El pasado 24 de octubre se celebró en el mundo el Día Internacional Contra el Cambio Climático. Como era de esperarse, el Gobierno mexicano prácticamente no habló de este acontecimiento porque las políticas energéticas están enfocados a utilizar petróleo y carbón, que es lo que se está combatiendo a nivel mundial en la lucha contra el efecto invernadero, que afecta en forma alarmante a todo el mundo, y usted que está leyendo este artículo no se enteró precisamente porque el Gobierno no le dio difusión, por así convenir a sus intereses.
Como sabemos, el cambio climático es todo cambio significativo en el sistema climático del planeta, que permanece durante mucho tiempo y afecta grandes extensiones territoriales. Por eso es uno de los mayores desafíos que afronta en el mundo para su supervivencia. Y si bien es cierto que es un proceso natural que se desarrolla a través de los años, la verdad es que es cada vez más la contaminación ambiental generada por las actividades humanas –que son numerosas– se ha incrementado en forma alarmante. De no ponérsele un freno en el corto plazo, puede llegar a provocar la muerte de millones de especies que habitan el planeta, incluidos los seres humanos.
Entre los principales contribuyentes del calentamiento global se encuentran los gases de efecto de invernadero, entre los que destaca el dióxido de carbono, cuya liberación es considerada por especialistas como natural y adecuada para la supervivencia de muchas especies terrestres desde la época de la industrialización, actividad que ha superado con creces los niveles de los últimos tres millones de años. Un estudio elaborado por la ONU señala que los países que más emiten gases de efecto de invernadero son China, Estados Unidos, India, Federación Rusa y Japón, y las economías más ricas del planeta generan un 75% de estos gases en todo el mundo.
México se encuentra entre las naciones que generan menos del 10% del total de emisiones toxicas que recibe la atmósfera. Entre los principales efectos negativos que ocasiona el cambio climático figuran: el riesgo del aumento del nivel del mar, el cambio en la estructura de las lluvias, el derretimiento de los glaciares, las modificaciones de las regiones agrícolas afectando los ciclos de cultivo y sus rendimientos, así como la reaparición de enfermedades que parecían estar totalmente erradicas en el mundo.
También modifica la humedad del suelo, lo que incide directamente en la cantidad y disponibilidad de agua para consumo humano y sus actividades económicas como la agricultura y la industria; además, se pierden grandes cantidades de bosques y selvas, en los últimos 15 años esto fue debido a la actividad humana. Por ello es necesario adoptar medidas que contribuyan a disminuir la demanda de energía y, sobre todo, cambiar las fuentes y no depender exclusivamente de la quema de petróleo y carbón que tanto daño le hacen al planeta.
Otro gran problema que preocupa a nivel mundial es la falta de alimentos. Se avecina una crisis con el trigo –grano con el que se prepara la harina– por la falta de campos para cultivarlo; nadie se ha dado cuenta, salvo las personas que se dedican a comercializar a nivel mundial este producto, que empezará con una carestía del producto y después su carencia, veremos qué pasa.
En este contexto, la promesa climática del año 2025 es un esfuerzo de la Organización de la Naciones Unidas, cuyo objetivo es ayudar a los países a alinear sus compromisos climáticos con la meta 1.5 °C, fortalecer su calidad y viabilidad para la inversión y acelerar su implementación para impulsar el desarrollo sostenible. La temperatura media mundial se esperaba para este año entre 1.29 y 1.5 grados Celsius, por encima de la época preindustrial, ello pese a que en el Océano Pacífico se estaría desarrollando el fenómeno de La Niña, que induciría a condiciones más frescas en general.
Por cierto, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2025 (COP 30) se celebrará este mes en Belem, Brasil.