Alberto Híjar Serrano
La escalada anarcoide lanzó en los setentas la consigna “ni Dios ni amo, ni partido ni marido”. Contra todo poder autoritario y por la emancipación de las mujeres, la consigna ha dado lugar a investigaciones históricas tan profundas como las de Silvia Federici con fundamentos económico-políticos y la negación a toda costa de las capacidades femeninas, como condición necesaria de la acumulación capitalista. Sin embargo, la repulsa del Estado apunta a poderes comunitarios con excepciones político-militares como las de las militantes kurdas. Si esto ocurre con el apoyo de la perspectiva de género hasta llegar a reformas constitucionales y a la fundación de instituciones, no ocurre lo mismo en la tradición antipartidaria en disputa del poder social. La exaltación de la “sociedad civil” para transformar la historia impide la construcción de programas de largo plazo y la consiguiente reproducción de la militancia, más allá de la agitación y propaganda. El triunfo de AMLO y la debacle de los partidos tradicionales, el PRI y el PAN en especial, no concretan la necesidad de transformar la sociedad civil, límite del autoritarismo burgués, para dar lugar a la sociedad política, tal como plantea Marx en la X Tesis sobre Feuerbach para dar paso a “la humanidad socializada”. El repudio a todo socialismo luego de la debacle de los partidos comunistas a partir de la caída del Muro de Berlín y de la URSS, incorpora a la “democracia sin adjetivos” como pura utopía contradicha por la terca realidad, para reducir la política a declaraciones altisonantes y movilizaciones más o menos escandalosas.
No hay crítica histórica para advertir cómo los planes en el siglo XIX y principios del XX, plantearon proyectos de Estado acompañados por combates políticos-militares por la nación para construir partidos liberales tan efectivos como el que logró el triunfo contra el Imperio de Maximiliano y el proyecto anarquista del Partido Liberal Mexicano que el magonismo organizó con el nombre del partido del Estado burgués para darle orientación anarquista. La reducción corporativa del partido de Estado durante el gobierno de Lázaro Cárdenas liquidó la dialéctica necesaria entre el movimiento obrero, el campesino y el movimiento sindical de electricistas, ferrocarrileros, maestros y trabajadores de la salud, brutalmente reprimidos a fines de los 50’s y principios de los 60’s con el consiguiente desastre del Partido Comunista Mexicano. El Movimiento de Liberación Nacional es planteado por el doctor Mario Rivera Ortiz como el principio de la destrucción del partido ante la posibilidad fallida de alcanzar el poder presidencial mediante un frente popular. La expulsión del Comité del Distrito Federal, en 1960, dio lugar a una discusión de principios que no se ha vuelto a repetir. La organización del PRD, del Partido del Trabajo con apoyo de la Presidencia de la República y del Verde emulando los efímeros éxitos europeos, se convirtieron en reparto de cuotas de poder y del gran defecto del patrocinio de Estado según los éxitos electorales.
La situación actual de MORENA revela la grave resistencia a organizar un partido con un Congreso Nacional en el que se discuta durante el tiempo que sea necesario, el proyecto histórico económico-político y social. Señal de esta resistencia, es la dificultad de formar militantes y cuadros en una institución que cuenta con el proyecto de intelectuales de MORENA tan destacados como Rafael Barajas “El Fisgón” y Pedro Miguel.
La reflexión histórica tendría que considerar a la oposición radical político-militar organizada en una poderosa liga, frentes, movimientos, fuerzas, con la excepción de Unión del Pueblo que formó el Partido Revolucionario Obrero Campesino Unión del Pueblo. Las aplicaciones marxistas-leninistas quedaron en principios insuficientemente historificados. La exaltación del heroísmo, el sacrificio frente al terrorismo de Estado, está en espera de una crítica económico-política sin autocomplacencias y con perspectiva partidaria, aunque adopte otro nombre. De otra manera, todo quedará en triunfos efímeros obstaculizados y derrotados por el enorme poder de los medios y la industria de la incultura. Sólo hay que ver los casos de España con Podemos y el más reciente de Grecia. Los conspiradores de las radiotelevisoras, la prensa excluyente de las luchas populares, la cultura y el espectáculo orientados por grandes consorcios incluyendo al deporte sin perspectiva nacional, no cuentan con la resistencia organizada del lado del pueblo reducido a heroicos proyectos comunitarios imposibilitados de crecer y consolidar proyectos internacionalistas.