María Teresa Jardí
Mientras veo la foto, en una red de hijos y nietos del exilio republicano, y leo los escrito encima de una hoja con un membrete del Estado Mayor del Cuartel del Generalísimo (Francisco Franco) y leo lo que por encima en letras negras se le ha puesto: “1 de abril de 1939” y lo que dice puesto con letras moradas: “¡La guerra ha terminado!”; hoja que en letras rojas alguien ha puesto escrita la siguiente leyenda: “La venganza, persecución, cautiverio y muerte ha empezado”, pienso en las similitudes con lo que se avecina con la pandemia, que seguirá a la declaración de pandemia de la OMS, por el descontrolado coronavirus.
No supimos, no entendimos, no quisimos o no pudimos los pueblos protegernos de los monstruos en que se iban convirtiendo los gobiernos en manos de los amos de los organismos internacionales y permitimos los ataques brutales a la naturaleza sin apenas oponernos.
Y donde dejamos de hacer la tarea tenemos hoy que volver a empezarla. De entrada necesitamos las familias ser autosustentables impulsando la siembra de verduras y yerbas comestibles en arroyos, balcones, jardines, macetas, azoteas…
La declaración de pandemia de un virus que se les descontroló propicia a los pueblos del mundo la posibilidad de empezar a funcionar con nuevas reglas establecidas por las propias sociedades regresando a la solidaridad que nos hermana como forma de vida y poniendo a la ética por encima de la moral para volver los pueblos a ocupar el sitio que nos corresponde.
Millones de hombres y de mujeres en el mundo han sido, a lo largo de siglos, despojados de todo por los que dejaron de servir a los pueblos para convertirse en esclavos envilecidos de los amos del mundo. Enriquecidos algunos hasta la náusea como en el caso de los neoliberales mexicanos.
El brutal ataque a la naturaleza anunciaba que se iba a dar una respuesta. Y hoy nos encontramos en manos de una crisis humanitaria que se ha convertido en pandemia de miedo, en la verdadera pandemia para la humanidad que inerme e inerte se encuentra ante ella y las decisiones de organismos internacionales que contradicen los números, pero que los gobiernos acatan con contadas excepciones.
Se les salió de las manos el virus del momento que va dejando de diezmar a los chinos, pero sigue asesinando yanquis y a los más desprotegidos habitantes de estados europeos en los que sus gobiernos obedecieron la orden de bajar las condiciones del “estado de bienestar”; que unos piensan que no fue y otros que dejó de ser; pero que en todo caso no fue más allá del ejercicio de la prestación del servicio de manera más o menos correcta por parte de los contratados, a través del voto ciudadano, para brindar un trabajo temporal de manera profesional a los habitantes de los pueblos. Pueblos que pagan los salarios de los gobernantes y entregan el dinero de manera cautiva las más de las veces (el IVA es un ejemplo) para que cumplan con la obligación de prestar los servicios, que son la única justificación de la existencia de los gobiernos.
El trabajo de los políticos es como el del servicio de las personas que van a lavar la ropa a las casas de los que no tienen lavadora. La persona que contrata entrega la ropa y el jabón y proporciona el agua. La persona contratada lava, tiende, recoge y dobla la ropa y al hacer la entrega recibe el salario convenido.
Desmantelaron los servicios de salud y hoy el coronavirus demuestra que los errores pasan las facturas de manera puntual y sin beneficio de espera para el cobro de las mismas.
Nada va a ser igual pasada la crisis que está sacando lo mejor y lo peor de la sociedad. Reacios que somos las personas a recordar, a fin de no repetir las calamidades que cíclicamente han hecho acto de presencia a los largo de la historia del humano sobre la Tierra.