Opinión

Aquí NO hay Primer Ministro

León García Soler

De pronto despertó el diputado Muñoz Ledo. Y el sobresalto de la mayoría morena sacudió la memoria de tantos que vienen del instante en que la hegemonía del PRI dejó de garantizar empleo y el cambio de chaquetas garantizó el cobro de dietas sin credencial tricolor. La llamada de atención fue en la fiesta político-religiosa de Tijuana, antes de escuchar al padre Solalinde y a un predicador evangelista de cuyo nombre no puedo ni quiero acordarme.

Subió a la tribuna Muñoz Ledo y sentenció el doble discurso que conduce a cerrar las puertas a los migrantes que llegan a México en demanda de libre tránsito al Norte, para cumplir un “oscuro” acuerdo con los Estados Unidos. Ni un grito de protesta. Ni asomo de hacer luz sobre la oscuridad que condenaba el hombre de los mil puestos y las diez mil despedidas. Ahí, antes de los sermones religiosos a cargo de ministros de distintos cultos, Marcelo Ebrard festejó el triunfo glorioso que se obtuvo tras larga antesala y duras negociaciones en las entrañas del monstruo. Y el alto representante del capital privado nacional asumió el papel de orador oficial de la república cuya dignidad se salvó... por ahora.

Andrés Manuel López Obrador es hombre para todas las estaciones. Lo que iba a ser defensa del honor patrio ante la agresión de míster Trump, se transformó en declaración de victoria patriótica alcanzada en los salones del Departamento de Estado y reconocida por el hombre de la palabra breve y la verdad alternativa. Nadie se sorprendió por el giro del mitin. Ahora es un honor estar con Obrador, dondequiera que estemos y dondequiera que vayamos. Nada de ¿qué horas son?: ¡las que usted diga, señor Presidente! Eso fue antes de la victoria electoral y el inicio de la nueva era, de la Cuarta Transformación.

En fin. Se cumple un año del apabullante triunfo electoral y habrá festejo “austero” en el Zócalo de la capital, simultáneo al informe trimestral del señor Presidente que coincide por voluntad del pueblo bueno y porque así lo decidió el ya muy pronto inquilino de dos plantas del Palacio Nacional. No hay unanimidad en la unidad convocada por haber librado el golpe del tal Trump. Nadie dirá que el gobierno del cambio de régimen debió declarar la guerra comercial al violador del derecho que mezcla la política migratoria a la comercial para amenazar con el cobro de aranceles al país vecino, al mismo que ha acusado de todos los males desde el día que inició su campaña para alcanzar la candidatura presidencial.

Nada que hacer. Salvo, quizás, no parpadear y declarar que se acudiría a los organismos del comercio internacional ya que hay un tratado entre ambos países. Eso no hubiera hecho ceder a Trump, violador pertinaz de todo mandato institucional y constitucional de la potencia del Norte. Pero tal vez si hubiéramos cedido in extremis, no parecería tan frágil la proclama de la dignidad salvada con la frente en alto. Pero lo de sería, es como el habría aplicado al pasado histórico. Al afirmar que se impidió el alza de aranceles de la amenaza, dicen la verdad. Y no es una verdad alternativa.

Trump dice que hay acuerdos secretos, pendientes de darse a conocer; muestra un papel doblado que traía en el bolsillo del saco. Y como al mago artrítico se le desdobla el misterio y un fotógrafo capta letras, palabras y firmas de un documento firmado por asistentes jurídicos de los dos que hoy se declaran vencedores en el debate para hacer efectiva la amenaza del poderoso, o posponerla y así evitar que el lunes enfrentáramos los de abajo una crisis económica que se adelante a la que va llegando paso a paso. Total, el chantajista insiste en que “México” se está comportando mejor de lo esperado y al vencer el plazo de cuarenta y cinco días, él mismo avalará que se cumplió su voluntad.

Sea. Pero más allá de los fantasiosos argumentos del panismo vuelto a la postura de la gente decente, tras doce años de demoler las instituciones sociales del estado moderno mexicano, el de la Revolución, combate ahora el poder de López Obrador porque dicen que es el retorno del autoritarismo presidencial de los sexenios del PRI. Y el riesgo está en que la fuerza, el poder político, concentrado en Andrés Manuel López Obrador, sí sea capaz de eliminar las instituciones de la revolución social del cardenismo. Misma que impulsaron a la creación del Partido Acción Nacional.

Primero habrá que entender la diferencia entre lo que han dado en llamar corporativismo, y ahora fascismo, que se atribuyó al callismo, con el movimiento obrero y campesino de los sectores que apoyaron al Presidente Lázaro Cárdenas en el sindicalismo, en el agrarismo que repartió la tierra de las haciendas y latifundios, incluyendo a los peones y avecindados. Y sobre todo, la campaña educativa que la derecha llamó “comunista” y combatió con la persecución de maestros y maestras que integraron las misiones educativas. Para qué hablar ahora de la expropiación y nacionalización del petróleo. Estas ruinas que ves, hicieron posible el desarrollo y crecimiento de la república, mientras Pemex fue cautivo del fisco para no cobrar impuestos a los de más elevados ingresos.

Como quiera que haya sido, se produjo el vuelco finisecular y llegó el sufragio efectivo. Con el INE y tribunales garantes de elecciones legales y resultados legítimos. A partir de 1997 se acabó el poder del partido hegemónico. Del “partido único”, tan incluyente que al llegar el logro de un sistema plural de partidos, se confirmó que ahí estaban todos, en el partido que confundía unidad con unanimidad. Con elecciones legales y el sistema plural de partidos, todo era posible. Y en menos de veinte años se les desmoronó el castillo de naipes.

Hoy gobierna un partido hecho en poco tiempo por un solo hombre. Y se quejan los propios seguidores de AMLO al escuchar que se hable del gobierno de un hombre solo. Muy poco tiempo de vida institucional tiene el partido Morena. Y ya está conformado por una pluralidad cuyo impulso está en el hartazgo del pueblo, de los ciudadanos, para no ofender a unos y otros, ni a los fifíes ni a los de abajo. Todavía admira la capacidad de López Obrador para hablar en el lenguaje de las mayorías, tanto en el Norte como en el Sur, tanto en las cada vez mayores concentraciones urbanas, como en las dispersas poblaciones del abandono rural, Eso no se discute. Pero a su mando hay un vasto ejército de tránsfugas y él confía en el pregón religioso, del bien que es Cristo, contra el mal que es el Diablo.

Por eso inquieta que en sus madrugadores mensajes a la Nación haya justificado la violación de la norma constitucional que nos declara Estado laico, al dar respuesta a las denuncias del acto religioso celebrado en Bellas Artes en homenaje al sacerdote supremo de la Luz del Mundo, bajo patrocinio de militantes de Morena: “Somos laicos, pero hay que ser tolerantes”. Respetuosa, pero firmemente hay que decirle que no, señor Presidente. No hay tolerancia alguna para la violación de la ley, de la ley suprema, de la norma constitucional. Y ante la agresión del tal Trump, el gobierno de la República, hace de la tribuna un púlpito para las voces del cura Solalinde y un pastor evangelista desconocido.

Y ahora, ante el llamado de atención del diputado Muñoz Ledo, los de la Cuarta Transformación lo acusan de “chaquetero”, de haber militado en cuanto partido han parido los montes de la pluralidad ya demolida. Y lo hacen al recibir en el Congreso a Marcelo Ebrard, el de las mil capas y el infinito número de partidos. Dirán que tanto Ebrard como Muñoz Ledo fueron del PRI, aunque don Porfirio llegó a presidir al tricolor en las horas del desplome financiero y la marcha hacia el abismo. Cosas del talento. Así sea camaleónico. Ebrard vistió toga romana para llegar en triunfo y decir figurativamente: Vine, vi y vencí. Convocó a los legisladores a incorporarse a la lucha y acompañar a la representación gubernamental.

El presidente de la Cámara de Diputados le pidió que precisara “si hay o no otro pacto, porque en Estados Unidos dicen que sí.” Y ante el triunfalismo de Marcelo Ebrard, Muñoz Ledo le recordó que no es primer ministro para asumir todas las decisiones: “Que no lo hinchen tanto, porque lo van a reventar.” Aquí no hay ministros, sino secretarios a los que el titular del Ejecutivo puede designar y despedir libremente. Pero en estos oscuros amaneceres, el Presidente López Obrador iluminó las páginas del poder presidencial y ordenó que cinco de esas dependencias estuvieran bajo el mando del Canciller Marcelo. Y diría en el mañanero que el nombramiento “despertó celos y sentimientos.”

“Es mi facultad”, dijo, “no se autonombró Marcelo Ebrard, yo tomé la decisión. Tiene toda la experiencia para encabezar al grupo que está atendiendo el asunto –es un profesional”. Ha de serlo. Autonombrarse equivaldría a un golpe de mano. Y no queda sino dar crédito a la secretaria de Gobernación, por recordar que en mayo pasado 144 mil migrantes que estaban en México habrían encontrado el momento adecuado para cruzar a Estados Unidos. Por sonreír al responder que no es celosa ni con su marido. Y por declarar que la renuncia de Tonatiuh Guillén López al Instituto Nacional de Migración fue antes platicada con ella; y que seguirá colaborando en Gobernación, porque “es un gran académico, un gran conocedor del tema.”

De tiempos idos llega el eco de una frase lapidaria: “Para presidentes de altura, ministros de cabotaje”.

Y ahí viene la tempestad. Alejandro Moreno Cárdenas presentó su renuncia definitiva al cargo de Gobernador de Campeche. Antes de soplar vientos del Norte, el Congreso del estado designó Gobernador Constitucional a Carlos Migue Aysa. Y ahí estuvo éste, en la conferencia mañanera, sentado al lado de Cuitláhuac García, Adán López, Rutilo Escandón y Alejandro Murat.

Para uno que madruga, uno que no se acuesta. O algo así tendrán que reconocerle a Alejandro Moreno Cárdenas, quien cumplió su palabra y ya está en campaña. Con mucha ventaja. En una contienda política libre y pareja entre militantes, como en los gallos: el gane está en el amarrador y el soltador. Pero ante todo, en apostar a un buen gallo.