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Sicarios ejecutan a dos hombres en un Oxxo de Ciudad del Carmen

México

Le asesinaron a un hijo en los brazos y le desaparecieron a otro en menos de un año

Esta historia forma parte del especial El peligro de ser joven en México (El Universal)

Antes de morir en los brazos de su madre, Chelino Ávalos cenó una hamburguesa. Ya iban de regreso a su casa, una palapa a la orilla del mar en El Paraíso, Colima, cuando unos sicarios los interceptaron en la esquina.

Al muchacho de 18 años le dispararon en el pecho.

Chelino no murió de inmediato, quiso saber por qué lo asesinaban y se los preguntó. Chingaste a tu madre, fue lo único que le respondieron. La Capacha, como es conocida la mamá del joven, se quitó la blusa para pararle los borbotones de sangre.

La muerte de Chelino, en diciembre de 2017, se sumó a la alta incidencia delictiva que hizo de Colima uno de los lugares más peligrosos para los jóvenes de entre 15 y 19 años. En esos 12 meses se reportaron 88 asesinatos por cada 100 mil jóvenes en ese rango de edad.

Esto fue tres veces lo reportado a nivel nacional, cifra que se mantuvo en tan solo 21 homicidios por cada 100 mil jóvenes, de acuerdo con datos de Inegi.

Este indicador lo pone por encima de estados como Chihuahua o Guerrero, entidades que tenían seis veces más jóvenes en este rango de edad entre sus habitantes hasta 2017, según las estimaciones de Conapo.

La Capacha no entiende por qué están asesinando a los jóvenes en México. Habla de Norberto Ronquillo , el joven secuestrado y asesinado en la Ciudad de México en junio pasado y cuyo caso conmocionó a la sociedad mexicana, y se pregunta por qué si él era estudiante, tenía papás con “buena posición, que tienen dinero, ni modo que haya andado en drogas o qué”.

A diferencia de Ronquillo, quien era universitario, en ocho de cada diez asesinatos de jóvenes de entre 15 y 24 años que ocurrieron en Colima, su nivel de escolaridad máximo era la secundaria.

Chelino, sin embargo, no fue a la escuela porque su mamá no tenía los recursos ni el tiempo para educarlos.

Entre todos trabajaban vendiendo en la playa lo que se pudiera. Meses antes de la muerte de Chelino, desapareció Mario, hijo mayor de la mujer y hermano del joven asesinado.

En su cuarto quedó su cartera con cien pesos, sus identificaciones, su ropa y hasta sus zapatos. Y su madre bien sabe que si algo se necesita para salir del Paraíso son huaraches para caminar, porque la tierra está caliente. Así que ella no cree eso de que se haya ido por su propia cuenta.

Mario y Chelino cocinaban mariscos en las enramadas en la que los turistas disfrutan de la playa. Una noche antes de desaparecer, Mario hizo tiritas de pescado en su casa e invitó a Chelino y a “un señor”, a quien la Capacha menciona como alguien que debería ser investigado. La mujer sospecha que los crímenes contra sus hijos podrían estar relacionados, pero hasta ahora no tiene avances de ninguno de los casos.

Desde entonces ni ella ni Gonzalo, su esposo, ex militar, han dejado de buscarlo. Fueron de pueblo en pueblo hasta llegar a Guadalajara, pegaron hojas con el rostro de Mario para ver si alguien lo encontraba, pero la Capacha dice que ya perdió las esperanzas. Gonzalo reconoce que “muertito que encuentran, muertito que van a reconocer” a la morgue de Tecomán, donde se concentran las diligencias ministeriales de esa zona. Una de las más violentas del estado, junto con los municipios de Manzanillo y Colima, según autoridades estatales y datos de INEGI.

Ya van casi tres años y Mario no aparece. Por eso el pasado tres de marzo, cuando Andrés Manuel López Obrador fue a Manzanillo, la Capacha le pidió a su esposo que le escribiera una carta pidiéndole ayuda al Presidente de México, ella no sabe leer ni escribir. Así fue cómo cerraron la enramada donde venden mariscos y cerveza, y se fueron a esperar a AMLO.

“Le dije ‘no la vaya a tirar, porque ahí va mi vida en esa carta’”, pero al preguntarle si cree que AMLO guardó esa hoja dice que “que seguro las tiran a la basura” y se pone a llorar.

En un video que Gonzalo grabó de ese encuentro se observa que López Obrador besa a la mujer, toma el papel y se va. Gonzalo ha querido convencer a su esposa de cerrar la enramada, irse del Paraíso, y vivir de la pensión que él recibe del Ejército, pero ella de aquí no se va por si su hijo vuelve.

Del asesinato de Chelino simplemente confía en que “Dios cobre todo lo que le hicieron”. Para Elena Azaola Garrido , Doctora en Antropología Social, Representante Ciudadana ante el Consejo Nacional de Seguridad Pública hasta 2017 y especialista en violencia contra niños y jóvenes, los tres factores que generan violencia en jóvenes son el crimen organizado, los conflictos entre pandillas y los problemas familiares.

Y debido a que de 2007 a 2017 la tasa de homicidios en jóvenes de 15 a 24 años en Colima pasó de cuatro a 90 homicidios por cada 100 mil colimenses en este rango de edad, “no sería lógico que de repente se suelte la tasa de conflictos personales o de pandilla, son fenómenos que no brincan de un momento a otro. La hipótesis que habría que corroborar es que hay un salto en la utilización de menores de edad por los grupos del crimen organizado”, explica.

La hipótesis de la antropóloga va de la mano con la versión de las autoridades estatales. Pues José Alfredo Chávez González, Secretario Ejecutivo del Sistema Estatal de Seguridad Pública, reconoce que en Colima hay un enfrentamiento entre el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación. Y reconoció que la violencia podría aumentar por la presencia de la Guardia Nacional en estados vecinos.

“Lamentablemente estamos en medio, sitiados por nuestra situación geográfica entre Jalisco y Michoacán que históricamente han tenido problemas con la operación y creación de fuertes grupos delincuenciales, somos factor de tránsito. Tuvimos una reunión con Alfonso Durazo, donde se le hizo ese planteamiento de que observaran que el desplegar (Guardia Nacional) en esos dos estados, pudiera generarnos una situación inusual de un incremento desmedido de la violencia en nuestra entidad”, explica.

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