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Quintana Roo

Cancunenses logran cura prodigiosa

Por Gerardo Reynoso

 

Carlos “N” acostumbraba a vivir un suplicio todas las semanas. Su dolor radicaba en su padecimiento: Ulceras del pie diabético.

Al tener diabetes, el cuidado en heridas tiene que ser estricto, sin embargo, por el trabajo, el día a día la situación para él no era la más idónea, pues a pesar de que las curaciones que recibía contribuían a evitar mayor merma en su salud, la realidad es que necesitaba algo más.

Fue esa necesidad que lo llevó a conocer a cuatro estudiantes cancunenses de Medicina de la Universidad Anáhuac, sin saber que de forma inmediata, todo cambiaría para bien radicalmente.

Carlos fue uno de los pacientes de Amalia Pastrana Figueredo, Martín Alvarez, Joana Paola Balderas y Christopher Chávez Mendiola, quienes por medio de un proyecto escolar han establecido una nueva plataforma de tratamiento para todos aquellos que padecen úlceras del píe diabético.

Más allá de obtener buenas calificaciones y notas altas, los cuatro estudiantes de medicina emprendieron hace seis meses una investigación que, al día de hoy, puede transformar la vida de muchos pacientes y ser una opción real para el sector público de salud.

Lo anterior se debe a que en su proyecto trabajaron algo llamado fibrina, la cual es una proteína compuesta por fibrinógeno, que tiene la capacidad de formar una malla (la parte fibrosa de los coágulos de sangre) y que junto a las plaquetas, es capaz de crear un tapón que detiene la salida de la sangre; es decir, un cicatrizante.

“La fibrina puede ayudar mucho porque es una alternativa al tratamiento convencional para el manejo de úlceras del pie diabético”, relata a los diarios POR ESTO! Amalia Pastrana, una de las estudiantes de Medicina de la Universidad Anahuac.

 

El proyecto

 

Para los futuros médicos, todo comenzó cuando fueron encomendados a entregar un proyecto de salud como parte de su calificación escolar. El trabajo era por equipos, así que Joana, Amalia, Christopher y Martín unieron esfuerzos.

Gracias a un viaje a Estados Unidos, Amalia pudo conocer como la fibrina se utiliza en la rama de la ortodoncia. A partir de ahí propuso a sus compañeros trabajar con esa proteína, pero enfocada a curar las úlceras de pie diabético.

“Fueron cuatro meses de investigación, tuvimos que documentar todo, hasta el mínimo detalle. Y después tuvimos que someternos a una evaluación dentro del comité de ética de la universidad, para que nos aprobasen el protocolo que íbamos a utilizar para el proyecto”, explicó a detalle Joana Paola Balderas.

Después de convencer a la universidad que su propuesta de tratamiento era viable, los estudiantes tuvieron que pasar al segundo nivel, el cual consistía en llevar a la práctica toda la teoría que ya habían establecido.

Tras evaluar la situación y al considerar que, para lograr obtener la fibrina se tiene que someter la sangre a un proceso de centrifugado, Paola, Amalia, Martín y Christopher compraron a meses sin intereses una máquina para llevar a cabo el proceso.

“El reto era llevar a la práctica todo lo que ya teníamos, así que nos juntamos y vimos cuanto teníamos, al final compramos una máquina centrifuga en mil 500 pesos, a meses sin intereses”, recuerda Amalia.

 

La creación de un nuevo tratamiento: Curar con la misma sangre del paciente  

Para poner en práctica el protocolo, era necesario tener pacientes y una institución que diera acceso a los estudiantes a poder llevar a cabo curaciones de úlceras de pie diabético.

Fue ahí cuando el Hospital General de Cancún abrió sus puertas y también donde dos pacientes accedieron; Carlos y Pedro, hombres arriba de 45 años decidieron ser parte del proyecto de los futuros médicos de la Universidad Anáhuac.

El caso de Carlos era el más difícil. Los dedos del pie del paciente ya estaban lacerados y conforme a las curaciones médicas, el pronóstico era que en ocho meses debía de cicatrizar la herida, si no se tendría que ir al procedimiento de amputación de pie.

Dentro del proyecto, se establece que para preparar la fibrina rica en plaquetas se siguió el método de Salgado Peralvo, el cual consiste en someter una muestra de sangre del propio paciente a un proceso de centrifugado en revoluciones por minuto, para obtener tres capas distintas en el tubo de ensayo.

La primera de esas capas es el plasma pobre en plaquetas, la segunda es la fibrina rica en plaquetas y la tercera es la capa basal de glóbulos rojos.

“Cuando realizamos el proceso de centrífuga tuvimos que adaptarnos a situaciones, por ejemplo someter a más revoluciones por minuto el proceso para así obtener la fibrina y lograr obtener esa membrana que se coloca en la herida”, puntualizó Amalia  Pastrana.

Con el resultado del proceso, Carlos comenzó a cubrir su úlcera con la fibrina y con ello comenzó a curarse con su propia sangre. Ahora ya tenía una alternativa más para evitar una tragedia en su cuerpo.

Luego de seis curaciones, Carlos pudo ver que las heridas sellaron lo cual significaba que tenía curado el pie. Por su parte, Pedro logró incluso recuperar sensibilidad en el pie, misma que no tenía a consecuencia de la úlcera del pie diabético.

 

El futuro del proyecto

 

Para Martín Alvarez, el compromiso que ahora han adquirido como equipo y futuros médicos, es buscar la manera de que su propuesta sea planteada como una alternativa de tratamiento al padecimiento.

De hecho, significaría un añadido a los procesos de curación que llevan a cabo las instituciones en materia de salud.

“Primero vamos a investigar más e ir totalmente a fondo dentro del proyecto. Los resultados se lograron con dos pacientes así que esperemos que se dé un crecimiento y se tome como una alternativa más de tratamiento, ya que no es cara”, afirma Martín.

En torno a los costos, la alternativa de los estudiantes de la Universidad Anáhuac presenta ventajas que son considerables. Por ejemplo se reduce el tiempo de curación hasta un 50 por ciento, además el costo de las mismas curaciones también desciende drásticamente y lo más importante: reduce el riesgo de infección después de sanar.

Esto último es lo que le ha cambiado la vida a Carlos, quien al principio del tratamiento, en afán de broma, apostó un helado con la enfermera que lo cura cada semana. La apuesta era en torno a reducir su tiempo de curación.

Al final del día, Carlos ganó la apuesta (el helado) y ahora puede dar testimonio que el proyecto de unos universitarios cancunenses puede ser el punto de partida a una alternativa real de tratamiento para el padecimiento de úlceras de pie diabético. Sólo es cuestión que las autoridades en materia de salud lo conozcan a fondo y a detalle.

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