Jorge Canto Alcocer
Durante décadas, México cuidó las formas y, pese a alinearse sin dudas con Estados Unidos y sus políticas imperiales a lo largo del siglo XX, sobre todo a partir de la Guerra Fría (1945-1989), mantuvo una política de NO INTERVENCIÓN y respeto a la SOBERANÍA NACIONAL que dejó el camino abierto a, por ejemplo, salvar la vida de decenas de miles de chilenos, argentinos, uruguayos y personas de otras nacionalidades oprimidas por las dictaduras militares sudamericanas durante las décadas de 1970 y 1980. También representó nuestro país un respiro, un corredor humanitario para pueblos como el cubano y el nicaragüense, cuyos procesos revolucionarios hubieran sido más complejos sin la clara solidaridad mexicana.
Esa política se fue perdiendo desde los inicios del infierno neoliberal, llegándose al ridículo de aquel “comes y te vas” del imbécil de Fox a Fidel Castro, secundado por las impertinencias de Calderón contra Venezuela. Preciso es reconocer que Peña Nieto corrigió un tanto las formas, pero en el fondo su sumisión a Washington fue aún más extrema y vergonzosa, destacando claramente dos situaciones: la relación con Trump desde los tiempos de su candidatura, y la intromisión en los asuntos internos de Venezuela al participar en el pro-imperialista Grupo de Lima, del que nuestro país aún no se retira, pero en el que ya tomó una posición congruente con el cariz popular del nuevo gobierno.
Así, el México de la Cuarta Transformación fue el único país del Grupo de Lima que se negó a desconocer el nuevo período gubernamental de Nicolás Maduro, y, por tanto, NO avaló el documento que pretende justificar el intervencionismo del Imperio. México corrige así, de manera contundente, la actitud lacayuna de los gobiernos neoliberales y se convierte en el dique diplomático más importante en Nuestra América frente a una posible invasión a la República Bolivariana.
Sin duda que las alianzas que tiene Venezuela con Rusia y China tienen también un gran significado, así como la solidaridad que ha recibido y continúa recibiendo de otros países de Nuestro Continente, como Cuba, Bolivia, Uruguay, Ecuador y El Salvador, principalmente, pero es indudable que la rectificación de México, la segunda economía de Latinoamérica y país vecino de la potencia imperial, tendrá una influencia significativa y disuasiva frente a los planes de Trump, que muchos derechistas ya desearían se hubieran materializado en una invasión militar.
Pero Trump, por lo pronto, está entretenido en la política interna, donde la nueva correlación de fuerzas que trajo su derrota en las elecciones congresistas de noviembre pasado le tienen detenido su proyectado muro, lo que ha generado un “cierre del gobierno” que amenaza con prolongarse por un buen rato. Y es que ahora el esclerótico gobernante estadounidense ya no puede, como cuando gobernaba Peña Nieto, amenazar con que “México pagará por el muro, le guste o no”, sino que simplemente ahora se ha visto obligado, ante la legitimidad y popularidad de nuestro gobierno, a respetar la investidura de AMLO y nuestra Soberanía Nacional, por lo que en vez de alardear nos obligará a pagar por el muro, ahora presenta su reaccionario proyecto como una gran negocio, que se pagará solito dadas las inmensas ganancias que generará.
Con AMLO en la presidencia y México en la Cuarta Transformación, la que fuera “república bananera” y “patio trasero” en tiempos neoliberales, se ha reposicionado. Sin estridencias ni beligerancias, México retorna a su positivo liderazgo en Nuestra América, lo que muchos frutos dará en el porvenir.