Jesús Peraza Menéndez
La larga noche de Iguala pudiera ser como cualquier otra de violencia sistémica en medio de la lucha de clases con las resistencias populares, campesinas, de trabajadoras, de migrantes nómadas laborales, los mineros, con las comunidades indias, las que entremezclan su origen ancestral náhuatl, mixteco. Sitio aurático de vertientes precipitadas, cañadas, ríos que atraviesan la agonía en la tradición de lucha de los habitantes de La Montaña de Guerrero, aguerridos sobrevivientes de manos diestras para tejer hamacas e hilar vestidos, bordarlos de razones cosmogónicas de elegidos del Sol, la lluvia, los desafíos masticados en un tortilla con frijoles con salsa de chile serrano. Son excavadores del socavón, talladores de cantera, hacen luz donde todo parecía muerto.
Es una zona estratégica dibujada en la geografía por su rápido acceso al Sur del Valle de México, a la ciudad de millones de consumidores de drogas que descienden en mulas sobrecargadas o viajan en avionetas para llegar a las más desarrolladas y ostentosas zonas residenciales, los edificios, palacios, todo integrado para evitar el mínimo esfuerzo en la vida de encanto de soberanos consumistas o en sus mansiones de lagos artificiales y piscinas cristalinas, reciben al elegante como distinguido surtidor, el que departe en los clubes y restaurantes gourmet exclusivos.
Los pueblos que miran justo debajo de las estrellas viven el cerco de fusiles con desprecio racista de los comerciantes-militares-empresarios-políticos que cohabitan, emparentan, comen en la misma mesa, el crimen organizado es una empresa rentable -la más rentable- y ellos son el mando absoluto, total, único, no hay nada más allá de ellos los dueños del 99%.
La siembra de mariguana y amapola no es nueva, corresponde a la larga historia de los gobiernos priístas que usan al Ejército, las policías municipales, estatal y federal, para proteger mercancía, tráfico, dinero, armas, seres humanos. Desalojan, asesinan, reprimen, para concesionar suelo a mineras extranjeras y mexicanas con sistemas de destrucción total de ecosistemas que barren con las comunidades ancestrales.
Unos migran, son nómadas laborales para enviar dólares a sus lugares encumbrados en la montaña impenetrable. Otros se mantienen sirviendo en las periferias de las ostentosas zonas turísticas Acapulco-Zihuatanejo, zonas de consumo de drogas duras. Los que se quedan libran la lucha diaria contra policías, guardias blancas de caciques, los ejércitos de narcotraficantes, el Ejército vive el acoso personal de los custodios, personajes siniestros, terroristas fundamentalistas de la muerte que opera el neoliberalismo con su doble moral y la ética de mercado. Intimidan en el terreno, irrumpen con violencia en el jacal del jornalero, la casa del maestro, las escuelas y la Normal de Ayotzinapa, ejecutan un calvario, una larga noche de asesinatos con masacres.
En la noche de Iguala, era otro episodio más, los normalistas, reducidos en recursos económicos, materiales, tomaron transporte públicos para ir a botear, colectar dinero de los habitantes de Iguala, se sumarían a la Marcha por la masacre del 2 de octubre de 1968, para protestar y exigir derechos indispensable en el presente.
Fueron rodeados por policías municipales, estatales y federales ante la mirada cibernética-digitalizada de los sofisticados medios electrónicos del Ejército, con el jefe de zona militar que recibe órdenes de su jerarquía de mando, el jefe del narcotráfico, la fuente de los ingresos económicos en el sofisticado complejo de esta empresa de las drogas.
Son soldados los que amenazan con desparecer a los estudiantes, lo que indica que se han metido en un problema gordo, que los matarán. Los celulares de los normalistas no dejaron de funcionar, la tragedia se registra por fragmentos. “Están disparando al camión”, los jadeantes gritos de los perseguidos que han visto cómo caen uno o dos compañeros, están muertos y otro herido, se refugian, se reagrupan. Secuestra a uno, a Julio César lo desollaron vivo, es acto ejemplar espectacular, mensaje desde Guerrero para el mundo.
Aprehenden a 43 que son custodiados por policías municipales resguardados, férrea retaguardia de policías estatal y federal. El Ejército se apresura declarar en su monólogo, “no haberse dado cuenta del suceso”, cuando ya estaban actuando en la persecución, éstos no son declaraciones, son datos filmados en celulares, son mensajes escritos, llamadas telefónicas grabadas, nos están disparando. El Ejército irrumpe en una clínica particular donde han ingresado al estudiante gravemente herido, obliga a sacarlo, amenazan con desaparecer, matar a los que lo apoyan. Sobreviven, son testigos.
La presidencia de la República es enterada en tiempo real, el gobernador, el presidente municipal, están actuando encubriendo, “ya están hasta la madre de los normalistas”, su escuela es un centro de irradiación de las histórica resistencia en la Montaña, Elba Esther Gordillo, los secretarios de Educación, los partidos como el PRI-PAN-PRD han señalado la indispensable necesidad de cerrar estos centros educativos de guerrilleros y comunistas.
La línea de mando en el terreno son dos que concilian el narcoestado. Los traficantes un ejército irregular mejor armado, con recursos, coordinado con los aparatos de de represión del Estado con toda la información, es el acto práctico, el hecho primero de impunidad que se extiende a los gobiernos estatal y municipales a los jueces que son la última palabra de la injusticia legal. Todos le apuestan a un tercer factor que han aplicado en los últimos años: el desprecio racial a los profesores, a sus causas de movilización y lucha. El golpe sería ejemplar, los narcos ejecutan a los estudiantes calcinados en un basurero, esa es la versión creada de la “verdad histórica”, fracasan para imponer la realidad artificialmente creada, nadie les cree, incluso al punto de perder las elecciones quedando en un minoría de millonarios enloquecidos que decretaron leyes para asegurarse impunidad con protección, es el escándalo del Estado.
Desparecen y desatan la movilización de miles en todo México, en América, en el mundo. Nadie cree en la verdad fabricada y difundida, el odio acumulado de la respetable audiencia de Televisa los fascinados anónimos, cae y se vuelve contra los controladores-represores, la redes avanzan en la suma de datos y construcciones que apuntan al crimen de Estado. El presidente entonces debe recibir a los padres y comprometerse a aclarar, a encontrar la verdad con justicia. No es posible hacerlo, habría que poner a descubierto al Ejército que cumple órdenes de los jefes del narcotráfico, porque los ingresos económicos que genera el mercado de las drogas, los mineras, los órganos humanos, la venta de niñas, niños, mujeres, son cosa exclusiva de la elite del poder con sus jerarquías, ordenadas perfectamente desde el narcomenudeo, la producción con esclavitud, almacenamiento, transporte y banca.
Los celulares de los estudiantes se localizaron en los campos militares de la Zona Militar de Iguala y en el tristemente famoso campo Número 1.
La descomposición llega a la presidencia, a los mandos militares, a los jueces y ahora el que era secretario de Gobernación, Osorio Chong, ya vuelto senador plurinominal del PRI derrotado en las urnas lanza un discurso para decir que no hay “verdad histórica”, que no saben dónde quedaron 43 estudiantes en un secuestro con todas las policías, el Ejército y los medios más desarrollados, amablemente dice que tiene todo para entregárselo al próximo gobierno, a AMLO, cuando el suyo, el de Enrique Peña Nieto, no ha acabado, esta sería la ignominia con el sello histórico de la absoluta impunidad del régimen y es “dentro de la ley”, aderezado del perdón otorgado anticipadamente porque la agenda del gobierno de MORENA no se puede perder en un sólo factor en la transición política, esto es, en perseguir a la corrupta Rosario Robles en lugar de recuperar los desfalcos de la estafa maestra que alcanza otra vez al presidente, al José Luis Meade secretario de Hacienda y su candidato a la presidencia, a Luis Videgaray, al general Cienfuegos, secretario de la Defensa, al de la Marina, a los jueces con sus fantásticos sueldos para “administrar imparcialmente la justicia”.
La movilización social, la comprensión de la transición política con el ímpetu social de rechazo expresado con votos que no son de una organización bien estructurada, sin dejar de ser una energía que logró concentrar AMLO desde la derecha a la izquierda y que precisa dirección. No es sacrificando chivas o chivos expiatorios, requiere una estrategia de cambio absoluto, de suspender el acoso a las comunidades, de cerrar el tráfico legalizando la producción y el mercado de drogas, restituir derechos humanos con la autonomía de los pueblos de la Montaña para control las policías que deben protegerlos, asegurar el territorio, no sólo la extensión sino sus vocaciones socialmente sustentables, la paz con dignidad, que sea contundente el progreso con prosperidad. Esto en un tránsito político implicará la confesión de los autores intelectuales de la desaparición de los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa y la justicia con verdad.