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Opinión

La Sociedad Civil Elitista: otro engendro del infierno neoliberal

Jorge Canto Alcocer

En los comienzos del gobierno de Vicente Fox me tocó participar en un Encuentro Nacional de Archivos en las instalaciones del Archivo General de la Nación, en Lecumberri. En las ponencias y discusiones se dejó traslucir que el cambio político representado por la llegada del PAN al gobierno federal había significado un retroceso para los archivos del país: menos presupuestos, plazas congeladas, dificultades crecientes para adquirir los insumos, especialmente onerosos para el caso de la conservación de nuestros tesoros documentales. Cuando el evento oficial terminó, me invitaron a una comida informal en un lujoso restaurante del Centro Histórico de la Ciudad de México. Ahí, en “petite comité”, el segundo al mando del AGN nos conversó a los archivistas estatales la solución que vislumbraba: toda vez que los archivos federales cada vez estaban peor, con menos recursos, lo que cabía era formar asociaciones y sociedades privadas que pudieran recibir donativos del gobierno para hacer la chamba, que de todas maneras se tendría que hacer. “Yo ya formé la mía, y bajo cuerda, le trabajo a la propia Secretaría de Gobernación”, nos comentó, invitándonos a actuar en consecuencia. “¿Lo sabe la directora?”, pregunté ingenuamente, a lo que sólo se rieron mis contertulios, hablando de manera peyorativa de su ética personal, que le impedía entrar al “bisne”. A la sazón, dirigía los destinos del AGN la yucateca Stella María González Cicero. Vale la pena aclarar, por cierto, que la Dra. Stella, cuando fue echada del AGN fundó una Asociación Civil que recibe fundamentalmente financiamiento privado y que efectivamente ha apoyado a cientos de archivos y bibliotecas de todos los rincones del país.

Mis recuerdos se actualizaron con el actual debate sobre los donativos a organismos privados, que propició el gobierno federal, y AMLO en particular, al plantear una política de CERO TRANSFERENCIAS a estas organizaciones, sin renunciar, por supuesto, a las responsabilidades gubernamentales en los distintos temas de la esfera pública. Es más, la decisión, que ha sido recibida en términos muy críticos por muchísima gente de buena fe, debe, sin duda, fortalecer la labor del Estado en temas torales, el patrimonio histórico entre ellos, pero también en temas mucho más universales y sensibles, como el de los niños en situación de calle, el de los pacientes con enfermedades terminales y el de la violencia hacia la mujer, entre muchos otros.

Como vimos en la anécdota que viví en el mundo de los archivos hace más de 15 años, el colapso del Estado Mexicano no fue únicamente consecuencia de la corrupción o del anacronismo, FUE UN FRACASO PROPICIADO PRECISAMENTE POR EL PROPIO MODELO NEOLIBERAL. La idea en general fue disminuir al Estado a su mínima expresión, quitándole responsabilidades fundamentales para hacerlo ABSOLUTAMENTE INEFICIENTE, además de insuficiente, deficiente y corrupto. Con las instituciones del Estado convertidas en pocilgas sin la menor capacidad de acción, entonces el siguiente paso fue crear empresas privadas, bajo diferentes denominaciones, que se hicieran cargo de las labores que le correspondían al Estado, para ahora, al salirse del esquema gubernamental, poder entrarle a jugosos negocios, a lo que no poco ayudarían las transferencias gubernamentales en efectivo, en especie y en condonación de impuestos.

Mucha gente de buena fe ha caído redondamente en el garlito y protesta en estos momentos, INCLUSO DESDE POSICIONES DE SUPUESTA IZQUIERDA, partiendo de la absurda idea de que el Estado debe ceder espacios a la sociedad civil, que es la verdadera representación del pueblo. ¿Sociedad civil? Con raras excepciones, en realidad estamos hablando de personas que, sin escrúpulos ni ética, utilizan, como los archivistas del ejemplo, sus relaciones y la información obtenida al calor de su cargo, para montar empresas que hacen lo que las instituciones de gobierno no han podido hacer por sus deficiencias provocadas, o no les permiten hacer para así propiciar esos negocios bajo cuerda.

Algunas asociaciones civiles –las menos, pero las hay- trabajan de otra manera, con una auténtica vocación de servicio público y social, realizando labores extraordinarias en sus respectivos temas. Esas asociaciones, como ADABI de nuestra admirada Stella María González Cicero, continuarán trabajando, sin duda, como hasta ahora, e incluso mucho mejor, de la mano de un Estado transformado, vigoroso, que no rechaza sus responsabilidades. Las otras, las de los “bisteces”, son las que ahora protestan a voz en cuello y exigen una marcha atrás inaceptable. La Cuarta va, y la decisión de desmontar el circo de la “Sociedad Civil” fifí es, hasta ahora, uno de sus mayores aciertos.

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