CIUDAD DEL VATICANO, El Vaticano, 20 de abril (ACIPrensa).- El Papa Francisco hizo hoy un llamado para que los seres humanos superen el miedo, la cerrazón y la desolación, elementos que acaban con la esperanza, durante la homilía que pronunció en la Vigilia Pascual de este Sábado Santo.
El Pontífice pidió que las personas pasen “de la cerrazón a la comunión, de la desolación a la consolación, del miedo a la confianza”, durante este rito de Semana Santa que se celebró en una Basílica de San Pedro repleta de fieles.
La ceremonia comenzó a las 20:30 hora local con la Basílica totalmente en penumbra y en silencio, para conmemorar el dolor de la muerte del Señor.
El rito dio inicio con la bendición del fuego y después el Papa incidió con un punzón sobre el cirio pascual, símbolo de Cristo, “Luz del Mundo”.
Grabó una cruz y también la primera y la última letra del alfabeto griego -alfa y omega-, junto con las cifras del año en curso.
Lo hizo mientras pronunciaba a la vez en latín: Christus heri et hodie, Principium et Finis, Alpha et Omega, ipsius sunt tempora et saecula. Ipsi gloria et imperium per universa aeternitatis saecula (Cristo ayer y hoy, principio y fin, alfa y omega. A Él pertenece el tiempo y los siglos, a Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos).
Después, Jorge Bergoglio recorrió en procesión la Basílica en total oscuridad, en representación de la ausencia de luz tras la muerte de Jesucristo, mientras los fieles iban encendiendo poco a poco las velas que habían llevado a la ceremonia, con la llama procedente del cirio pascual.
El Papa llegó momentos después al altar mayor, la Basílica se iluminó y un diácono comenzó entonces el canto del Exultet, el himno pascual, un recorrido sintético de la historia de la salvación.
El Papa dedicó su homilía a hablar de las que llamó cuatro grandes piedras de la vida de los seres humanos, “contra las que se estrellan las esperanzas y las expectativas: la muerte, el pecado, el miedo, la mundanidad”.
“A menudo la esperanza se ve obstaculizada por la piedra de la desconfianza. Cuando se afianza la idea de que todo va mal y de que, en el peor de los casos, no termina nunca, llegamos a creer con resignación que la muerte es más fuerte que la vida y nos convertimos en personas cínicas y burlonas, portadoras de un nocivo desaliento”, sostuvo.
“Piedra sobre piedra, construimos dentro de nosotros un monumento a la insatisfacción, el sepulcro de la esperanza. Quejándonos de la vida, hacemos que la vida acabe siendo esclava de las quejas y espiritualmente enferma. Se va abriendo paso así una especie de psicología del sepulcro: todo termina allí, sin esperanza de salir con vida”, añadió.
El pecado, dijo Francisco, es otra de las piedras que “a menudo sella el corazón” de los seres humanos, pues “seduce, promete cosas fáciles e inmediatas, bienestar y éxito, pero luego deja dentro soledad y muerte”.
Cargó también contra el miedo, que provoca, dijo, que las personas se queden encogidas en sus límites, y contra las “vanidades mundanas”, como el dinero, la carrera, el orgullo y el placer, que no dejan ver lo verdaderamente importante de la vida.
Francisco animó a los fieles a preguntarse hacia dónde caminan en sus vidas, y lamentó que a veces las personas se dirigen hacia sus problemas, que nunca faltan.
La ceremonia sigue la tradición de los primeros años de la Iglesia católica, cuando los catecúmenos (adultos que aspiran al bautismo) eran bautizados en la noche de la Vigilia Pascual.
En esta ocasión, el Papa Francisco, revestido con ornamentos blancos, bautizó a ocho personas, procedentes de Ecuador, Perú, Italia, Albania e Indonesia.
La Vigilia Pascual o “Lucernario” es uno de los ritos más antiguos de la liturgia y se celebra en la noche del Sábado Santo que San Agustín llamó “Madre de todas las vigilias”, en alusión a la espera de la Resurrección del Hijo de Dios.
Los ritos de la Semana Santa continuarán este domingo con la misa del Domingo de Resurrección, que presidirá el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro de El Vaticano, y después el Pontífice impartirá desde la logia central de la Basílica de San Pedro la tradicional bendición Urbi et Orbi (A la ciudad y al Mundo).
Así, al presidir este Sábado Santo la Vigilia Pascual en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco alentó a los fieles a “volver a un amor vivo” con Jesús y no tener “una fe de museo”.
En su homilía, el Santo Padre aseguró que “la fe necesita ir de nuevo a Galilea, reavivar el primer amor con Jesús, su llamada: recordarlo, es decir, literalmente volver a Él con el corazón”.
“Es esencial volver a un amor vivo con el Señor, de lo contrario se tiene una fe de museo, no la fe de pascua. Pero Jesús no es un personaje del pasado, es una persona que vive hoy; no se le conoce en los libros de historia, se le encuentra en la vida”.
“Recordemos hoy cuando Jesús nos llamó, cuando venció nuestra oscuridad, nuestra resistencia, nuestros pecados, cómo tocó nuestros corazones con su Palabra”, alentó.
Al recordar cómo las mujeres llevaron aromas al sepulcro de Jesús muy temprano el domingo, pero temen que no puedan mover la piedra que lo sella, el Papa señaló que ese camino “se asemeja al camino de la salvación que hemos recorrido esta noche. Da la impresión de que todo en él acabe estrellándose contra una piedra: la belleza de la creación contra el drama del pecado; la liberación de la esclavitud contra la infidelidad a la Alianza; las promesas de los profetas contra la triste indiferencia del pueblo”.
“Ocurre lo mismo en la historia de la Iglesia y en la de cada uno de nosotros: parece que el camino que se recorre nunca llega a la meta. De esta manera se puede ir deslizando la idea de que la frustración de la esperanza es la oscura ley de la vida”.
“Hoy, sin embargo, descubrimos que nuestro camino no es en vano, que no termina delante de una piedra funeraria. Una frase sacude a las mujeres y cambia la historia: ‘¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?’”.
“Esta noche cada uno de nosotros está llamado a descubrir en el que está Vivo a aquél que remueve las piedras más pesadas del corazón. Preguntémonos, antes de nada: ¿cuál es la piedra que tengo que remover en mí, cómo se llama?”, señaló.
El Papa indicó que “a menudo la esperanza se ve obstaculizada por la piedra de la desconfianza. Cuando se afianza la idea de que todo va mal y de que, en el peor de los casos, no termina nunca, llegamos a creer con resignación que la muerte es más fuerte que la vida y nos convertimos en personas cínicas y burlonas, portadoras de un nocivo desaliento”.
Sin embargo, precisó que “el Señor no vive en la resignación. Ha resucitado, no está allí; no lo busquéis donde nunca lo encontraréis: no es Dios de muertos, sino de vivos. ¡No enterréis la esperanza!”.
Una segunda piedra “que a menudo sella el corazón”, advirtió, es “la piedra del pecado. El pecado seduce, promete cosas fáciles e inmediatas, bienestar y éxito, pero luego deja dentro soledad y muerte. El pecado es buscar la vida entre los muertos, el sentido de la vida en las cosas que pasan”.
“¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? ¿Por qué no te decides a dejar ese pecado que, como una piedra en la entrada del corazón, impide que la luz divina entre? ¿Por qué no pones a Jesús, luz verdadera, por encima de los destellos brillantes del dinero, de la carrera, del orgullo y del placer? ¿Por qué no le dices a las vanidades mundanas que no vives para ellas, sino para el Señor de la vida?”, cuestionó.
Luego el Santo Padre recordó que las mujeres que fueron al sepulcro “ante la piedra removida, se quedan asombradas; viendo a los ángeles, dice el Evangelio, quedaron ‘despavoridas’ y con ‘las caras mirando al suelo’”.
“No tienen el valor de levantar la mirada. Cuántas veces nos sucede también a nosotros: preferimos permanecer encogidos en nuestros límites, encerrados en nuestros miedos”, lamentó.
Sin embargo, dijo, “el Señor nos llama a alzarnos, a levantarnos de nuevo con su Palabra, a mirar hacia arriba y a creer que estamos hechos para el Cielo, no para la tierra; para las alturas de la vida, no para las bajezas de la muerte: ¿por qué buscáis entre los muertos al que vive?”.
El Papa aseguró que “Dios nos pide que miremos la vida como Él la mira, que siempre ve en cada uno de nosotros un núcleo de belleza imborrable. En el pecado, él ve hijos que hay que elevar de nuevo; en la muerte, hermanos para resucitar; en la desolación, corazones para consolar”.
“No tengas miedo, por tanto: el Señor ama tu vida, incluso cuando tienes miedo de mirarla y vivirla. En Pascua te muestra cuánto te ama: hasta el punto de atravesarla toda, de experimentar la angustia, el abandono, la muerte y los infiernos para salir victorioso y decirte: ‘No estás solo, confía en mí’”.
Al finalizar su homilía, el Santo Padre alentó a los fieles a pedir “la gracia de no dejarnos llevar por la corriente, por el mar de los problemas; de no ir a golpearnos con las piedras del pecado y los escollos de la desconfianza y el miedo”.
“Busquémoslo a Él, en todo y por encima de todo. Con Él resurgiremos”, concluyó.