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Opinión

Testimonial

La presentación de los libros de John Gibler y Tryno Maldonado sobre Ayotzinapa, comunicó el jueves 19 de septiembre en la librería del Fondo de Cultura Económica en Coyoacán, el gran amor presente con la asistencia de unos cincuenta normalistas de primer ingreso con sus cabelleras muy cortas después de pasar las pruebas de resistencia estructuradas por la organización estudiantil que así garantiza la puntualidad, la disposición para las rudas faenas campesinas, el cumplimiento con el círculo de estudios, la higiene personal y la de los dormitorios, el comedor y los espacios de convivencia y cultivos. Presente, un grupo de mujeres con el compañero de la voz potente siempre a tiempo en Santo Domingo Pedregales, incluyó a una de ellas con su bordado en acción que se integrará a la serie de los +43. Mujeres argentinas, una de las cuales advirtió que en la precaria democracia actual sigue habiendo desaparición forzada, en especial la del indígena Daniel Solano en La Patagonia. Los presentadores fueron conducidos por el abogado Vidulfo Rosales y lo saludó al principio Doña Nico. Luis Hernández Navarro procuró, al final, dar cuenta del lugar histórico y social del periodismo testimonial.

Los autores optaron por narrar sus construcciones testimoniales, iniciadas en la convivencia en la cancha cubierta de básquetbol donde se instaló la primera cocina popular y las cuatro siguientes. Doña Nico llamaba a comer a los periodistas. No eludió John Gibler la precisión de la imposible neutralidad ante los sufrimientos, las injusticias y los crímenes de Estado, para dar sentido al ánimo combativo común. El proceso reproduce todo el tiempo la desaparición forzada por la destrucción y ocultamiento de evidencias, las del Ejército y las policías en particular, la de funcionarios sicarios, la intervención de escenarios como la filmada y difundida del invicto Tomás Zerón, en aquel entonces Director de Investigaciones de la Procuraduría. Las cámaras lo filmaron en el basurero de Cocula costal en mano y traidor al calce, ahí donde no sólo los vecinos aseguran que aquella noche llovió y no hubo ningún incendio, situación asegurada también por los científicos argentinos para contradecir, de esta manera, la “verdad histórica” en la que insiste todavía el ex-procurador Murillo Karam.

La única mención del saber académico de Gibler fue la frase de Foucault sobre lo científico que siempre niega y excluye los juicios que no se avienen a su rígida normatividad. El trabajo testimonial da valor a la historia oral y pone de manifiesto la exaltación elogiosa y también la difamatoria, como el registro de la esperanza de las y los familiares luego de la primera entrevista con el Presidente de la República, emoción corregida en la medida de las reuniones de la Comisión de la Verdad. Los mismos funcionarios de la injusta Procuraduría ocupan ahora cargos importantes en la flamante Fiscalía. Mientras no haya pruebas concretas de verdad y justicia, la desconfianza alimenta la señal de alerta. El título del libro de Gibler es elocuente: Una historia oral de la infamia. Los ataques contra los normalistas de Ayotzinapa (Grijalbo, Sur, 2016). La historia escrita exaltada en la educación dominante tendría que articularse con la historia oral. Una distinguida doctora de la UAM intervino con su malestar por la desatención académica al trabajo testimonial.

Tryno Maldonado leyó breves diálogos con los +43 para informar de sus relaciones familiares, sus gustos, sus apodos, sus aficiones tan secretas como el jineteo a escondidas para salvarse del maternal regaño. Las acciones de madres, padres, hermanas, primas, compañeros de estudios, mucho significan porque prueban el amor construido en trabajos comunes que alimentan la digna rabia. Uno de los padres, por ejemplo, se ha puesto a correr el Maratón de Nueva York, como prueba de imaginación constructora de la solidaridad. Nada hay que ocultar, como aquel trato con ataduras y toques al traidor de una organización comunitaria, que hubo que registrar como lección de que no hay que copiar al enemigo. Terror, crueldad extrema, violencia represiva necesaria a los negocios de Estado, significan la desaparición forzada y reiterada todo el tiempo en los procesos judiciales y por los ocultamientos policiacos y militares. La Presidencia de la República insiste en llamarlos servidores del pueblo pese a las evidencias de sus ataques terroristas.

Hernández Navarro hizo ver la campaña contra las Normales Rurales desde su fundación en 1926. Fue en mayo de 1941, a raíz de la conmemoración del asesinato de Zapata, que fueron señalados los normalistas como antipatriotas y sacrílegos por izar una bandera rojinegra en lugar de la tricolor, hecho nunca comprobado. La represión oficial coincidió con la Santa Madre Iglesia en calificar a las Normales como escuelas del demonio, nidos de guerrilleros, refugios de vándalos, tal como repiten ahora las organizaciones patronales. Contra todo esto, importa el trabajo testimonial directo y constante de Gibler, Tryno, Paula Mónaco, tres autores que le parecen fundamentales, todo lo contrario a los bien patrocinados difamadores oficiales como Fernández Menéndez para quien todo fue un pleito de narcotraficantes, actualizado con sus comentarios televisuales contra el Presidente Municipal Abarca y su esposa, hermana de los fundadores del Cartel Guerreros Unidos. Presos los dos, cuentan con el enorme terreno cedido por la Zona Militar de Iguala para su centro comercial al último grito de la moda de la urbanización salvaje, detalle ignorado por el mercenario Fernández. Un tal Illades, elogiado por Aguilar Camín, es otro antihistoriador, tan miserable como Sergio González Rodríguez. Ninguno de ellos se ha parado jamás en Ayotzinapa o Iguala, les bastan los expedientes de la Secretaría de la Defensa, las policías y el Poder Judicial, para alimentar sus libros infames a partir del prejuicio de insultar la memoria de los +43. No hay que olvidar, dijo Hernández, que Huitzuco lleva como apellido el de la criminal dinastía Figueroa, todo lo cual lo hace intocable para el Estado, pese a la evidencia de la participación en el operativo de la noche del 26 al 27 de septiembre en Iguala, de su cuerpo policiaco coordinado por un mando muy superior al de Cocula, Iguala y Chilpancingo.

La Comisión de la Verdad que llenó de esperanza a los familiares, ahora da lugar a la desconfianza mientras no se pruebe con hechos concretos la verdad y la justicia reclamadas. Todo lo cual obligó al incansable compañero Gonzalo de la CNTE, a precisar el apoyo a las luchas por la verdad, la justicia y los derechos de los trabajadores, sobre la base de movilizaciones y plantones, fuera de toda negociación con el Estado que sólo con ellas atiende, amenazando siempre con la represión y con los atorones construidos por el Poder Judicial. Baste mencionar la reciente liberación de 24 participantes en la Noche de Iguala por el Primer Tribunal Colegiado de Tamaulipas.

La jornada por el quinto aniversario de la infausta Noche de Iguala es una movilización internacionalista inspirada, en principio, por la denuncia Fue El Estado. El sábado 21, la incumplida consumación de la Independencia de México dará lugar a una marcha de los familiares y vecinos de Santo Domingo Pedregales con la inclusión de los grabados del Taller de Gráfica Popular que homenajean a Zapata por su nacimiento del 8 de agosto. La derivación zapatista de Tierra y Libertad prueba así su articulación histórica y social con la consigna de “el agua es vida y la vida se defiende”, mientras la constructora Quiero Casa pone en venta las cuatro torres de departamentos que han destruido el manantial de agua potable en una colonia de pobladores heroicos, despojada del líquido vital.

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