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Opinión

Engels

Alberto Híjar Serrano

La Asamblea General de Trabajadores conmemoró el sábado 10 de agosto la muerte de Federico Engels el 5 de agosto de 1895, con un acto sobre la vigencia de sus investigaciones acompañado por intervenciones musicales.

La primera que habría que destacar es la del título con los objetos de investigación necesaria para aclarar el poder capitalista. La familia, la propiedad privada y el Estado son los constructos claves de la ideología dominante reproducida en los usos y costumbres de la familia, sea patriarcal o la de las madres solteras o viudas que procuran comportarse como padres a partir de su trabajo de proveedoras. La propiedad privada es principio y fin del trabajo y su valoración para satisfacer las necesidades nada naturales sino impuestas, de la acumulación capitalista. Y el Estado, es el garante de que todo esto funcione con leyes y reglamentos adecuados, parlamentos con representaciones indirectas de profesionales de la política, esa práctica alejada de las necesidades de los representantes ignorados. Ellos ignoran quién los representa y los representantes no saben a quién representan.

Nada de esto depende sólo de las voluntades ciudadanas ni de la buena fe de los gobernantes. Tampoco de la democracia abstracta, ni de la Justicia ni del Derecho. En el Prólogo al Tomo II de El Capital, editado cuando Marx había muerto, Engels refiere los comentarios adversos de teóricos de la economía y la historia y uno que otro político. Decían que nada nuevo plantea Marx que no hayan tratado Adam Smith y David Ricardo, al desarrollar la economía política con la inclusión del trabajo productor de plusvalía, ese valor de más expropiado por los amos sin remedio. Engels abre un paréntesis para comparar a Marx con Lavoisier, quien repitió los experimentos de Priestley y Scheele para explicar el fuego, la combustión suspendida con una campana de cristal o metal para apagarlo. Aire desflogistizado, aire no ígneo, llamaron los sabios al contenido de la campana, aludiendo al flogisto, esa sustancia misteriosa que aparece en la ignición. Lavoisier, en cambio, llamó oxígeno al elemento en cuestión, lo describió y así fundó la química como ciencia sin sustancias misteriosas o milagrosas. Pues bien, dice Engels, Marx desflogistiza la historia y la explica como lucha de clases al alcance de la humanidad para su transformación sin espíritus ni dioses providenciales.

Aporta Engels a la crítica de la dialéctica hegeliana, su investigación sobre la Dialéctica de la Naturaleza mediante la crítica a la física, la química, la biología y las matemáticas de su tiempo. La química del carbono, en especial, le permitió probar la conversión de la cantidad en la calidad, de modo que la transformación de la materia no es casual ni depende de fuerzas misteriosas. Mientras Marx seguía la línea de Engels en su investigación sobre “La clase obrera en Inglaterra”, fue encargado por la Internacional de los Trabajadores para enfrentar al famoso profesor Eugene Dühring y sus apreciaciones sobre la violencia en la historia. Hay una enojada carta de Engels a Marx, en la que se indigna del encargo que cumplió con creces mientras Marx podía dedicarse a su proyecto de crítica de la economía política. Sin embargo, los sacrificios que esto implicaba hasta llevar a la miseria a la familia Marx, procuraron ser aliviados por Engels gracias a su trabajo de administrador de la fábrica textil de su familia. La solicitud de Marx de que escribiera los artículos solicitados por New York Tribune fue cumplida a regañadientes sin discutir a fondo la ficha sobre Simón Bolívar para un diccionario, donde fue calificado como cacique criollo. El Antidühring resultó un estudio histórico fundamental de la violencia, las guerras y el poder del Estado, en relación con el clásico de la teoría militar del general napoleónico Karl Von Clausewitz. La dialéctica materialista e histórica es desarrollada contra todo fundamentalismo y apunta a una historia necesaria de las armas y los desarrollos tecnológicos que a la postre acrecientan la producción industrial, ordenan a los ejércitos y educan a los soldados bajo la tesis de la violencia como recurso exclusivo del Estado para dar lugar a una jurisprudencia contrarrevolucionaria y contrainsurgente. El bien ganado apodo de El General de cuando cumplió el servicio militar obligatorio en el ejército prusiano, fue honrado con la investigación, por ejemplo, de los cerrojos de los rifles aplicados a la inviolabilidad de las cajas fuertes y la propiedad privada que resguardan.

Poseedores de una cultura literaria muy por encima de sus contrincantes políticos, Marx y Engels valoraron la aportación de los escritores a la producción de sentimientos, sensaciones e ideas. En especial, cabe recordar la correspondencia entre la escritora inglesa Margaret Harkness y Engels en 1888. La autora le envió orgullosa su libro City Girl, en el que exalta el trabajo del Ejército de Salvación con los condenados de la tierra. Engels le respondió con una cortés felicitación, seguida por la afirmación de que mientras más oculte el escritor sus posiciones políticas en una narración compleja, más efectivo será el efecto transformador de los lectores. La “forma sin adornos” tendría que imponerse a los excesos descriptivos y las efusiones románticas para lograr la caracterización de “caracteres típicos en situaciones típicas” para, de esta manera, orientar el análisis de las relaciones sociales. Si todo esto se aplica, se dará “el triunfo del realismo” que no es un derrapón metahistórico planteando un sujeto dador de sentido por encima de las determinaciones materiales. Toda una lección de praxis estética.

Basten estos planteamientos vigentes, para agradecer a los compañeros marxistas frente a un extraño monumento con un busto de Engels en un transitado cruce de avenidas por los rumbos de Televisa Chapultepec.

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