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Opinión

La Casa Común europea

"La confrontación ideológica y política entre el Este y el Oeste, calificada de “irreconciliable”, y la Guerra Fría, fueron desmontados pacíficamente gracias a las políticas aplicadas por la Unión Soviética bajo la dirección de Mijaíl Gorbachov, Borís Yeltsin y Vladímir Putin" escribe Jorge Gómez Barata.
La Casa Común europea
La Casa Común europea

Las reformas realizadas en la Unión Soviética a partir del 1985 dieron lugar a los cambios políticos más trascendentales desde la II Guerra Mundial cuando, al enorme país soviético, convertido en una superpotencia militar, política y económica, se sumaron varios estados de Europa Oriental, Yugoslavia, inicialmente China y Mongolia y más tarde Vietnam y Cuba, constituyendo lo que se llamó el hoy desaparecido Campo Socialista.

La confrontación ideológica y política entre el Este y el Oeste, calificada de “irreconciliable”, y la Guerra Fría -con su fatídico corolario de “destrucción mutua asegurada” que condenaba a la humanidad al exterminio- fueron desmontados pacíficamente gracias a las políticas aplicadas por la Unión Soviética bajo la dirección de Mijaíl Gorbachov, Borís Yeltsin y Vladímir Putin.

Las reformas encabezadas por Gorbachov y profundizadas por sus sucesores, fueron un postrer esfuerzo por salvar el sistema implantado en la URSS y en los países del socialismo real. No pudo ser, no por ineptitud ni falta de valentía política, sino porque ya el daño estaba hecho. El final no fue el esperado porque las reformas, en lugar de salvar al sistema soviético, precipitaron el colapso.

Al margen de las consecuencias internas iniciales que, para cada país, tuvo aquel ajuste geopolítico considerado el mayor de la era moderna, entre otras, por haber ocurrido en su mayor parte en Europa, con el tiempo tuvo un efecto relajante.

Las estrategias ideológicas y políticas, así como la proyección internacional de las reformas en la Unión Soviética, se basaron explícitamente en el reconocimiento de la supremacía de Occidente, lo cual, inobjetablemente, se expresó en el hecho de que todos los países de la Europa exsocialista y la treintena de los surgidos en los territorios exsoviéticos y exyugoslavos, entre ellos Rusia, adoptaron los sistemas políticos basados en la democracia liberal y la economía de mercado homologados con Occidente, cosa que nadie les impuso.

Cesó así la Guerra Fría, la confrontación ideológica y la hostilidad extrema y manifiesta de Europa y los Estados Unidos hacia Rusia y China, abriendo una oportunidad al comercio, los intercambios tecnológicos y la colaboración internacional que avanzó expresándose, entre otras cosas, en la globalización.

Pese a la resistencia conservadora, finalmente el liderazgo reformista ruso, trascendiendo el tupido entramado de prejuicios ideológicos gestados a lo largo de 80 años, avanzó primero en la distensión, la normalización y luego el estrechamiento de los vínculos con los antiguos adversarios. Europa vivió años magníficos.

Rusia heredó de la Unión Soviética las ideas de la coexistencia pacífica y la Casa Común Europea, integradas a la proyección de un “nuevo pensamiento político” que, en su momento, sedujeron a contemporáneos dentro y fuera de la URSS, y que hoy forman parte de su legado. Gorbachov, Yeltsin y Putin, líderes de la Rusia de hoy asumieron esa orientación y trabajaron por realizarla.

En 1991 Gorbachov escribió: … "Cuando me vi al frente del Estado ya estaba claro que nuestro país estaba enfermo… Estoy convencido de la razón histórica de los cambios iniciados en 1985… Hemos acabado con la Guerra Fría, se ha detenido la carrera armamentista y la demente militarización del país, que había deformado nuestra economía, nuestra conciencia social y nuestra moral. Nos abrimos al mundo y nos ha respondido con confianza, solidaridad y respeto”.

¿Rotos por la guerra, pero no liquidados, los conceptos avanzados de integración europea que llegan a expresarse en la bucólica alusión a la Casa Común que incluía a Rusia, Ucrania y Bielorrusia, países a la vez europeos y eslavos a la que aspiraron Gorbachov, Yeltsin y Putin, pudiera ser todavía un programa posible?

Para eso se necesita la paz que permitirá regresar a la concordia global. Al reencontrarse con Rusia, Europa se habrá reencontrado con ella misma y el mundo será un lugar mejor para vivir y disfrutar de una existencia feliz. La otra noticia es que ello depende de la cordura y la generosidad de unos pocos hombres y mujeres.

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