Alberto Híjar Serrano “Se va la vida”, la frase clave de la canción de León Chávez Teixeiro, ha adquirido dimensión trágica a raíz del suicidio del músico, escritor y comunicador en los medios, Armando Vega Gil. “Como la mugre en el lavadero” es ahora metáfora donde la mugre tampoco es literal al establecerse como porquería moral. “Se va la vida… se va, se va… se fue, se fue”, resulta una patética conclusión más allá de los mil trabajos de las mujeres pobres y el grito final significado ahora como un gran alarido de dolor.
Todo esto hace de la exhibición de la película de Mariana Rodríguez, producida y sonorizada por el polifacético Josué Vergara, un acontecimiento obligado de reflexión que orientaremos el antropólogo e historiador Javier Guerrero y la dirigente emblemática de Santo Domingo Pedregales, el barrio empeñado no sólo en la defensa del manantial cegado por la muy protegida empresa Quiero Casa, para afectar la red acuática del Sur de la Ciudad de México. Doña Fili, octogenaria e incansable, explica, grita consignas, premia con una piedra y un paliacate a los solidarios y solidarias, encabeza marchas y protestas y en la película, junto con Gloria Juandiego y Verónica Hernández, es de las tres visitadas por León para comentar la vida en el barrio. Gloria peleando por los derechos de las costureras y Verónica en la casa improvisada luego de un desalojo para construir un Walmart en la colonia Martín Carrera, apretando los pobres muebles sin dejar los trabajos de información repartiendo volantes, cuidando los carteles en el local improvisado en la banqueta como centro de comunicación entre los sonidos del tren escoltado por las pobres viviendas, bajo el lejano avión en vuelo, con el rodar del tanque de gas hasta la seca colocación ruidosa en la caja del camión repartidor, como sonidos del trabajo cotidiano para nada impuesto como acento melodramático. Así se va la vida de las trabajadoras. “El agua es vida y la vida se defiende”, propone una consigna coreada por Doña Fili. En Inglaterra, recibe las noticias León Chávez Teixeiro con melancolía ante el tratamiento de “carnal querido” que nos damos.
El disturbio propio de la red electrónica portátil y anónima, ha causado un suicidio. Anónima la denuncia y la condena por un acoso sexual de hace años, sin duda fue recibida por Armando con identificación de la denunciante y al saber mancillada su honorabilidad de manera que consideró irremediable, sin derecho a réplica, optó por irse del mundo. Para no afectar a su hijo que ha quedado lastimado de por vida, como también su generación anterior y la que sigue. Se les fue la vida como la mugre en el lavadero.
De esto hablaremos en la presentación del próximo sábado 13, a las 16:00 hrs., en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo en Moneda 13, junto a la puerta lateral del Palacio Nacional. Alguien destacará la estructura de poder infame que todo esto significa. Gran problema para un antropólogo crítico, para una dirigente popular histórica, para un activista desolado. Botellita de Jerez desaparece con toda su festiva ironía musical, hoy fuera de lugar. Sergio Arau ha regresado a Los Angeles y Francisco Barrios “El Mastuerzo”, interrumpe su canto solidario constante con las luchas populares. Un poder abominable los ha golpeado.
Por causas semejantes, agoniza la Escuela de Cultura Popular “Mártires del 68”. La fundamos hace 30 años como conclusión de una huelga de hambre en un costado de la Alameda Central, al pie del Monumento a Beethoven. Logramos evitar la privatización de Chapultepec y fracasamos al denunciar la corrupción cultural en la UNAM. Homenajeamos al Che en el vigésimo aniversario de su asesinato y sorteamos bien la expulsión de la Sala de Arte Público Siqueiros para al fin aposentarnos al lado del Sindicato de Costureras “19 de Septiembre” en San Antonio Abad, cerca de las ruinas de los talleres de costura de donde los dueños organizaron el rescate de máquinas y telas a cambio de dejar los cuerpos enterrados de las trabajadoras. Todavía queda la biblioteca donada por los herederos de un profesor argentino muerto por accidente. Peleamos por ella, luego de participar en las ediciones anuales de Un Grito en la Calle, La soberbia exposición de mantas, carteles y pancartas en un galerón construido por los propios compañeros, menos nosotros los universitarios que al fin fracasamos en nuestros afanes reflexivos. Expulsada violentamente del predio por el gobierno del Distrito Federal, la Escuela resistió dos años en la banqueta hasta conseguir el actual pequeño local con tapanco. Todo esto, la fama dentro y fuera de México como centro de propaganda gráfica de cientos de luchas justas se va con todo y el trabajo constante, esforzado y cotidiano de Iseo Loyola, fundador cuando era dirigente de la Organización de Arte y Cultura, junto con Enrique Cisneros, El Llanero Solitito, muerto hace poco, y yo, del Taller de Arte e Ideología, ahora objeto de archivo museográfico en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo y de objeto de estudio de un seminario de estética de la Dra. Ana María Martínez de la Escalera, fundadora del TAI. Nunca hubiéramos imaginado hace 30 años un destino así. Nuestras incapacidades y defectos conducen la vida al caño. Quizás salven la Mártires ya sin el calificativo de “revolucionaria” suprimido en la discusión, las jóvenes trabajadoras de la cultura libertaria.