Por Alfredo García
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El pasado domingo tomó posesión de la presidencia de Uruguay, Luis Lacalle Pou, candidato del Partido Nacional, hijo del ex presidente, Luis Alberto Lacalle (1990-1995), vencedor en las elecciones de noviembre de 2019 por escaso margen (48.8% contra 47.3%) Daniel Martínez del Frente Amplio, FA, dando un giro derechista a la política de centro-izquierda impulsada durante 3 gobiernos consecutivos por el FA (2004-2019).
La ceremonia estuvo marcada por la insólita decisión del flamante presidente de excluir a Cuba, Venezuela y Nicaragua al solemne acto. Entre la exigua participación de jefes de Estado, la prensa destacó la presencia del Rey Felipe VI de España. El presidente saliente, Tabaré Vázquez, tras recibir al Rey en la Torre Ejecutiva declaró: “Fue un encuentro muy interesante en el que el Rey Felipe VI de España, reconoció que Uruguay es un faro en la región, desde el punto de vista de la institucionalidad democrática, la fortaleza política, los equilibrios sociales y la paz social”. Lo que faltó decir el monarca español, fue el sacrificio en vidas y sufrimiento de toda una generación de uruguayos para alcanzar esos logros.
Organizado como grupo de defensa frente a los desmanes de la oligarquía terrateniente contra los trabajadores rurales, a mediados de la década del 60 del pasado siglo, surgió la organización, MLN-T, liderada por Raúl Sendic. La dirección Tupamaros tuvo que lidiar desde el comienzo con la pacifista cultura política uruguaya, que rechazaba la violencia, a través de ingeniosas iniciativas de acciones de propaganda armada y saldo blanco de personas heridas o detenidas.
En junio de 1968 el entonces presidente, Jorge Pacheco Areco, del Partido Colorado, revocó las garantías constitucionales, reprimió brutalmente las manifestaciones de protesta y encarceló a opositores políticos utilizando la tortura durante los interrogatorios, lo que provocó que el MLN-T se decidiera por la lucha insurreccional.
A partir de 1970 una ola de espectaculares acciones financieras y de propaganda armada convirtió a los Tupamaros en una leyenda en Uruguay y el resto del mundo. La rápida reposición de los dirigentes detenidos, las fugas de combatientes prisioneros y la toma de pequeñas poblaciones desbordaba los cuerpos represivos, mientras crecía la simpatía y solidaridad de los trabajadores y la clase media hacia el MLN-T.
En medio del creciente apoyo de la población, la dirección Tupamara fundó el Movimiento de Independientes 26 de Marzo como brazo político del MLN-T, para formar parte de la coalición del Frente Amplio, FA, de cara a las elecciones de noviembre de 1971. En esa ocasión resultó vencedor Juan María Bordaberry, del Partido Colorado, quien ignoró el guiño de los Tupamaros a la lucha pacífica y ordenó a las Fuerzas Armadas la represión contra la insurgencia escalando la violencia.
Una sangrienta guerra sin cuartel entre el MLN-T y las fuerzas represivas se desató, seguida por una oscura etapa de negociaciones, que culminó con la salida al exterior de centenares de combatientes y la posterior rendición de la organización revolucionaria. En medio de esa “guerra sucia”, nació el ahora presidente Lacalle, lo que no justifica su amnesia histórica. A partir de entonces, el FA convertido en tercera fuerza electoral, participó en 6 elecciones presidenciales, hasta su primera victoria en 2004.
Con el exabrupto diplomático contra Cuba, Venezuela y Nicaragua, el presidente Lacalle tiene un mal comienzo. Esperemos reconozca la voluntad política de los tres gobiernos del FA, donde participaron veteranos dirigentes tupamaros, para sanar las heridas de la sangrienta etapa con unidad y sin resentimientos, que hoy puede exhibir la “paz social” que tanto impresionó al Rey español.