Internacional

La antípoda a sólo 90 millas

No hay fronteras ni muros de contención para la ideología; pero tampoco para los virus. La una y los otros suelen viajar sin ser invitados y, según su naturaleza, sufrirán aislamientos. En una situación sanitaria crítica, sin vislumbrar medidas que no pasan de un carácter paliativo, no cesan los apetitos geopolíticos de las grandes potencias, en momentos en que los mercados bursátiles sufren una caída estrepitosa.

Ante una pandemia con una capacidad de expansión que aún no encuentra sus límites, los conflictos bélicos no cesan, sino que se agudizan; la carrera armamentista sigue su curva ascendente; las guerras mediáticas de desinformación aumentan; mientras algunos mandatarios siguen atrapados en el estrecho círculo de intereses materiales ajenos a las exigencias de la humanidad.

En este escenario Cuba, rodeada no sólo de mares sino de amenazas y agresiones, víctima de un criminal bloqueo que intenta asfixiar su soberanía y los derechos del pueblo a decidir sobre su sistema político, mantiene su solidaridad hacia otros pueblos, con independencia de la naturaleza de sus regímenes o del carácter de su gobernanza para contribuir a enfrentar el COVID-19. A partir de las experiencias adquiridas con grandes sacrificios y riesgos ante terribles enfermedades en diferentes latitudes. Mientras Donald Trump negociaba la compra egoísta para su país de una vacuna por 1,000 millones de dólares a una empresa germana inmersa en su elaboración; pero el Gobierno germano respondió que “Alemania no se vende”.

En la pequeña isla caribeña al margen de los niveles de ingresos, del estatus social de cada familia, creencias religiosas o políticas, todos tenemos el mismo derecho a la asistencia médica gratuita e integral: desde la atención de los “Médicos de la Familia” en nuestros lugares de residencia y que pueden remitirnos a escalas superiores hospitalarias. Nada cuesta una consulta ni la visita de un doctor o enfermera al hogar, es una práctica establecida. Nada cuesta un ingreso o una operación simple o de alta complejidad. En tanto los avances científicos se ponen en función del pueblo.

A pesar de nuestras difíciles condiciones económicas, cualquier viajero que arribe a Cuba, por vía marítima o aérea, estará sujeto a chequeo por parte de las autoridades sanitarias. Si presentara síntomas del COVID-19 se trasladará a una entidad especializada para su tratamiento; de lo contrario, se le seguirá un control a lo largo de dos semanas.

La antípoda se encuentra a sólo 90 millas de nuestras costas. En Estados Unidos, la primera economía mundial, el 25% de la población no puede visitar al médico porque no tiene capacidad para pagar el astronómico costo de la atención sanitaria.

En 2018, un total de 27.8 millones de personas no tenían seguro de salud o disponían de un seguro básico que sólo cubría una fracción de los gastos de examen y tratamiento. Una paciente que padece cáncer se lamentaba que no podía hacerse revisiones porque su seguro le exige “pagar 5,000 dólares por la factura”.

El coronavirus ha mostrado claramente las fallas sistémicas en Estados Unidos por la abismal desigualdad en el tratamiento a las personas, a partir de su economía y estado migratorio. Si los inmigrantes ilegales buscaran ayuda en instalaciones médicas pueden ser deportados. Virtuales portadores del virus, andan a la buena de Dios en medio del pánico y el caos.

Es muy simple: quien no tenga la ciudadanía no tiene derecho a la atención médica, de acuerdo con la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible promulgada por Barack Obama. Pero la situación ha empeorado bajo la presidencia de Donald Trump que considera la migración una carga pública, como “el gran hijo” de ingratos que es.