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Opinión

Estados Unidos. Cazar gorriones a cañonazos

"Afirmar que una fuerza aeronaval como la movilizada por Estados Unidos frente a las costas venezolanas tiene como objetivo “colaborar en la lucha contra las drogas" es un insulto a la inteligencia y la sensibilidad de los pueblos y las élites sociales de la región" asegura Jorge Gómez Barata.
Estados Unidos. Cazar gorriones a cañonazos
Estados Unidos. Cazar gorriones a cañonazos

Desde la Crisis de los Misiles en Cuba que en 1962 involucró a Estados Unidos y a la Unión Soviética, amenazando con el empleo de armas nucleares, y la Guerra de Malvinas, entre Argentina y Gran Bretaña (1982), en la cual Estados Unidos apoyó a Inglaterra y la OEA se lavó las manos, en el hemisferio no se registraba un despliegue aeronaval como el que ahora tiene lugar en el mar Caribe. ¿Para qué tan grotesca exhibición de fuerza?

Según Estados Unidos se trata de la lucha contra el narcotráfico cosa que, probablemente, ni ellos crean.      

Según diversas fuentes, se trata del despliegue del Grupo Anfibio Iwo Jima y la 22ª Unidad Expedicionaria de Marines, con base en Norfolk, Virginia, reforzada con 8 grandes buques de guerra, aviones de exploración P-8, un buque con prestaciones para operar aviones y helicópteros y, al menos, un submarino de ataque con propulsión nuclear. En total unos 4.500 marineros e infantes de marina todos asignados al Comando Sur con base en Miami. Con razón, Deutsche Welle (Onda Alemana), citando fuentes especializadas afirmó que “Las dimensiones del despliegue militar estadounidense en el Caribe representa un nivel de fuerza que supera significativamente los requerimientos de operaciones antidrogas convencionales, constituyendo una clara señal de coerción estratégica…”

El modo como opera el narcotráfico en su modalidad marítima, especialmente en el Mar Caribe poblado por un rosario de islas, se realiza desde los centros de producción de drogas de Sudamérica, México y el propio mar Caribe, hacia los Estados Unidos que son el principal y único mercado consumidor de importancia significativa en la región.

Para evitar ser detectados, las operaciones de narcotráfico marítimo se realizan mediante pequeñas y medianas embarcaciones y a veces aviones de pequeño porte. Especialmente se emplean lanchas rápidas que navegan cerca de las costas, enlazan posiciones ubicadas a distancias cortas y medias y que procuran confundirse con barcos de pesca, cabotaje o recreo.  

Salvando excepciones como la de Colombia donde, durante la vigencia del Plan Colombia cuando se establecieron varias grandes bases militares estadounidenses, usualmente, en los países donde se origina o se trasiega con grandes alijos de drogas, la lucha contra los carteles y narcotraficantes, con o sin la cooperación de los Estados Unidos, se realiza por las autoridades nacionales.

El auge de las drogas y del narcotráfico, así como la explosiva difusión de drogas sintéticas, entre otras los cannabinoides, el  fentanilo y los llamados “químicos”, así como de las adiciones y el narcotráfico, no se debe a la gestión de cultivadores y laboratoristas y al talento criminal de los narcotraficantes sino, a la incapacidad de los gobiernos concernidos, incapaces de aplicar políticas antidrogas.

En ello influye sobre manera la proverbial ineficacia, falta de visión y deficiente cooperación de los países desarrollados, más afectados, especialmente los Estados Unidos y Europa cuya colaboración es notoriamente ineficaz.  

Se puede afirmar que, además de la determinación en la lucha antidrogas de origen natural como la coca, la marihuana y amapola, el paso inicial y más importante es la lucha por diferentes medios, incluidos los económicos contra los cultivos.

Obviamente es más barato y rentable financiar a los campesinos y otros productores para que dejen de sembrar lo cual, además de las ventajas para la salud y el orden significa evitar los gastos que implica el enfrentamiento a los carteles y las mafias. Otra cosa es la lucha en los centros de consumo.

Por qué raras veces se apresan traficantes estadounidenses y europeos, y por qué son pocas las noticias acerca del descubrimiento de laboratorios y establecimiento donde se procesa, se preparan las porciones y se distribuye la droga lista para consumir.

Bien conducida, la lucha contra la droga es una actividad esencialmente policíaca, en la cual lo más importante, además de la lucha contra los cultivos en las áreas rurales y la profilaxis, es la labor de inteligencia y penetración. Lo mismo que en cualquier otra esfera delictiva, en la lucha antidroga debe prevalecer la tolerancia cero. En algunos países se critica y se reprime más al que fuma tabaco que al que fuma marihuana. Hay incluso marihuana recreativa y terapéutica. Si bien es cierto que la coca no es cocaína, es un precursor.    

Es insólito que en países desde los cuales la droga inunda al mundo, en nombre de tradiciones ancestrales, existan cultivos legales muy superiores a las necesidades médicas o industriales y se admita la existencia de sindicatos y asociaciones de productores de drogas. Hace poco, en un país sudamericano, un líder cocalero se convirtió en presidente de la república.

Es cierto que masticar hoja de coca es una costumbre ancestral de los campesinos andinos, pero también lo es que semejante práctica es hija de la pobreza y la incultura. Masticar la hoja tiene su origen en la pobreza, el hambre y el frío. Más bien sería preferible acentuar la lucha contra esos flagelos de origen social.

Obviamente un enfoque así requeriría tiempo, reformas sociales y voluntad política, pero en algún momento habrá que comenzar para erradicar el hambre y con ella la masticación de la hoja de coca. En nombre de la cultura no se deberían auspiciar prácticas nocivas antediluvianas.

Según el proyecto original los costos del Plan Colombia se calcularon en cerca de 10.000 millones de dólares que, bien administrados, hubieran bastado para financiar el desarrollo del campo colombiano, otorgar  créditos a los campesinos, sustituir cultivos y sembrar la campiña de escuelas, centros de salud e instituciones culturales  

Lo más lamentable es que ni Estados Unidos, como tampoco ningún país donde se produce drogas en cantidades significativas, donde se realiza el procesamiento y desde donde se inunda al mundo, existe una política antidrogas verdaderamente eficaz que combine represión, profilaxis, trabajo social y tolerancia cero. Legalizar la droga es como legalizar la prostitución que es inseparable de la “trata de blancas”.

Estados Unidos debería tener un Comando Sur para la cooperación, para apoyar el desarrollo rural y desplegar buques para asistir la lucha contra la pobreza y los países donde se cultiva la droga acabar de diseñar y aplicar políticas eficaces.  

Afirmar que una fuerza aeronaval como la movilizada por Estados Unidos frente a las costas venezolanas tiene como objetivo “colaborar en la lucha contra las drogas" es un insulto a la inteligencia y la sensibilidad de los pueblos y las élites sociales de la región. Allá nos vemos.

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