Ariel Juárez García
La paz verdadera es posible cuando las personas son capaces de resolver sus conflictos sin violencia y pueden trabajar juntos para mejorar la calidad de sus vidas. La paz surge de una comprensión mutua y genuina. Ser pacífico es algo más que evitar las peleas con los demás o simplemente sentirse tranquilo con uno mismo. En este sentido, la persona pacífica es aquella que no sólo toma la iniciativa en llevarse bien con otros, sino que, también con sus acciones fomenta la paz.
La paz es algo que la gran mayoría de la gente anhela desde tiempos inmemoriales. Es aquella hermosa cualidad de la existencia que se busca con anhelo, pero rara vez se halla y pronto se acaba. En un sentido estricto, la paz sólo puede existir en la vida del ser humano cuando hay ausencia de conflictos, de violencia y de una total carencia de miedo.
La paz la disfruta toda aquella persona que: a) vive en seguridad, sin temor ni amenaza de violencia y ninguna forma de agresión; b) percibe la igualdad ante la ley, confía en los sistemas de justicia y se da cuenta que las leyes no sólo son efectivas, sino que también protegen los derechos de las personas; c) percibe cuando el gobierno muestra una correcta responsabilidad ante las personas; d) tiene acceso justo y equitativo a las necesidades básicas para su bienestar, como alimentos, agua potable, vivienda, educación, salud y un ambiente de vida apropiado; e) tiene la misma oportunidad de trabajar y ganarse la vida, independientemente del sexo, la etnia o cualquier otro aspecto de su identidad.
“…promover la adopción de los derechos humanos fundamentales, respetar las obligaciones con las fuentes del derecho internacional y unir la fuerza de los países independientes para mantener la paz y la seguridad internacionales”, cita el Preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas como su objetivo. De común acuerdo con esta declaración, los tratados sobre derecho internacional de los derechos humanos hacen referencia o consideran que los principios proclamados en la Carta de las Naciones Unidas, el reconocimiento de la dignidad inherente y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana es el fundamento de la libertad, la justicia y… la paz.
Dada la importancia que tiene la paz en la vida del ser humano, se hizo oficial la conmemoración del Día Internacional de la Paz, a veces extraoficialmente conocido como el Día Mundial de la Paz, que se celebra anualmente el día 21 de septiembre. Este día está dedicado a la Paz, y específicamente a la ausencia de guerra y violencia, como la que podría ocasionar un cese del fuego temporal en una zona de combate para dar acceso a la ayuda humanitaria.
La idea de la no violencia mundial es una motivación para que las personas y las naciones cooperen ya sea de manera voluntaria o en virtud de un sistema de gobernanza que impida la guerra.
Con un buen propósito y las mejores intenciones, desde 1945, las Naciones Unidas han operado con el objetivo de resolver conflictos sin guerra o declaraciones de guerra. No obstante, las naciones han entrado en numerosos conflictos militares desde entonces. Las personas tienen desacuerdos por distintas razones, y algunas pueden ser complicadas. Además, no todo el mundo está dispuesto a hacer las paces.
Aunque todos nos vemos afectados por la adversidad, hay quienes pierden por completo la esperanza; no creen que la situación vaya a mejorar, no ven la luz al final del túnel.
Algunas personas consideran que la violencia es el único medio para conseguir libertad política y pureza espiritual, que sólo con el uso de la fuerza puede acabarse con los dirigentes no deseados. Otros creen que para triunfar en el mundo actual hay que inspirar temor y ser agresivos, o incluso violentos. Y también hay gobiernos que se valen del terror para mantener el orden y controlar a la población.
Una adolescente cuya tierra natal sufría los estragos de la violencia terrorista escribió: “Sólo espero cada día que no resulte muerto nadie de mi familia o mis amigos. [...] Tal vez necesitemos un milagro”. Como ella, muchos han llegado a la conclusión de que la solución a los problemas de la humanidad está más allá de la capacidad humana.
Los seres humanos llevan miles de años tratando de resolver por sí mismos sus problemas políticos, religiosos y sociales, pero todos sus intentos han resultado fallidos. Las personas tienen desacuerdos por distintas razones, y algunas pueden ser complicadas. Además, no todo el mundo está dispuesto a hacer las paces.
Según comenta su autor, A. Cagliani, (Guerras en la Historia de la Humanidad) de la Facultad de Historia de Buenos Aires: “En los últimos 5,000 años de historia, la humanidad sólo estuvo 900 años en paz, en los cuales los hombres se preparaban para el conflicto siguiente. Más de 8,000 tratados de paz se han firmado en el transcurso de los últimos 35 siglos. Desde 1945 hasta finales del siglo XX se disputaron 140 guerras con 13’000,000 de muertos.”
Nadie puede negar que el mundo sigue siendo considerablemente menos pacífico que hace una década. El nivel promedio de paz se está deteriorando en un 3.78% desde 2008. La paz mundial mejoró muy poco durante tres de los últimos diez años.
La caída de la paz mundial sigue su curso. Durante la última década se registraron una “amplia gama de factores”, entre ellos, el aumento de la actividad terrorista y la intensificación de los conflictos en el Medio Oriente. También hubo aumento de las tensiones regionales en Europa oriental y el Noreste de Asia, así como el incremento del número de refugiados y el crecimiento de las tensiones políticas en Europa y Estados Unidos.
El duro golpe económico de la violencia refleja el deterioro de la paz que nuestro país ha experimentado en los últimos cuatro años. “El impacto económico de la violencia en México se estimó en 5.16 billones de pesos (US$268 mil millones) en 2018, lo que equivale a 24% del PIB de México”, señala la publicación “El Índice de paz de México 2018”.
Lo anterior representa un aumento de 10% en comparación con 2017 y un incremento de 38% desde 2015. Para poner estos datos en perspectiva, el impacto económico de la violencia fue 10 veces mayor que el gasto público en salud y ocho veces mayor que el gasto en educación. Hay que tener presente que las reducciones a la violencia, aunque éstas sean pequeñas, pueden ejercer un efecto positivo importante sobre la economía.
Desafortunadamente, el deterioro de la paz mundial no se detiene porque la inclinación del corazón del hombre es mala desde su juventud. Por eso no extraña que hasta los niños desde pequeños tengan una inclinación innata a portarse mal. De hecho, todo ser humano nace con la tendencia a obrar mal. A fin de no aumentar el deterioro de la paz, es necesario hacer un gran esfuerzo, como si uno estuviera remando contra la corriente.
No hay que olvidar que, toda acción intencionada, sea buena o mala, se origina en la mente. Si uno piensa en cosas limpias y positivas, obrará bien. Por el contrario, si uno permite que los deseos egoístas germinen en la mente, es muy probable que acabe obrando mal. Así, puede decirse que una persona tiene la opción de ser tan buena o tan mala como ella lo decida. Cada uno es responsable de sus actos. Tal como el volante de un auto o el timón de un barco controlan la dirección que éstos toman, nuestros pensamientos controlan nuestras acciones.
Para bien de la humanidad, es posible aprender a hacer lo bueno. La clave está en el amor, pues el amor no obra mal al prójimo. Si cada uno siembra en su corazón el deseo de cultivar amor al prójimo, sus pensamientos serán sanos y evitará hacer daño a su semejante, a fin de evitar el deterioro de la paz.
Hagamos las paces y…vivamos en paz.