Michael Vázquez Montes de OcaEconomía Popular
En artículo anterior se examinaba la situación del mundo hoy y en este se verá la de América Latina y el Caribe terminando ya el año. En ningún otro continente hay cambios tan reveladores en las últimas tres décadas.
El 2018 debería ser un buen año para Latinoamérica; sus pronósticos no son idénticos, varios organismos internacionales han proyectado que el Producto Interno Bruto aumentará entre 1,9% y 2,2% pero el programa neoliberal de ajustes fiscales socava la legitimidad de los sistemas, con proyectos de más sometimiento, privatización y extranjerización. La perspectiva está marcada por el incremento del precio de las materias primas y por las elecciones presidenciales en varios países que se celebrarán en un clima de tirantez y de cada vez menor tolerancia a la corrupción.
Después del avance de procesos populares a principios del siglo XXI y de espacios de integración que retaron el predominio de Estados Unidos, éste comenzó a transitar por una etapa de recomposición del control geopolítico que, junto a sus socios locales, no se quedaron de brazos cruzados ni aceptaron la avanzada “populista”. Golpes parlamentarios, desestabilizaciones, presión diplomática, económica y financiera, creación de nuevos espacios de articulación de la derecha, resurgimiento de la OEA como “Ministerio de Colonias” y la injerencia de las fundaciones y ONG vinculadas con la CIA, son parte de las herramientas del establishment para recuperar el control de lo que considera su “patio trasero”.
El hasta hace poco Secretario de Estado, Rex Tillerson, expresó que algunas veces se olvidaba la importancia de la Doctrina Monroe y más recientemente, el secretario de Defensa James Mattis, se permitió reiterar lo dicho por su colega, con el agravante de que ahora la retórica emana de quien encarna el poder militar de la nación más agresiva del planeta, afirmando que “se han visto gobiernos externos actuando en Latinoamérica” en clara referencia a China y Rusia.
La preocupación norteamericana viene dada por su creciente minusvalía frente a una actividad en dirección contraria de China (entre 2000 y 2017 las exportaciones norteamericanas disminuyeron del 50% del total a un 33% y las provenientes del gigante asiático crecieron de un 3% a un 18%).
La nueva Estrategia de Seguridad Nacional estadounidense plantea algunos puntos de relevancia; el protagonismo de los energéticos es determinante, lo que se evidencia en la beligerancia permanente contra Venezuela, el apremio a la transformación energética y el desmantelamiento de Pemex en México, el rol jugado en el Lava Jato brasileño y la consiguiente desarticulación de las estatales brasileñas, incluida Petrobras.
En la economía globalizada y hegemonizada por el capitalismo, la crisis de monedas fuertes, como el dólar y el euro, afecta negativamente al área, que tiene más pobres que nunca antes (167 millones de personas lo son y 241 millones pueden caer en la pobreza), mayor desempleo, más desatención a la educación, salud, niños sin hogar y en la calle, incremento de la violencia, vicios; drogas; renuncia a valores; bajos salarios pagados a los trabajadores frente a los costos inflacionarios de las necesidades vitales y la desigualdad social crece vertiginosamente (de los 15 países más dispares del mundo, 10 se encuentran en el continente).
Hoy, la mitad de la población adulta vive del trabajo informal, debido a la crisis que afecta a países emergentes como Brasil (la miseria alcanza el 12%), México, Argentina y Venezuela. La FAO anunció una extensión en el número de entes que sufre hambre, 39.3 millones viven subalimentadas y el índice de inseguridad alimentaria grave saltó de 7.6% en 2016, a 9.8% en 2017.
Las ventas de las 50 mayores empresas de inversión extranjera presentes en el área fueron superiores al producto interno bruto de varias de las naciones y la contención de inversiones europeas y de otros, ha propiciado la presencia de más de 1400 transnacionales norteamericanas que han incrementado la dependencia e influido en asuntos gubernamentales, llegando incluso a patrocinar dictaduras y golpes de estado; acrecentado la deuda externa, la explotación de los trabajadores y deteriorado el medio ambiente con el empleo irracional de recursos y materias primas, entre muchos otros factores.
Más de 76 bases militares, el respaldo a golpes castrenses y judiciales contra presidentes, el intento de magnicidio contra Nicolás Maduro, las sanciones y bloqueos, el empleo de organizaciones como la desprestigiada OEA y la aplicación de métodos subversivos cimentados sobre el consumo cultural a través de medios masivos como internet, su dependencia en términos del tráfico, y el apoyo a figuras ultraconservadoras de la derecha, son algunas de las tácticas y acciones aplicadas en el afán por revertir las progresistas victorias alcanzadas.
El Imperio está decidido a recuperar su rol dominante. Muchas de las propuestas de integración han sido desestimadas por las nuevas oligarquías, que han asumido sus vínculos con Norteamérica y el mandatario Donald Trump, creando estructuras como el Grupo de Lima, que ataca a Venezuela (convertida en el escenario central de la batalla por la liberación de la Patria Grande) el recrudecimiento del bloqueo a Cuba, la desestabilización de los que están más a la izquierda, el atropello a la unión regional ajena a sus intereses, la introducción de elementos de guerra como la OTAN en una zona declarada de paz, el caso omiso a las violaciones y asesinatos en Colombia y México, los ojos cerrados ante los carteles de la droga, la indiferencia ante los grupos paramilitares y sicarios y la insistencia en que se deberían implementar reformas, permitiendo garantizar “oportunidades económicas para todos y mejorar la gobernabilidad”, es decir, propiciar la desnacionalización y achicamiento del estado, premisa clave del neoliberalismo.
A pesar de la brutal arremetida, algunos procesos han lograron resistir, el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en México renovó las esperanzas de los movimientos de América Latina y en Colombia, a pesar de la derrota, los ocho millones de votos obtenidos por el candidato Gustavo Petro sentaron las bases para la consolidación de un espacio y los pueblos de Argentina y Brasil están dando señales claras de la rearticulación de fuerzas en contra de las aspiraciones de Mauricio Macri y Michel Temer.
Desde el final de la guerra fría, Estados Unidos prefiere mantener el control por vías de apariencia «democrática», con el empleo de autoridades judiciales y legislativos contra aquellos que le resulten «incómodos», se trata de una «ofensiva jurídica» a través del uso ilegítimo del derecho interno o internacional y aprovecha la coyuntura. para ahondar en la fractura, a través de la atomización ideológica, de la penetración agresiva y unilateral de mercados, empeñándose en quebrar todo lo que olfatee a ALBA; Comunidad del Caribe (CARICOM); la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) que se proclamó como Zona de Paz, el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y la Unión de Naciones del Sur (UNASUR).
Es una región en disputa donde la historia todavía no ha sido escrita, en el año 2009 el 60% de la población estuvo bajo administraciones progresistas y actualmente atraviesa un momento de reflujo que, sin embargo, no ha podido coronarse en una derrota de las fuerzas sociales y revolucionarias.
En el marco internacional de generalización de jefaturas neoliberales, se disminuyeron sensiblemente las desigualdades y la exclusión social, pero trascendentes errores han sido no haber creado una conciencia y señalado quiénes eran los verdaderos enemigos, no trazar una estrategia de educación del pueblo y su consecuente organización y movilización; no fueron las políticas gubernamentales las que fracasaron, sino la incapacidad de convencimiento, de persuasión de la izquierda y también la corrupción de algunos de sus sectores; se ha perdido el apoyo de gran cantidad de gente beneficiaria de las conquistas sociales y esa es la más grande autocrítica que debe hacer.
El desafío es disputar la hegemonía capitalista, construir alternativas en el ámbito económico, cultural y mediático; que no parece posible sin la nacionalización de la banca, de la gran industria y el sistema financiero y el control estatal del comercio exterior, es decir, sin elementales medidas realmente socialistas, las direcciones latinoamericanas en general están a mansalva de la burguesía, del imperialismo y del sabotaje.
La alarmante inhabilidad de afianzar un espacio de diálogo y entendimiento capaz de brindar respuestas conjuntas a los múltiples retos, hace más pertinente una decisiva solidaridad y el fortalecimiento de la alianza porque de ella depende la supervivencia de su soberanía y si los partidos de izquierda y los movimientos populares pierden la perspectiva de la unidad más amplia, estarán concediendo al capital transnacional lo que precisa, pues en la actualidad es más agresivo el intento restaurador y más allá de lo obsoleto e inadecuado que parezca, la Doctrina Monroe continúa siendo un elemento significativo de Estados Unidos, el cual está actuando de forma peligrosa, unilateral e irresponsable, en virtud de que su poderío está en declive; las demandas de ganancia son mayores.
En Nuestra América no hay ningún fin del ciclo progresista y aunque la derecha dedica poderosos recursos para descalificar a sus gobiernos y denigrar sus resultados sociales, lo que hay es una crisis, una disputa entre dominación o profundización de la emancipación, Constituye un hecho real que se está en situación adversa, pero no es nuevo ni definitivo; el enemigo a derrotar es el imperialismo, solo existen reveses coyunturales, porque mientras haya injusticias, habrá revoluciones.
Impedir que avancen las políticas neoliberales aplicadas de manera radical y creciente, es urgente y fundamental. Es hora de pasar a la ofensiva consciente y organizada; es necesario crear conocimiento sobre los peligros, en particular en los sectores más pobres y con la llamada clase media, hay que sembrar conciencia por qué organizarse, para qué hacerlo y sobre qué ideas erigir el proyecto alternativo. Para construir pueblos y no ciudadanos consumidores diluidos en la falsa ilusión de la clase media, sobre lo que Frei Betto dice “En nombre de un futuro mejor no se debe cultivar en el pueblo una esperanza de vida burguesa”.
Es ineludible entender que divididos no se llegará a nada y así lo demuestran las recientes derrotas.