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Opinión

Sorprender para ganar

María Teresa Jardí

A manera de explicación para las mujeres que se quejan de las marchas y para las que no lo tienen claro, la Dra. Sandra Peniche nos pone en su facebook el siguiente puntual recordatorio:

“Cada vez que sales a votar, no importa por quién lo hagas, lo estás haciendo gracias a mujeres que marcharon. Cada vez que sales a comprar anticonceptivos para poder decidir en qué momento y cuántos hijos tener… Cada mañana que sales de tu casa para ir a tu trabajo para poder ganar dinero para aportar en tu casa, sostener a tu familia o para tus gustitos... Cada día que vas o fuiste a la escuela a estudiar, y accedes... a todo el conocimiento igual que los hombres… Si pudiste divorciarte… Si eres ejidataria o formas parte de una unidad agrícola industrial de las mujeres, o formas parte de un grupo que trabaja en algún proyecto productivo o de servicio… Si al solicitar empleo, ya no te piden el examen de embarazo… Si trabajas, y tienes derechos a preservar tu empleo, con tu salario íntegro, cuidados médicos obstétricos, período pre y post parto sin laborar, períodos diarios de lactancia y permiso de paternidad en caso de embarazo… Cada vez que has ido al banco para abrir una cuenta a tu nombre, sacar una tarjeta de crédito o has comprado un coche, una propiedad, un viaje, o cualquier inversión sin necesidad del permiso por escrito de un tercero… lo estás haciendo gracias a mujeres que marcharon. Lo que tienes hoy, los privilegios que tienes...”.

Y, sí, gracias a esas mujeres que lucharon y a otras mujeres invisibles que apoyaron cada una de esas luchas y otras aún más invisibles: indígenas, costureras, esclavas en las empresas maquiladoras, mujeres de mineros, de pescadores y campesinos, maestras…, las mujeres conquistamos derechos de manera tardía las más de las veces y siempre reversibles por parte de los hombres que cuando obtienen el poder o se apoderan del mismo, apoyados por otras mujeres, muchas veces, dan marcha atrás en las conquistas. El caso de las maestras de la República Española es un claro ejemplo de lo que digo.

No basta para cambiar con el hartazgo para combatir la afrenta ni sirve el desahogo de la ira rompiendo vidrios o pintando piedras, lo que da armas al enemigo que lleno de miedo se esconde detrás del poder. Hoy las mujeres están de nuevo llamadas a ser vanguardia y eso los saben los hombres que se encuentran aterrados en lugares como Mérida, con una doble moral tan arraigada que permite a hombres y mujeres rezar el rosario cada día en las afueras de una clínica donde se imparte una educación sexual sana.

El desesperado llamado hecho por las jóvenes para visibilizar a todas las mujeres es heroico. Un llamado a los hombres para que se enteren de una buena vez y para siempre de que cada mujer asesinada es: madre, hija, esposa, amiga, hermana, amante, suegra, nieta, abuela… de cada uno de los hombres de planeta. Es importante parar para demostrar que sin cajeras: los bancos no funcionan, que sin maestras: las escuelas se paran, que sin cocineras, los padres a los hijos sólo les dan de comer chatarra…

Pero el paro del 9 de marzo no es para quedarnos encerradas en casa. Es para encontrarnos a dialogar, a discutir, a aprender y a enseñar, a entender y a proponer los siguientes pasos convirtiendo las plazas y calles en Agora.

La debacle que enfrenta el mundo necesita que las mujeres caminemos a lograr resultados concretos. Lo que pasa por discutir para entender que el cambio del sistema capitalista que se aplica, destruyendo todo, es lo importante. Las jóvenes mujeres están destinadas a ser esta vez la vanguardia del cambio de sistema, si logran entender que es quizá la última oportunidad que tiene el planeta.

Dos días que deben ser tornados en festivos por y para las mujeres recobrando la calle con la libertad que da la seguridad de que nadie tiene el derecho a privar de la vida a otra por razones de género, con el desprecio que eso significa. Libres y redentoras cada una de nuestra historia y de la historia de todas las mujeres agredidas.

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