Por Gabriel E. Manzanilla
CHETUMAL, 19 de febrero.- Dedicado a la actividad chiclera por casi 30 años, el señor Rigoberto Sánchez Reyes se convirtió en una leyenda viviente de la extracción de chicle en Quintana Roo, pero ahora vive en la pobreza debido a que no se cumplió ninguna de las prometidas mejoras y prestaciones que ofreció Manuel Aldrete Terrazas al conformar el Consorcio Chiclero, que comercializa en Europa la goma de mascar orgánica Chicza.
Aún recuerda la época cuando se trataba de un trabajo noble y muy próspero, en los tiempos de la Cooperativa Noh Bec, a cargo del difunto Carlos Hoil; pero tras la llegada de Manuel Aldrete Terrazas y la creación de su empresa Consorcio Chiclero, acaparó la producción y monopolizó el negocio del chicle en el sureste mexicano, excluyendo a los supuestos socios y cometiendo presunto fraude en contra de ellos, quienes supuestamente perdieron mucho dinero en bienes y fondos que jamás se les entregaron.
Retirado de la actividad chiclera que aprendió de su padre y a la que le dedicó casi tres décadas en el poblado de Noh Bec, del municipio de Felipe Carrillo Puerto, don Rigoberto ahora vive junto con su familia en la colonia Antorchistas, de Chetumal, atrás del CBTA 11, en una pequeña choza de madera y un baño a medio construir, donde sus bienes más preciados son una bicicleta, un colchón que les sirve como cama, un triciclo, una televisión y una vieja radio.
A la edad de 62 años, don Rigoberto se siente orgulloso de sus tiempos de chiclero; con alegría presume una de sus fotos: “¡Ese soy yo! ahí es cuando trabajaba de chiclero, cuando la cosa sí dejaba para comer, cuando era un trabajo noble y muy próspero”, cuenta con entusiasmo.
Se instaló en Chetumal hace aproximadamente dos años, junto con su inseparable y querida esposa Naiti Margarita García, nos platica que se la consiguió muy jovencita y que fue amor a primera vista.
Su mujer es toda una guerrera —nos dice—; desde muy joven le hizo compañía en su trabajo de chiclero, todos los días le cocinaba antes de irse a trabajar al monte, se despedía con un beso y ella esperaba ansiosa su regreso. Aunque su hogar podrá ser pequeño y sus bienes muy pocos, Naiti Margarita dice que viven en una “mansión”, porque comparado a lo que tenían cuando vivían de la actividad chiclera ahora son más felices y tienen mayores oportunidades.
No tienen agua potable, cocinan y se bañan con agua de pozo. Don Rigoberto ahora se dedica a la albañilería principalmente, aunque también hace trabajos de plomería, jardinería, electricidad y pintura. Siempre está dispuesto a trabajar en todo lo que le “caiga”, pues dice que para eso Dios le dio dos manos y dos piernas. “Voy a descansar cuando me muera, pero mientras tenga vida seguiré trabajando y cuidando a mi familia”, afirma.
A lo largo de la entrevista, que se convirtió en una amena y agradable platica de casi una hora, nos pudimos dar cuenta del cambio en el rostro de don Rigoberto cada vez que mencionaba a Manuel Aldrete Terrazas y la empresa Consorcio Chiclero; fruncía el ceño, bajaba la mirada y hasta cambiaba el tono de voz; era evidente su incomodidad y molestia.
Rigoberto Sánchez conserva los recuerdos de la cúspide y la caída de la actividad chiclera en Quintana Roo. “Antes eran buenos tiempos, cuando teníamos la Cooperativa Noh Bec, dirigida por el difunto Carlos Hoil, sin duda un gran hombre que tenía mucho aprecio hacia este trabajo y toda su gente, donde a todos nos trataba de tú a tú. Hasta que llegó ese Manuel Aldrete y todo cambió, se adueñó de la cooperativa y nos quitó todo. A partir de ese momento los chicleros dejamos de percibir beneficios y nos convertimos en sus esclavos; arriesgábamos nuestra vida para poder llevarle el chicle y que él lo pueda comercializar en el extranjero, pero sin que veamos el fruto de nuestro esfuerzo”, señala.
Antes de que fuera creado el Consorcio Chiclero y se lanzara la marca de goma de mascar Chicza, dirigido por Manuel Aldrete Terrazas, que se erigió como dueño y director ejecutivo vitalicio de la empresa, existió la Cooperativa Chiclera Noh Bec, que agrupaba a 24 cooperativas de todo Quintana Roo, en la época del señor Carlos Hoil como su gerente.
“Esos sí eran buenos tiempos. Aunque la extracción de chicle nunca dejó de ser arriesgada y muy peligrosa, valía la pena, porque teníamos prosperidad”, recuerda don Rigoberto.
Pero tras el fallecimiento de Carlos Hoil entró Aldrete Terrazas y se adueñó de todo, empezó a marginar a los chicleros y los excluyó como socios de la cooperativa, quitándoles todos los beneficios que tenían.
Cuando el Consorcio Chiclero empezó, Rigoberto Sánchez estuvo “chicleando” alrededor de 6 temporadas más y después se salió, porque ya no valía la pena dedicarse a esa actividad, que a la fecha es muy explotada para quienes todavía la siguen haciendo.
Antes de Manuel Aldrete funcionaban como una verdadera cooperativa que les daba voz, voto y participación a los más de 300 socios que había en ese entonces.
“Cuando desde Japón nos compraban el chicle y directamente a todos los socios se nos pagaba en partes iguales, destinando un porcentaje a seguridad social, gastos médicos, ahorros, entre otras cosas que sí veíamos, siempre teníamos ese apoyo para cuando lo necesitáramos; pero cuando Manuel Aldrete agarró el Consorcio Chiclero nos hizo a un lado a todos, y nos seguían descontando esa parte de las ganancias, pero ya no volvimos a ver un solo peso, porque se nos quitaron todos los apoyos y hasta los ahorros”, señala.
Con la cara cabizbaja y la voz entrecortada, dejando ver su coraje por la impotencia recordada, don Rigoberto platica que anteriormente no había monopolio.
“Cuando surgía algún contrato de Japón se convocaba a una asamblea con todas las cooperativas, se nombraba un pignorador, un presidente y un secretario, y enfrente de todos se nos presentaba el contrato, se nos decía cuántos kilos quería el comprador y cómo los quería; luego se sacaban las ganancias y hasta los remanentes, todo eso lo veíamos y decidíamos entre todos.
El contrato se hacía directo con la empresa extranjera, entre todos participábamos y nombrábamos a los encargados de llevar las cuentas y dar la cara por todos los demás. Era un proceso muy grande y muy bonito, porque se nos hacía parte de la empresa y las ganancias las veíamos todos. Ahora ya no es así, ahora sólo pagan una miseria por el kilo de chicle y todo lo demás lo ve Aldrete con su gente; ya ni sabes a cuánto lo venden y todo lo que le ganan”, sostuvo.
En el ejido Noh Bec trabajaban en tres campamentos llamados Pozo Maya, El Chivo Muerto y el Cenote. Actualmente existen esos lugares, pero ya no son lo de antes, pues mucho se ha acabado ante la actividad forestal indiscriminada.
Antes de la creación del Consorcio Chiclero, la Cooperativa Noh Bec tenía gran cantidad de bienes que eran parte de todos los socios; había bodegas de chicle y oficinas en México, en Yucatán y en Quintana Roo, en los municipios de Tulum, Felipe Carrillo Puerto, Othón P. Blanco, entre otros; pero tras la llegada de Aldrete Terrazas se adueñó de todos los bienes, algunos los vendió, otros los alquiló y a los socios nunca les tocó un solo peso.
“Un día llegó al pueblo a repartir a 200 pesos de supuestas utilidades, según por todos los años de trabajo, pero muchos no lo agarramos porque era un insulto para todo lo que habíamos trabajado, yo que ‘chiclee’ por 25 años no iba a aceptar 200 pesos”, explicó don Rigoberto.
Con la empresa Consorcio Chiclero cambió la forma de trabajar en perjuicio de los socios chicleros.
“Aldrete se hizo de representantes a nombre de Consorcio Chiclero, pero siempre su gente, que son quienes hacen el contacto con los compradores, hacen todos los negocios y acuerdan los precios, para después llevarse todo el dinero; nuestra única participación de nosotros los chicleros se redujo a recolectarle el látex y que nos lo pague por kilo, pero mientras a nosotros nos pagaba una miseria, él (Manuel Aldrete) siempre lo ha vendido muy bien en el extranjero”.
Don Rigoberto acusa a Aldrete Terrazas de robarles mucho dinero de un fondo que tenían para el retiro, en la extinta Cooperativa Noh Bec, de la que aún conserva su tarjeta y varios documentos, que nos mostró con orgullo, al tiempo que dejaba escapar una gran sonrisa.
“Anualmente, por temporada, generábamos utilidades que iban a un fondo para el retiro, que variaba por chiclero dependiendo la cantidad de kilos que entregaba. Ese fondo empezó desde la Cooperativa Noh Bec; pero al momento de pasar a manos de Aldrete Terrazas pasó lo que tenía que pasar, se quedó con el dinero y muchos no supimos dónde acabó ese dinero ni lo que hizo con él”, narró don Rigoberto.
Cuando el chiclero quiso retirar sus ahorros, se llevó la sorpresa de que las oficinas de la Cooperativa en Chetumal ya ni siquiera existían, por lo que tras varios intentos se rindió, y decidió dar por perdido su dinero.
“Así como a mí, también le pasó a muchos otros socios; tan sólo de Noh Bec eran casi 40 chicleros que no pudieron recuperar su fondo de retiro, que no supieron cómo ni dónde cobrar el dinero, y los que sí lo consiguieron vieron con tristeza que sus ahorros habían sido ‘rasurados’, les quitaron mucho de lo que tenían”, concluyó.
Actualmente la actividad chiclera de Quintana Roo es todo un monopolio que fue y sigue siendo apoyado por los mismos gobiernos. Los chicleros sólo se encargan de juntar la goma o el látex para el Consorcio Chiclero, que en el papel es una cooperativa de la cual son socios los productores, pero que en la realidad es operado por Aldrete Terrazas como un negocio personal, junto con un pequeño grupo de allegados.
Por eso, a cambio de su esforzado y riesgoso trabajo, los chicleros de la selva maya reciben una miseria de pago, mientras que el Consorcio Chiclero se encarga de exportarlo y venderlo en el extranjero a precios muy elevados, sacando grandes ganancias de ello, utilizando la imagen de los productores mayas como gancho publicitario.
Al terminar la entrevista don Rigoberto nos agradece, felicita al POR ESTO! de Quintana Roo por haber dado la oportunidad a los chicleros de sacar estas injusticias a la luz; nos invita un jugo de naranja y unos platanitos fritos preparados por su querida esposa, al tiempo que nos da un recorrido por su humilde casa y no para de agradecernos.
Nos dice que ya era tiempo de que saliera la verdad, que ya estaban cansados de las mentiras que se decían, porque la actividad chiclera ni es próspera, y los chicleros siguen siendo marginados y explotados.
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