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Opinión

Periodista amorosamente crítica

Por Jesús Peraza Menéndez

El Metro estación Palacio Nacional

La periodista con su compañero, fruto del amor sin pactos, procrearon un hijo estudiante de primaria, ocupan un pequeño departamento de la zona sur de la Ciudad de México, que pagan a crédito bursátil mezcla de dinero público con crédito bancario, el banco claro, con derecho de tanto e intereses impagables. La zona no es exactamente la más verde con arbolados jardines públicos de hectáreas, como el de Las Lomas, donde los jardines público-privados hacen pasadía los domingos las náhuatl, mixtecas, zapotecas, son miles, como Yaliza de la película Roma de Cuarón. La periodista vive en su Laberinto de la Soledad como Octavio Paz, no es india ni española. ¿Quién descubrirá su belleza escondida en su mestiza realidad para una foto en Hola México?

Algunas viajeras del Metro disfrutan la forma tradicional de la conversación directa mirándose comprendiendo señales con miradas clave, desconectadas de la soledad de los audífonos en esa colectividad sin fronteras virtual-digitalizada. Una que está molesta, expresa: “No han dejado gobernar al presidente que lleva tres meses, son chingaderas”, enfatiza esta categoría que encierra la calificación sustentada en el cariño popular al héroe-santo construido de sacrificios. Es una doña comerciante que carga su bolsa con la mercancía de su puesto ambulante, va con su amiga una obrera de maquila espeta indignada: “No lo dejan desatapar toda la mugre los muy cabrones priístas, panistas con esos pinches traidores del PRD”, ellas imaginaban un asalto social para recobrar lo despojado, no es así, hay derechos, obligaciones y muchos perdones del señor presidente a los que nos chingaron, no es una revolución es la 4ª transición conservadora.

Los partidos políticos reciben rentas millonarias pagadas con impuestos de los trabajadores pero sirven a los ricos. “¿Entonces pagamos para que no nos chinguen?”, comenta un joven tatuado con lágrimas negras, el pelo rapado de la patilla a la nuca, en la mollera cuelgan tiras largas de cabello de colores morado, azul claro y verde fluorescente. Es obrero de una maquiladora coreana ensambladora de electrodomésticos en una industria domiciliaria en un edificio del Centro Histórico, el joven enamorado de la costurera que trabaja 12 horas en un departamento abajo. ¡Sip, así es mi buen!, responde otro “los diputados y senadores son empleados de los patrones”.

La mañana de los periodistas de Palacio Nacionales es atmósfera de comprensión entre el gremio reunido. Con los días, el ciudadano presidente se ve más cansado con las señales agregadas a su larga jornada de lucha liberal incansable. Los periodistas, los informadores, jóvenes muchos, maduros de larga trayectoria, otros están entre dormidos o despiertos, otros no durmieron para no perderse la intervención de Presidente de la República, es la fuente pública y la única, todo el mundo espera su palabra en la sincronía instantánea del ciberespacio. AMLO dice una verdad tras de otra, México ha dejado de ser corrupto pero no injusto, la deshonestidad abarca a todos con todas las instituciones educativas, culturales, los y las trabajadoras son los más perjudicados con las organizaciones no gubernamentales, para eso están los partidos que representan a los ciudadanos, también los empresarios perdonados que prometen no volver a pecar.

Compara el neoliberalismo inhumano con otros tiempos cuando las bondades del viejo priísmo nacionalista, ésa es su definición personal de “lo correcto”, el crecimiento estabilizador, así como va: represión sin democracia sindical, sin oposición plural con necesarias masacres estudiantiles y campesinos, desempleo, destrucción ecológica para progreso urbano industrial-comercial, dependencia científica y tecnológica, religión como política de estado, deuda externa e interna creciente, pero controlada con pagos millonarios de intereses con tarjetas de Banco Azteca o Banorte para depositar lo convenido entre el jefe del Estado y el ciudadano, es nostalgia de AMLO de la era del partido único.

La periodista cena con su compañero, con su hijo, él se encarga del niño, ella no tiene horario, él trabaja en casa, adaptó su taller, es artista visual, participa en una organización trotskista sobreviviente, siempre discuten sobre AMLO o Marcos Galeano, también sobre el resto del mundo, tantas veces más interesante, tomarse un vino tinto antes de hacerse el amor.

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