Dr. Oscar A. García Solana
En una aportación pasada, trata Don Roldán Peniche acerca de la palabra “chabacano” y nos comenta que tanto Edgar Rodríguez como el Dr. Güémez Pineda omiten el término. Debe estar en lo cierto cuando se pregunta si está en desuso, porque desde mi generación, que debe ser la misma de Rodríguez y Güémez, no es de uso cotidiano.
Omite las acepciones más aceptadas en nuestro país, ya que es más común usar “chabacano” como albaricoque, fruta que nos recuerda el durazno o una ciruela grande de piel aterciopelada.
El Diccionario de la Real Academia Española nos trae su primera acepción como Don Roldán Peniche dice y, como cuarta y última, ésta referida a la fruta, pero hay que considerar que el DRAE es para españoles y, en última instancia, piensa en los americanismos a menos que la palabra tratada sea un americanismo en sí, como la palabra “anolar”, en la que de todas maneras los catedráticos responsables del DRAE cometen error al interpretarla como “roer”, cosa que para los yucatecos jamás ha sido, ya que para nosotros anolar es chupar y dar vueltas dentro de la boca a un dulce o fruta. Un castor que roe un tronco no lo está anolando; roer y anolar no son sinónimos.
Algo similar pasa con video y vídeo. Los puristas e hispanófilos en nuestras lajas dicen “vídeo”, con acento en la í, porque es la acepción que los españoles usan, pero usar video sin acento nos es más propio y así lo acepta el DRAE, nuevamente en su última acepción.
Recuerdo también la ocasión en que Don Roldán hizo alusión a la palabra “chafirete”, que no quedó bien definida porque no es un concepto de diccionario sino un término más común en determinada época en nuestro país.
Chafirete es un despectivo que se utiliza en México, y en algunos otros países latinoamericanos, para designar al chofer que transporta pasajeros, el que maneja automóvil, camioneta o camión para otros, no para transportarse solamente a sí mismo. Efectivamente, en la película de 1950, “Al son del mambo”, la actriz cubana María Antonieta Pons baila Mambo del ruletero, de Dámaso Pérez Prado, en el que en su letra se dice: “…Yo soy el chafirete, que sí, que no, el chafirete…”, dándonos la idea de que en años tan remotos ya se utilizaba esta palabra, y como bien decía Don Roldán Peniche Barrera, fue traída tal vez por cubanos a nuestro país.
Si conductor o chofer vienen del antiguo chófer y éste del francés chauffeur, y si sabemos que los diminutivos y despectivos en este idioma pueden hacerse con el uso del sufijo “ette”, utilizado en Francia y en la costa oriental de España y en las Baleares, entonces chaufferette viene siendo “conductorcillo”; podemos llegar a concluir que “chafirete” pudo haber nacido para desprestigiar o menospreciar a un chofer, para burlarse o hacerlo de menos, así como ahora a cualquiera que brinde un trabajo que requiera baja calificación se le llama “chino”. “Contrata a un chino para que te limpie tu patio”, se dice en ocasiones.
Pero la palabra chófer o chofer viene de chauffeur, como habíamos visto antes, y ésta viene de “chauffer”, calentar, porque quienes conducían los primeros automóviles, que carecían de un sistema de explosión por bujías, como lo tienen los modernos, debían calentar primero el motor para que la explosión del combustible en el cilindro se realizara, como actualmente sucede con los motores a diésel, ya que los primeros automóviles eran de vapor y de petroleo, como el caso del primer automóvil traído a Mérida por Don Nicolás Escalante Peón por encargo de Don Ignacio Duarte Escalante, para ser usado en el carnaval de 1891.
Así que los primeros choferes eran “los que calentaban” el motor, y luego por eufemismo, como lo conducían también pasó a ser “los que conducen el automóvil”.
Aunque hay que decir que antes de haber los automóviles ya existía la palabra chauffer, que era la que designaba a quienes calentaban las forjas y las calderas, como las de los ferrocarriles, o sea, refiriéndose a los fogoneros. Los primeros choferes, por consiguiente, no manejaban automóviles, qué curioso.
Volteo-Boljuan
Volteo es una expresión utilizada por los yucatecos de antes, para negarse a algo o rechazarlo, y tiene una fuerte connotación sexual. Significa poner a quien nos pregunta dándonos las espaldas para realizar en ellos el “pecado nefando”. Ejemplo:
–Oye Marcial, ¿a me prestas cien pesos?
–¿’Tas kas-loco? ¡volteo!
Al volteo se le oponía a veces por respuesta: Ponte hot y te pateo. Ponerse hot o jot es ponerse inclinado presentando las nalgas, empinado.
Para reducir un tanto la connotación sexual, las bocas castas evitaban el “volteo” y decían eufemísticamente Boljuan, traído del argot beisbolístico “ball one”; al menos así se escucha su pronunciación.