Opinión

¿Cuántos Dioses Hay? Narco, NAICIM, AMLO, México

Alejandro Solalinde

¡Uf! ¡Qué cosas hemos estado viviendo en este 2019! La guerra del NAICIM, la lucha cada vez más evidente entre la clase política y la económica, la irrupción de Trump en la migración mexicana, la captura e inmediata liberación de Ovidio Guzmán López, hijo del Chapo. Llama poderosamente la atención que los actores mexicanos de estos actores opuestos, son católicos y seguramente guadalupanos.

¿Cómo entender que cada uno de estos conocidos actores de la escena nacional encomienden su causa a Dios? Los narcos católicos devotos del santo Niño de Atocha, pasando por la santa muerte y devociones locales como Malverde, hasta llegar a la Virgen de Guadalupe, imploran la ayuda de Dios para el trasiego de estupefacientes, matar a los contrarios y salvar la vida de su grupo. Y claro, tienen a la pobre mamá y a la abuelita poniendo veladoras de protección para sus vidas y para que les vaya bien en su “trabajo”.

Del otro lado, miembros de las fuerzas armadas y policiales, también católicos y guadalupanos, oran a Dios para que los asista en la misión encomendada de combatir al crimen organizado y cuidar sus vidas. También sus madres y abuelas oran por ellos.

Criminales y corporaciones tienen altares e imágenes en sus casas, traen medallas, escapularios y cruces; la Virgen de Guadalupe que no puede faltar. Y lo más seguro es que más de una vez hayan estado juntos, narcos y polis, sin saberlo, en el mismo templo, en la Basílica de Guadalupe. ¡Ambos pidiendo favores divinos totalmente opuestos!

En Culiacán, Sinaloa, en la tan comentada captura e inmediata liberación, por supuesto que ambas partes estuvieron encomendándose a todos los santos, a Dios rogando y con el mazo dando. ¿Cuál Dios ganó? ¿Cuál fue el más efectivo? ¿A quién le hizo más caso de los dos?

La religión de ambos es la misma, pero los mueven diferentes cosas ¿cómo saber cuál es el Dios verdadero? ¿Cómo saber de qué lado está Dios y cómo está con cada uno? Y ¿cómo explicar que Dios está con todos, pero no apoya todas las causas, todos los objetivos humanos.

En mi vida sacerdotal he tenido oportunidad de constatar que casi la totalidad de connacionales están bautizados, la mayor parte son católicos y pueden serlo tranquilamente, al mismo tiempo que hacen cosas malas: nunca olvidaré la saña de Los Zetas en sus actos violentos de exterminio. Se decían católicos, eran religiosos. Pero también los eran sus socios, los agentes de migración, policías, autoridades de los tres niveles de gobierno.

Por sus frutos los conocerán: ¿Cómo saber si una persona religiosa tiene una fe auténtica? Jesús decía que la gente conocería a sus discípulos y discípulas en que nos amemos unos a otros, como él nos ama. Las apariencias engañan, pero las obras revelan quiénes somos realmente.

Una cosa es creer que Dios está con nuestros objetivos, y otra, es que de verdad esté de acuerdo con todo lo que queremos y hacemos.

Lo que deben saber los que luchan sólo por el dinero es aprender de la experiencia, entender la vida, la sabiduría de vivir equilibradamente, sin excesos materiales, con libertad. Los apegos nos roban la libertad, pero nos separan de los demás, nos aíslan y matan el alma.

La vida es como un buffet: hay de todo y mucho, pero los humanos somos limitados y cada uno tiene una capacidad tope para cubrir las necesidades, las cosas para la vida saludable, libre y con un sentido que la anime.

Pero si rebasamos la capacidad que tenemos para disfrutar las cosas y caemos en el espejismo de comernos el mundo, el mundo acabará devorándonos. Tener, usar más de lo que necesitamos, es el primer paso para perderlo todo. Lo más sorprendente es que la persona que ha cruzado este límite ante lo material, empiece a defender su abuso, su adicción.

Muchos ricos empresarios han trabajado duro para lograr lo que tienen, otros, en cambio, viven para acumular, con una franca adicción al dinero y suelen argumentar que ellos únicamente luchan para generar fuentes de trabajo para muchos empleados, pero lo cierto es que cuando mueren, sus trabajadores siguen siendo pobres y la riqueza de la empresa la heredan los hijos que, no pocas veces, ni hicieron el mínimo esfuerzo.

La muerte se encarga de mostrar la verdad de cada quien: el difunto patrón nunca fue dueño de nada, pues ¡no se llevó nada! Todo se quedó en este mundo, sacrificó la única vida por dinero, que no servirá para los trabajadores que sudaron por una empresa que no es suya, que ni siquiera le dio reparto de utilidades.

En estos días se están efectuando las comparecencias en la Cámara de Senadores para elegir la terna de la que saldrá el futuro ombudsperson para la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Puedo ver la misma situación: siendo diferentes los participantes les une casi a todas y todos el ser bautizados en la fe cristiana. Y seguramente tienen propuestas diferentes, aunque en este caso, afines, centradas en el bien social. Son rivales, no obstante tener el mismo objetivo social.

Nuestro país es ahora un muestrario de pareceres y acciones; mexicanos y mexicanas que hacemos cosas opuestas, contrastantes. ¿Con quién está Dios?

Dios, el único Dios que existe, le llamemos como le llamemos, está con todo ser humano, ama a todas y todos sin excepción, eso no significa que esté de acuerdo con todos. Dios nos respeta, respeta la libertad de toda persona, aunque no comparta algunas de nuestras decisiones. Toda persona actúa conforme a su conciencia, pero no toda conciencia está bien orientada, formada con valores y referentes sólidos. Formar la conciencia es tarea de toda la vida.

Dios es uno solo, pero nosotros lo concebimos como podemos, como queremos o como nos conviene. Dios es padre y Madre de todos y de todas, pero no todos hacemos su voluntad de armonía y paz.

Si todas y todos somos hijos de Dios, lo que nos toca es corresponder reconociéndonos como hermanos, como hermanas; evitando cualquier daño, procurando todo bien. En nuestro país estamos participando, como ya dije, en la religión, consistente en prácticas piadosas, culturales, ritos, imágenes, rezos, etc. Pero la fe, que no está peleada con las prácticas religiosas, consiste en escuchar a Dios, en nuestro caso, a Jesús; leerlo en los Evangelios, Nuevo Testamento, entenderlo, creerlo y, sobre todo, vivirlo. Después de estos pasos tiene sentido celebrarlo. Alguien puede ir todos los días a misa, pero si juzga, critica, etiqueta y condena a su prójimo, si no trabaja por la justicia, por la igualdad, si no hace nada por contribuir a un cambio en la sociedad para favorecer a los más desfavorecidos, de nada sirve su religiosidad.

Aparejado a la religiosidad sin justicia, es el maniqueísmo por el que miramos, por el que afirmamos que hay personas buenas y malas; a las malas hay que castigarlas. La punición es el único trato que merecen los infractores, para quienes no hay posibilidad de cambio: ya son malos, malos y no pueden cambiar.

Mucho han criticado la decisión presidencial ante la captura del joven capo sinaloense, independientemente de si fue una trampa, una mala jugada de policías subalternos, una intromisión de EU, o una impericia de autoridades de seguridad, la situación es clara: la captura se pospone y algún día se logrará. Pero lo que no se puede reponer son las vidas humanas que hubieran sido asesinadas al momento por este cartel criminal.

Una cuestión de fondo nos debe hacer reflexionar: capos y policías son nuestros hermanos; cada quien tendrá que responder por sus actos, pero es un hecho que nos encontramos en la fe y en la religión. ¿Qué nos ha pasado, que unos entienden de una manera y otros, de otra? ¿Cuál es el punto que marca la diferencia entre una postura religiosa y la otra? La respuesta la encontramos en Jesús.

Jesucristo señala claramente en los Evangelios que NO se puede servir a Dios y al dinero. Todos somos pecadores, pero los verdaderos creyentes no viven para acumular dinero y bienes materiales, ni menos a costa de los demás. Una persona que lucra ilícitamente, difícilmente tiene espacio para escuchar a Dios, para alojar al prójimo, al pobre en su corazón. Y hasta es capaz de matar de muchas maneras a sus semejantes: igual mata un arma, que el hambre.

Para construir una nueva nación es preciso reconocer al único Dios, escucharlo, obedecerlo. Nos propone una vida nueva para todos, basada en el amor incluyente, el respeto a la vida de los demás, del planeta, la vida nueva del Resucitado. Los que vivimos en México tenemos una gran oportunidad de superar estructuras corruptas, generadoras de muerte y violencia. La paz puede estar a nuestro alcance si somos generosos y cambiamos nuestras actitudes negativas, derrotistas y nos decidimos apoyar la transformación nacional por caminos de paz, optar por la gente y no por el dinero, por la verdad, la transparencia y no por la simulación, por el respeto hacia todos, por el diálogo y el entendimiento, y no por la imposición y el engaño. Hoy vivimos una gran oportunidad para avanzar hacia la democracia y el Dios vivo está con ella. Hagamos a un lado nuestros dioses, nuestros ídolos justificadores de nuestra ceguera y egoísmo.