Hugo Carbajal Aguilar
Pobres amenazan a pobres
Dejemos a un lado, por ahora, los megaproyectos desarrollistas que afectarán el ambiente y a los pueblos originarios como la Termoeléctrica de Huexca y el Tren Maya. Dejemos también el problema de los Tecnológicos que nunca se han hecho presentes en el debate educativo nacional ni en la problemática laboral de su corrompido sindicato y que, además, presentan un modelo educativo al servicio de las empresas no a la dinámica del desarrollo humano de sus estudiantes. Dejemos por ahora de lado las conductas panistas y priístas a quienes les nació de repente una actitud sumamente crítica y analítica ante las actuales iniciativas de gobierno. Vayamos a lo que ya parece parte de lo cotidiano: muertes de inocentes, abusos, extorsiones…
Esta semana mataron a un carnicero a plena luz del día en el mercado de Zacatepec. Estaba en su negocio y recibió impactos de bala sin deberla ni temerla. Esto ha generado temor y hasta pánico en la comunidad cañera morelense. Con el relato de estos trágicos sucesos no pretendemos sembrar angustia y ansiedad, únicamente constatar lo que se está padeciendo. Se percibe un pasmo generalizado concretamente en algunos municipios donde siguen ocurriendo tragedias repentinas, inesperadas y sumamente dolorosas. Zacatepec es de los cuatro más pequeños poblados que ha aparecido en las notas a causa de asesinatos de jóvenes trabajadores. Habíamos comentado ya la muerte de dos de ellos a las que se suma la de Martín, este carnicero acribillado en su propio negocio y, repetimos, a plena luz del día.
Nos comentan que este tablajero sí estaba pagando piso –extorsión exigida por los grupos que se disputan las plazas– y que su muerte se debió a un error. Nos comentan también que en un mensaje los delincuentes pidieron disculpas por ese error, amenazaron al administrador con el fin de que “pusiera orden” y no omitieron más amenazas directas a los trabajadores en general.
¿Está en juego el trabajo, el dinero, alguna posición social? No. Está en juego la vida. Nunca habíamos padecido estas ominosas circunstancias, estos acontecimientos sorprendentes y repulsivos por funestos. Zacatepec, Jojutla, Tlaquiltenango, Tlaltizapán son pueblos mayoritariamente campesinos. La siembra de caña de azúcar para proveer al Ingenio de materia prima; la siembra de maíz, calabaza y frijol; cebolla, rábano, jícama, pápalo y pipizcas; de sorgo y, por supuesto, de arroz; de guayaba, limón, sandía, melón, papaya y mangos criollos… fueron las tareas acostumbradas por toda esta gente que ha sabido mantener su gusto por la vida del campo con todo y sus animales.
La vida transcurría con cierta estabilidad a pesar de las quiebras del Ingenio, principal centro laboral y de la pérdida de salarios y derechos de los obreros. A pesar también del endeudamiento de los arroceros provocado por administraciones de gobierno, endeudamiento del cual los cultivadores de arroz no tenían conocimiento; a pesar de la emigración de mano de obra joven a los Estados Unidos y que dejaron familias enteras en el abandono. A pesar del terremoto que causó destrozos terribles y que afectó viviendas enteras, edificios administrativos y escuelas como al mismo Tecnológico que perdió tres locales educativos incluidos el Centro de Cómputo y la Biblioteca. Con todo y eso este Tecnológico siguió creciendo, tanto que su actual población estudiantil rebasa ya los 5 mil y emplea a más de 400 trabajadores. Y el equipo de fútbol que sigue siendo favorecido por una fiel y constante afición que conserva sus esperanzas en el resurgimiento de los Cañeros.
¿Cuándo nos imaginamos que padeceríamos abuso, extorsión, rapiña, amenazas, asesinatos para con gente inocente y trabajadora? Bien se ha dicho que cuando los pobres amenazan a los pobres se refleja con toda evidencia una sociedad enferma, atolondrada, patológicamente dañada. Y todo hecho con sangre fría, con absoluta y rampante desfachatez o como gusta de decir la paisanada, cometen sus crímenes actuando con total valemadrismo.
Morelos, este Estado zapatista históricamente comprometido con la Revolución jamás se había sentido en este abandono
La respuesta está en las autoridades. El pueblo está exigiendo seguridad, tranquilidad para emprender su rutina cotidiana con suficiente arrojo y entusiasmo, para recuperar sus sonrisas. Necesitamos una seria tarea de investigación que llegue la raíz de esta problemática, que desarme las ya gruesas cadenas forjadas por los diversos cárteles, que acabe con la impunidad, que ofrezca garantías a toda la población trabajadora sin quedarse en el discurso o en la foto.
Pero para eso necesitamos gente que sepa lo que hace, experta en asuntos de esta naturaleza, que pueda hilar delgado y que obtenga conclusiones para llevar a la práctica lo descubierto, sin miedos y sin reservas, en lo que tope. Recuérdese que son los pobres del pueblo quienes están padeciendo, no se trata de simples entuertos que haya que desfacer.
Los diputados, en su mayoría mujeres, deben saber lo que está pasando y arriesgar una propuesta concreta que nazca de un serio debate y análisis. Los presidentes municipales deberían también manifestarse en bloque, unitariamente, exhortando a su comunidad a participar y ofreciendo su palabra por la cual se comprometieron. El gabinete actual compuesto por destacados arribistas y trepadores así como chapulines que han saltado de partido a partido también debería manifestarse públicamente.
Y habrá que explicarle al c. gobernador que no se trata de goles, se trata de vidas.