Y aunque comparó la situación con la Crisis de los Misiles en Cuba, en 1962, pues se “encaran” países con armas atómicas, la referencia parece exagerada.

Por su parte su par indio, Narendra Modi, en sus palabras en la Asamblea no insistió en el tema. Pero no está escrito qué pasará cuando se levante el toque de queda. Hay que esperar.

En definitiva, la paz se ha convertido, acá o allá, en una entelequia.