Alejandro Solalinde
La ruta del Reencuentro Nacional
Nuestro país está entrando a un período de cambios profundísimos y complejos; actores clave como una nueva ciudadanía y el presidente Andrés Manuel López Obrador empujan fuerte a un nuevo modelo relacional entre gobierno y pueblo, consistente en la oportuna información los asuntos nacionales que va formando la consciencia social. Una ciudadanía enterada puede formar sus pareceres y tomar sus decisiones. Este proceso parece sencillo, sin embargo, nos resulta difícil, pues no contamos con el lastre del pasado, con experiencias negativas, con malas prácticas relacionales entre autoridad y ciudadanía. No recuerdo, como historiador, algún período en el que un mandatario haya tenido el cuidado de estar informando a su pueblo, contemplarlo como su principal destinatario, sujeto social y reconocer que en él reside la soberanía nacional (Art.39 de la Constitución mexicana); él es quien manda y el presidente López Obrador obedece, eso es mandar obedeciendo.
Sin embargo, una parte de la ciudadanía no ha entendido aún, ni valorado este trascendental viraje político; en algunos, hay cierta confusión causada principalmente porque el discurso del Ejecutivo federal no se ve reflejado de inmediato ni en todos los sectores del país. Ha sido lenta la organización (no se ha logrado mover el “elefante del burocratismo”) En unos servidores públicos sí se está percibiendo la diferencia, pero en otros no; vemos más de lo mismo, metidos, incluso, en las mismas mañas de antes: no ha faltado quien quiera ir acaparando el poder con miras al 2024 e ir extendiéndose como hiedra, al mismo tiempo que va controlando todo. ¡Es la táctica perversa del gobierno anterior! que se conserva viva, desgraciadamente, en algunos morenos oportunistas.
Más allá de la fidelidad o infidelidad de la diligencia o burocratismo de los nuevos servidores públicos es vital echar una miradita a nuestra historia, o a lo que se ha escrito de ella (historiografía) a fin de ubicarnos en el aquí y ahora de México. Habida cuenta de que la historia la escriben los vencedores, los poderosos, imponiendo su visión, trataré de hilvanar algunos hechos pasados significativos que nos posibiliten una comprensión realista de lo sucedido después de las elecciones del 1 de julio de 2018:
Una primera evocación arranca del Imperio, del dominio azteca, Mesoamérica, territorio sometido, fragmentado y confrontado, aguarda el cumplimiento de la profecía del Quinto Sol, la era de Quetzalcóatl.
Una segunda referencia la dato en 1519, el arribo de Hernán Cortés como el inicio del dominio colonial español: él aprovecha profecías, división existente, alianzas con pueblos antiaztecas para dominar (1521) y declarar “las Indias” propiedad europea. Dominación que se consolidó con el binomio conquista-evangelización.
Lo que siguió en ese siglo XVI fue la entrega de las tierras conquistadas, reconocidas como propiedad fundada por el Papa Alejandro VI a la Corona Española de todo lo descubierto y por descubrir: tierras, cosas y personas, a cambio de su evangelización. La mentalidad española de la época, más medieval que renacentista, reconocía al Sumo Pontífice como dueño de todo y de todos. Como quien dice, el Papa regaló México a España.
Años después, el Papa Julio II concedió el Patronato a la Nueva España: el rey era el patrono de la Iglesia con el derecho de administrar diezmos, nombrar obispos y sacerdotes, intervenir en disputas eclesiásticas, autenticar documentos oficiales. 300 años de dominación española.
Tres siglos después, se luchó por la Independencia del dominio español (1810-1821) y comenzó (S. XIX, a 2019) una nueva dependencia nacional, ahora con los EEUU, su sistema capitalista, sus poderes fácticos, sus continuas intromisiones en la vida del país, relación comercial, tecnología, invasión cultural, influencia en políticos y militares mexicanos formados en instituciones norteamericanas, venta de armas… Somos el primer socio comercial ¡dependiente de Estados Unidos!
Hoy, la transformación nacional incipiente representa muchos desafíos para la ciudadanía, porque constata inercias burocráticas, resistencia al cambio, a la sustitución de patrones viciados de conducta motivada por intereses materiales y egoístas. Hay impaciencia y hasta cierta desconfianza hacia el futuro próximo, debido a la incertidumbre y desastre de las décadas pasadas. Y no es para menos: pasar así nomás, de gobiernos vendepatrias que abandonaron a la mayoría empobrecida, para favorecer a los más ricos, para luego transitar a otro que le informa la verdad, lo sirve y es aliado, no es fácil para muchos asimilarlo.
Un aspecto oportuno para reflexionarlo en nuestras fiestas septembrinas es la fuerte atracción de nuestro país hacia el estilo de vida norteamericano, debido a gobiernos malinchistas anteriores. Es innegable que la moda entre aquellos políticos y empresarios era enviar a sus hijos al extranjero, sobre todo a EEUU. Lo que se convirtió entre jóvenes acomodados en aspiración común, sinónimo de distinción y progreso. Y al revés, mientras más alejada estuviese su educación de indios y nacos; en la medida en que se renegara de nuestras raíces autóctonas, se accedía a una imagen chida, más aceptable en el mercado laboral y en altos círculos sociales. No dudo que hasta alguna entidad norteña haya querido anexarse a Gringolandia.
Con la alternancia del nuevo modelo, político y económico se detonan cambios radicales en otros campos de la vida nacional. El 1 de julio de 2018 arrancó una lucha nacional por una nueva independencia. ¡Tenemos país otra vez! Estamos ya en ruta emancipatoria. Rescatamos a México del secuestro, estamos recuperando a un país prácticamente en venta, lo arrebatamos a tiempo de manos de vendedores y compradores, aunque los saqueadores nos heredaron una deuda que ahora los mexicanos tenemos que pagar. ¿Dónde están esos gobernantes corruptos, vendepatrias para que nos rindan cuentas de la ruina nacional que nos dejaron?
Los prianistas nos endeudaron y comprometieron nuestra soberanía, nos han hecho pagar el Fobaproa y ahora la descomunal deuda externa. Deben investigarlos, castigarlos y obligarlos a devolver lo robado. A la Fiscalía General de la República, la Secretaría de la Función Pública y la Unidad de Investigación Financiera corresponden estas acciones. Con los malos gobiernos se fue perdiendo nuestra autonomía.
Al estar celebrando nuestras fiestas patrias resuena en nuestra mente el concepto de patria, con muchas acepciones. Yo la entiendo esencialmente como la familia nacional, su territorio, sus culturas, sus valores, su historia. Nuestra patria no puede estar completa si nos falta alguien, si están presentes los relegados, los excluidos. La patria no se construye sólo con discursos, por la veneración de los símbolos nacionales, sino aprendiendo a ser familia con todas y todos. Educarnos para ser patria con todos. Patria es un acto de inclusión, es la unidad, la convergencia de nuestra rica diversidad humana, cultural, espiritual. La patria somos todas y todos, ¡por esto, es primero!
Si todos los habitantes del país jalamos parejo, sin importar la opción política, condición económica, religiosa, social, de género, podemos construir una patria honesta, incluyente y próspera. En nuestras manos está superar diferencias y trabajar con lo que nos es común. Es más lo que nos une que lo que nos separa, ¡dialoguemos, pongámonos de acuerdo! El gobierno se tiene que reeducar para ser patria; la Iglesia Católica y las Iglesias hermanas cristianas, también nos tenemos que reeducar para hacer patria.
Estamos urgidos de una vida gratificante, orgullosa de lo nuestro; disfrutar nuestro vecindario, nuestro barrio, nuestro pueblo, usar nuestras prendas de vestir, degustar nuestras comidas, visitar nuestros sitios históricos, turísticos, pero, sobre todo, practicar nuestros valores familiares, comunitarios indígenas, cristianos, espirituales. Es el tiempo de la creatividad y la democracia. Lo primero y lo mejor para los que antes no contaban, para los más relegados. Que ningún joven se vea desmotivado y piense en quitarse la vida. México es una bella razón, suficientemente fuerte como para que nadie se suicide. Tenemos un incremento de suicidios sobre todo en Yucatán, entre población joven, presa de condiciones adversas. En nuestras manos está generar condiciones motivantes para ellos.
Hacer patria, en el caso de los cristianos, es tomar en serio las enseñanzas de Jesús, ponerlas en práctica.
Hacer patria es apuntalar el cambio radical que requiere nuestra nación, aceptarlo es mejor que sólo gritar “¡Viva México!”.