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Opinión

Floriberto Díaz

María Teresa Jardí

La expropiación de las palabras para tergiversarlas y el olvido a los mejores han sido, desde Carlos Salinas, formas de funcionamiento del neoliberalismo.

Son un puñado de hombres y mujeres los que cada siglo se ganan con sus obras un lugar para siempre en la historia. Seres extraordinarios que pican piedra con su ejemplo. Coherentes personas que dictan cátedra con su sola presencia. En general agnósticos y por ello mucho más abiertos. Adelantados a su tiempo, se ubican siempre un paso adelante del resto. Seres imperdibles que a los que los conocemos nos despiertan el sentimiento de que valió la pena la vida.

Uno de ellos es Pedro Uc y otro sin duda fue Floriberto Díaz, a quien hoy le pretenden robar lo que fue, traidores ladinos al servicio del neoliberalismo, buscando hacer creer que son lo que jamás van a ser. Adelfo Regino es un buen ejemplo.

Floriberto Díaz nació en Santa María Tlahuitoltepec, Mixe, Oaxaca. Fue antropólogo y hablaba varios idiomas, entre ellos el mixe, su lengua materna, el zapoteco y el castellano y, si mal no recuerdo, el alemán. No le avergonzó nunca haber nacido integrante de un pueblo originario y lejos de eso vivió con orgullo su cultura e identidad y se dedicó, acompañado por los ancianos, a impulsar la gestación del proceso de organización de la nación mixe y de cerca contribuyó, junto con Joel Aquino y Juanita Vázquez, a hacer lo propio con la nación zapoteca. Lo que sin duda lograron también hacer Joel y Juanita en Villa Hidalgo, Yalálag, Oaxaca, y en otras comunidades circundantes y no tan circundantes.

Floriberto investigó y escribió, entre otros temas, sobre comunalidad y territorio. Combatió el indigenismo tan pernicioso para las naciones originarias y dejó una huella indeleble en la lucha que hoy llega con el zapatismo a la suma de muchos Caracoles a los ya existentes, amenazados por el desarrollismo depredador que siembra muerte por donde pasa.

En su legajo de obra escrita, muy amplia por cierto, en un ensayo titulado “Comunalidad: más allá de la democracia”, Floriberto escribió: “... Propongo no esperar una hecatombe mundial para activar nuestras creatividades, en los tiempos mejores tenemos que prepararnos para estar bien y mejor en las peores condiciones. Esto significa que debe tomarse seriamente el hecho irreversible de que los nacionalismos y estados monolíticos ya no tienen futuro, que la búsqueda del oprimido por parecerse a su opresor no es más que un acto etnocida desde dentro. Y esto vale también para el mestizo que pretende blanquearse, aunque le sigan naciendo hijos prietos o mulatos. Aceptemos nuestra realidad. Aceptémonos tal como somos, para que tengamos seguridad en nuestra capacidad y en nuestras acciones...”.

Presentes están sus ideas entre los integrantes de la nación maya, como lo están en muchos otros de los pueblos originarios del planeta, no sólo en los pueblos que erróneamente fueron obligados y nos acostumbraron a reconocer como tales y a llamar indígenas a sus componentes a manera de borrar los gentilicios que conllevan al derecho a la identidad y a la cultura propia.

Por el pueblo catalán son reconocidas sus ideas y su lucha hermanada en la necesidad de los hombres y mujeres de defender el territorio para ser libres y soberanos y segura estoy de que también por el pueblo vasco y por el pueblo andaluz y por muchos otros cruzando las fronteras que el capital impone para depredarlo todo.

Floriberto se convirtió por méritos propios en un ser universal. Es un honor haberlo conocido. Como es un honor conocer a Pedro Uc, filósofo, poeta y literato maya, universal también.

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