Por Jorge Gómez Barata
Argentina es prolija en engendrar mujeres aptas para la alta política: Eva Perón, Isabel Martínez de Perón y Cristina Fernández de Kirchner.
Todas talentosas, bellas, fieles, populares y sobre todo queridas por el pueblo.
Evita (1919-1952) como se le conoce en Argentina, emergió desde las profundidades del pueblo para alcanzar el estrellato al casarse con Juan Domingo Perón, junto a quien desarrolló su liderazgo hasta ser la “Jefa espiritual de la nación”. En 1952 el cáncer se la llevó con sólo 33 años. María Estela Martínez, también esposa de Perón, accedió a la presidencia a la muerte de su esposo. Derrocada por un golpe de Estado fue encarcelada y marchó al exilio. Apartada de toda actividad política, reside en España.
La más reciente, Cristina Fernández de Kirchner, ex primera dama, dos veces presidenta y ahora vicepresidenta, estuvo recientemente en La Habana donde presentó su libro: Sinceramente.
Según la vicepresidenta, existe “…Una insuficiencia para regular las relaciones económicas y sociales…”, cosa que en cuba se conoce muy bien debido a un polarizado debate porque, o bien se propone un marco regulador que obvia el mercado creyendo que la fórmula correcta es la hegemonía del estado que opera centralizadamente un sobredimensionado sector público, formado por las empresas estatales y un vasto conglomerado presupuestado, y otra opción que asume el predominio del mercado y de sus “manos invisibles” como única posibilidad.
Entre uno y otro extremo, intenta mediar un sector partidario de perfeccionar el socialismo mediante reformas económicas y políticas que den lugar a un esquema de gestión híbrido, con actores económicos estatales, privados y mixtos que, mediante políticas efectivas e inclusivas permitan la participación protagónica de los inversionistas locales y a los cubanos radicados en el exterior, que amparados, asociados, protegidos y beneficiados por el Estado, se constituyan en pequeñas y medianas empresas.
Un modelo así entronizará en una escala considerable prácticas de mercado que para dinamizar la economía deberán acudir a métodos de gestión llamados capitalistas y para funcionar necesitará ambientes democráticos y apertura a la exportación e importación de tecnologías, mercancías y conocimientos, para lo cual el Estado deberá renunciar a algunas prácticas, entre ellas el monopolio del comercio exterior y la hegemonía informativa.
Cristina dio una nota alta cuando mencionó que: “La gran disputa que se está dando hoy es: ¿Quién conduce el proceso capitalista de producción?”. Según ella: “…El capitalismo en el modelo americano lo conduce el mercado. El capitalismo en el modelo chino lo conduce el Estado…” Sobran las palabras. Conducir la producción no es un proceso político sino técnico. El Estado será socialista no por lo mucho que produzca sino por la justicia con que distribuya.
“Que el mercado conduzca todo nos conduce al desastre… es la gran discusión que se viene…”, dijo ella. Que el Estado lo conduzca todo y ejerza una influencia desmesurada sobre la vida social, especialmente sobre la economía, ha conducido ya a enormes desastres, verbigracia el colapso soviético. Eso no lo dijo Cristina, lo digo yo, sinceramente.
Me encantó que el presidente Díaz-Canel estuviera presente, fue el bonito gesto de un caballero y la actuación inteligente de un estadista de los nuevos tiempos. Allá nos vemos.