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Opinión

Cuando el hogar es…un lugar peligroso para la mujer

“Mi esposo ha amenazado con matarnos a mí y a los niños y también con suicidarse –relata una mujer–. En una ocasión llegó a ponerme unas tijeras al cuello. En otra me intimidó con una pistola, me apuntó a la oreja y apretó el gatillo. Menos mal que no tenía balas, pero casi me muero del susto.”

Presa de una gran ansiedad que se percibe en su rostro, ella continúa: “Todo comenzó cuando llevábamos casados unas pocas semanas. Nos visitaron mis hermanos y mi madre, y disfrutamos mucho hablando y riéndonos juntos. Pero cuando se fueron, me arrojó con furia al sofá. Yo no podía creerlo”.

“Mi esposo –señala– es un encanto con las mujeres y goza de las simpatías de los hombres. Es un respetado cirujano, y padre de cuatro hijos. Pero… tiene su lado oculto, que no conocen ni los más íntimos amigos del matrimonio. Pero… en casa es un monstruo dominado por los celos”.

Tan sólo era el principio de una amarga pesadilla, pues esta mujer sufrió golpes durante años. Los abusos de su esposo seguían el mismo patrón: él la atacaba y después se deshacía en disculpas, prometía no hacerlo más, mejoraba por un tiempo y luego volvía a las andadas. “Siempre me digo: ‘Esta vez quizás cambie’ –añade la víctima–. Aun si alguna vez decidí irme de casa, al final acabé regresando a su lado.”

Ella sigue viviendo con temor de que la violencia aumente y no tenga fin… mientras viva con él. Es deplorable saber que buen número de mujeres viven aterradas ante la posibilidad de que las ataquen en el lugar donde deberían sentirse más seguras: su propio hogar.

De igual manera, millones de mujeres de todo el mundo sufren a manos de hombres violentos. Éstas, a menudo prefieren quedarse calladas a pesar del suplicio que padecen. Piensan que será inútil hablar y denunciar el abuso. Muchos de los hombres que golpean a sus esposas o compañeras en el hogar, niegan con tal cinismo las acusaciones con frases como “Mi esposa es muy nerviosa” o “Es algo exagerada”.

Muchos otros no logran comprender la triste realidad del maltrato conyugal. Por desgracia, en la mayoría de los casos se suele compadecer más al agresor que a la víctima. No falta quien tenga una opinión favorable del golpeador y lo defienda al decir: a) ¿Cómo te atreves a acusar a un hombre tan bueno?; b) Quizás tú te lo buscaste; c) De qué te quejas si otras han soportado situaciones peores que éstas; d) Así son los hombres; e) Es mejor que retire mi amistad de ustedes para no saber más de pleitos.

La violencia contra las mujeres se ha convertido en “un problema de salud global de proporciones epidémicas”, afirma la Organización Mundial de la Salud y añade: “La violencia de pareja es el tipo más común de violencia contra la mujer, ya que afecta al 30% de las mujeres en todo el mundo”. La práctica oculta de someter a las esposas a base de golpes es una injusticia flagrante que se comete por todo el mundo y que en muchos lugares no se consideraba un delito… hasta hace poco.

El problema de la violencia en el hogar es más grave de lo que parece. No se trata sólo de una discusión ocasional que termina en un intercambio de bofetadas. Ya son muchas las mujeres que temen por su integridad física en su propio hogar, sienten que su vida corre peligro. Dos investigadores de Estados Unidos llegaron a esta conclusión: “El hogar es el lugar más peligroso para las mujeres, un lugar donde con frecuencia se las trata con crueldad y se las tortura”.

Una gran cantidad de los hombres que golpean a su mujer crecieron en familias violentas, y de adultos creen que su conducta es aceptable, incluso normal. Pero la violencia doméstica no tiene nada de normal. Es por eso por lo que a la mayoría de la gente le horroriza que un hombre le pegue a su mujer.

Amnistía Internacional califica la violencia contra las mujeres y las niñas como “la violación de los derechos humanos más generalizada” de la actualidad.

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