* “Esto es una verdadera crisis humanitaria por el volumen de gente que está abandonando sus países, no sólo hondureños. Es obvio reflejo de fracaso del modelo económico que expulsa a los más necesitados”* No hay valla o fuerza policial que evapore por completo las esperanzas de muchos de los migrantes hondureños que han pasado casi una semana caminando desde que dejaron su casa para tratar de buscarse una vida mejor
TECUN UMAN, Guatemala, 19 de octubre (AP).- No hay valla o fuerza policial que evapore por completo las esperanzas de muchos de los migrantes hondureños que han pasado casi una semana caminando desde que dejaron su casa para tratar de buscarse una vida mejor.
Luego de que miles de estos centroamericanos derribaran el viernes una valla en Guatemala y alcanzaran la frontera con México —donde varios de ellos se enfrentaron con policías y otros se quedaron contenidos en un puente sin definir cuándo podrían avanzar—, en su mayoría siguen dispuestos a continuar su camino.
Eran miles. Llenaron el puente de medio kilómetro que une a Guatemala con México sobre el río Suchiate. Presionaron para cruzar y pasado el mediodía del viernes una avalancha de hombres, mujeres y niños rompió una de las vallas fronterizas de la parte guatemalteca y se abrió paso por tierra de nadie hasta las verjas situadas en el lado mexicano, donde un fuerte contingente de policías les contuvo con equipo antimotines y gases lacrimógenos.
De los miles de migrantes que se habían juntado en la ciudad de Tecún Umán, muchos de los cuales salieron hace una semana de la ciudad Hondureña de San Pedro Sula, alrededor de 50 lograron pasar a México al grito de “¡Sí se pudo!, ¡Sí se pudo!” antes de que la frontera fuera bloqueada.
La tensión duró unas dos horas. Por la tarde, algunos retrocedieron a territorio guatemalteco por algo de comida y otros, cansados de esperar, se lanzaron desde el puente, de unos diez metros de altura, al Suchiate, donde las balsas que habitualmente sirven para cruzar el río les ayudaban a salir del agua.
Luego inició el paso a cuentagotas de los que pedían asilo mientras muchos se instalaban en el puente bajo sábanas o plásticos para pasar la noche, con la esperanza firme de seguir su camino pero en la incertidumbre de cómo continuaría su viaje.
Mientras tanto, al caer la noche sobre el río Suchiate la situación estaba lejos de estar normalizada, y mientras agentes de policía relevaban a sus compañeros muchos migrantes se desesperaban.
“Tenemos hambre” y “hay niños aquí”, se les escuchaba decir desde lo alto del puente.
Cristian, un reparador de celulares hondureño de 34 años que no quiso revelar su apellido porque aseguró estar amenazado por la pandilla de la mara en San Pedro Sula, dijo que quiere llegar a Estados Unidos para encontrar trabajo. Es uno de los que encabezan a este grupo y calcula que un 30% de los migrantes de la caravana aplicaría para estatus de refugiados en México y el 70% restante aún trataría de llegar a suelo estadounidense.
Él tiene cuatro hijas y no puede mantenerlas con su ingreso. “La verdad quiero llegar a los estados a cooperar con ese país, a trabajar en lo que sea, recogiendo basura”.
Cuando los primeros migrantes llegaron a la frontera mexicana, las autoridades trataron de contenerlos y les rociaron gas pimienta. En respuesta, varios viajeros lanzaron piedras. Sólo unas 50 personas lograron pasar y el resto retrocedió.
Tras una labor de contención, la policía volvió a cerrar las rejas de la frontera.
Más tarde, en entrevista con una televisora local, Manelich Castilla, comisionado general de la Policía Federal, dijo que “se cumplió el primer objetivo, que era evitar que a través de la violencia se vulnere nuestra frontera”.
“Si va a haber un ingreso, será en los términos que se ha dicho desde un principio: ordenado, con procedimientos establecidos, jamás por la violencia ni por la fuerza como se pretendió por un grupo de personas”, agregó y dijo que se atendería a los migrantes en dos bloques.
No pasó mucho tiempo antes de que los migrantes buscaran otra vía para tocar suelo mexicano.
El puente sobre el que la mayoría permanecían detenidos se ubica sobre el río Suchiate, al cual comenzaron a saltar algunos para que balseros pudieran transportarlos y lograran evitar a las autoridades migratorias.
Los migrantes llegaron hasta este punto luego de derribar una valla fronteriza en Guatemala. Primero pasaron sobre el portón los niños y las mujeres subiéndose a jeeps militares. Luego un grupo de hombres jóvenes comenzaron a tirar violentamente de la barrera y finalmente lograron derribarla, lo que permitió el paso de una marejada de personas que iban cantando “¡Sí se pudo!”.
Los habitantes de casas vecinas intentaron sofocar el calor arrojando agua a los migrantes, en su mayoría hondureños. Algunas personas se desmayaron.
“¡Somos hondureños, no somos traficantes, somos inmigrantes!”, gritaban varios mientras avanzaban hacia el cruce fronterizo.