Zheger Hay Harb
Los presidentes, como todas las figuras públicas, están expuestos al escrutinio popular con excepción de su vida privada. Las burlas de sus opositores tienen garantía legal, pero cuando los chistes invaden el núcleo esencial de las actividades indispensables para gobernar, y las actuaciones del dirigente sólo merecen burlas, la gobernabilidad es casi imposible. Eso es lo que, en mi modesta opinión, está pasando en Colombia.
No es que con Iván Duque se hayan inaugurado los chistes para criticar al presidente: a Julio César Turbay todos los días le sacaban uno nuevo por su supuesta ignorancia, pero nadie nunca dudó de que tenía las riendas del poder. (Bastante dictatorial por cierto, con un Estatuto de Seguridad represivo y torturas a presos políticos).
En el caso de César Gaviria, los chistes eran pan de cada día por sus características personales por lo cual no salían del ámbito del boca a boca, pero había la convicción de que gobernaba aunque de manera nefasta para la industria nacional. Pero no había dudas de que el presidente gobernaba.
Incluso con el inepto Pastrana no se notó el vacío presidencial que hoy se siente. En su caso el intento de negociación con las FARC le dio margen de maniobra porque el deseo de lograr la paz de una parte importante de la población llevaba a minimizar los garrafales errores que se colaban por las grietas de ese anhelo.
Pero con Duque el asunto es grave: desde cuando fue nombrado candidato sin ninguna experiencia más que como senador con los votos del ex presidente Uribe, Claudia López, hoy alcaldesa de Bogotá, dijo que decir que Uribe no iba a mandar era un chiste. Era percibido como un muchacho alegre que se dedicaba a cantar y tocar guitarra, tuvieron la genial idea de pintarle canas a ver si inspiraba un poco de seriedad y eso arreció la descalificación burlona.
Claro que haber tenido como contendiente a Gustavo Petro, un formidable líder de masas, con experiencia administrativa, le puso el asunto muy difícil. Finalmente ganó con el establecimiento apoyándolo por temor a Petro a quien presentaron como el guerrillero que nos convertiría en otra Venezuela, con una campaña de calumnias semejante a la que les dio el triunfo en el plebiscito por la paz.
A partir de ahí no levanta cabeza Duque y las burlas no son sólo nacionales: una pieza publicitaria de su campaña resultó ser copia exacta de la de Albert Rivera de Podemos, en España; en la BBC lo llamaron sub presidente, Trump lo trata como a un muchachito a quien no toma en serio y le da palmaditas en la cabeza; en su primera visita de Estado a España se exhibió en el estadio haciendo cabezaditas con el balón y diciéndole al Rey que “el presidente (¿) Uribe le manda saludes, su gran amigo que lo quiere mucho”. En la Asamblea de la ONU, en su obsesión anti Maduro presentó unas fotos de guerrilleros en campamentos venezolanos que fueron de inmediato denunciadas como falsas por el periódico derechista El Colombiano que dijo que eran de junio de 2015 en una escuela en el Cauca al Sur del país.
En otra ocasión en ese mismo espacio, para contradecir las imágenes también falsas que Maduro presentó como pruebas de campamentos de paramilitares colombianos en Venezuela, ofreció unas coordenadas para demostrar los preparativos de invasión del ejército venezolano tan falsas como las de su vecino. Según eso las maniobras se desarrollaban en el Polo Norte y cercanías.
En su visita a la UNESCO presentó su propuesta cultural con siete estrategias. “¿Por qué siete? siete es un número importante para la cultura. Tenemos las siete notas musicales, las siete artes, los siete enanitos. Mejor dicho, hay muchas cosas que empiezan por siete”. ¿Puede tomarse en serio alguien así?
El chiste de la semana es que en la carta que publicó dirigida al Papa, puso su firma sobre el nombre de éste, así que quedó como Su Santidad enviándole carta a Duque. ¿Así revisa todo lo que firma? O es falta de conocimiento del alfabeto como cuando esta semana dijo en una reunión con los nuevos alcaldes que esa Colombia con P mayúscula es la que necesitamos.
Uribe, su mentor, está de capa caída con el proceso que le adelanta la Corte en el que obran como testigos ex jefes paramilitares que lo acusan de haber formado parte de sus filas; se acaban de descubrir fosas de víctimas de falsos positivos ocurridos durante la presidencia de su “presidente eterno” y ahora se ve más errático pero, contra lo que podía esperarse ya sin la espuela de su titiritero, ahora ocupado en sus propios problemas, Duque se muestra inflexible y no agarra el timón de los destinos nacionales. Los medios de comunicación han escogido como personaje del año a la cacerola de las protestas que llevan más de un mes, pero él no se percata de la gravedad de la situación.
Así que el cerdito con que ya se identifica a Duque por la figura con que lo presentó un popular caricaturista, se está quedando sin el apoyo de los empresarios que lo rajaron en la calificación anual; sin soporte popular que no cede en las protestas y sin su titiritero, o sea sin dirección. ¿Aguantaremos así tres años más?