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Internacional

Pedro Díaz Arcia

El militar prusiano Carl von Clausewitz, uno de los artífices más influyentes de la ciencia bélica moderna escribió que “La guerra es la continuación de la política por otros medios”. Aunque es el concepto más citado del autor; sin embargo, consideraba que la guerra es un acto político; más bien una trinidad de elementos que se conjugan.

Algunos analistas destacan el surgimiento en Occidente en los últimos años de una teoría relativa a la seguridad internacional basada en que entre la paz y la guerra hay una zona gris en la que pueden desarrollarse “dinámicas de conflicto político”, con su aderezo de tensiones, para cambiar el status quo en una región dada o en el tablero geopolítico mundial.

La estrategia debe ser multidimensional y sincronizada, pero en una medida que no cruce líneas rojas que impliquen represalias militares por parte de los damnificados. El objetivo es no exceder la práctica convencional de manera que los actos estén en un nivel inferior a un conflicto militar directo y continuado.

La idea de sortear los obstáculos con inteligencia, habilidad y destreza a la hora de ubicar y mover las piezas en esa zona gris para amenazar, sancionar y usar dinámicas bélicas menores, fue violada grotescamente por el presidente Donald Trump al patear el inestable equilibrio existente en Medio Oriente; lo que evitaron con sensatez gobernantes anteriores.

Ante su declaración pública de que ordenó personalmente el asesinato del general iraní Qasem Soleimani, con el argumento de que preparaba atentados contra embajadas estadounidenses en la región occidental de Asia, el secretario de Defensa, Mark Esper, admitió que “no vio” evidencia de que Teherán planeaba ataques a misiones diplomáticas, según Los Angeles Times.

El congresista Adam Schiff, (representante demócrata por California) quien al frente de la Comisión de Inteligencia de la Cámara de Representantes dirigió la investigación de juicio político contra el mandatario, rechazó la afirmación del secretario estadounidense de Estado, Mike Pompeo, de que los datos de inteligencia revelaban que el asesinato de Soleimani era una garantía para la seguridad de los estadounidenses. No fue una conclusión de los servicios de inteligencia, dijo, sino la opinión personal de Pompeo.

Mientras se aproxima el impeachment crece la trifulca entre las respectivas cúpulas demócratas y republicanas. Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, ante los incesantes ataques del mandatario dijo que pase lo que pase en el Senado: será enjuiciado políticamente “de por vida”.

Por su parte, el gobierno de Bashar al-Assad afirmó que la Administración norteamericana recurrió a la ley de la selva para asesinar a Soleimani, en violación de la Constitución de su propio país al no ser autorizado por el Congreso. Buzaina Shaaban, consejera de la Presidencia siria, advirtió que el impacto de ese crimen no se limitará a días o meses, sino que incidirá en los intereses de Estados Unidos en el Occidente de Asia.

¿Podría darse un proceso de diálogo en estos momentos? ¿Qué podría hacer la diplomacia internacional?

Las tensiones restan espacio cuando el ruido de los tambores de guerra habla más alto que la capacidad de persuasión. Es difícil negociar en medio de pasiones desbordadas e intereses que las superan.

Podría suscribir, en esta ocasión, la definición del escritor y dramaturgo francés, Pierre Adrien De Courcelle, la “Diplomacia: es el camino más largo entre dos puntos”.

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