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Yucatán

La moral pública que le faltó a Peña Nieto

Pilar Faller Menéndez

Un repudio ganado a pulso

Después de seis años, hay tantas cosas qué reclamarle a quien gobernó a un país que puso su confianza en él, y finalmente dejará en medio del repudio, la corrupción y la violencia de la gran mayoría de los mexicanos, ya que un pequeño grupo supo sacar provecho de esa falta de moral pública de la cual careció su gobierno, que en todo momento tuvo como deber buscar el bien común, y no solamente el de unos cuantos.

No supo generar un ambiente y las condiciones de un bienestar general que debió conformarse con las condiciones propicias para que cada uno de los miembros de la comunidad que conformamos este país lograra vivir en paz, armonía y bienestar. Distó mucho su mandato de esto, y sería un insulto para todos si llegara a declarar que se va en paz y con la frente en alto.

Es muy tarde ya para que haga una reflexión sobre aquello que pudo hacer por su país, porque a gritos se le exigió y se le señaló y las cosas nunca cambiaron para bien sino para empeorar en todos los aspectos. No hubo nada rescatable en un sexenio donde lo que más destacó fue la impunidad, la corrupción y la violencia, y la falta de sentido social y humanitario hacia quienes más lo necesitaban.

Adondequiera que esté pensando irse una vez de haber terminado su funesto mandato, dejará una estela muy clara y larga del peor fracaso que ha sido su vida como hombre y presidente, pero sobre todo como mexicano, que sin ningún miramiento traicionó a más de 120 millones de mexicanos, que en el año 2006 lo recibieron como se recibe a un presidente: con la esperanza de progreso, con la esperanza de que las cosas cambien, pero sobre todo, con la esperanza de que ame y sirva a su país y no se sirva de él, pero desgraciadamente resultó todo lo contrario.

El repudio con el que se va es del 69% de los mexicanos, sabiéndose ser uno de los presidentes más impopulares que ha tenido México. Probablemente sienta que el tiempo transcurre muy lentamente porque no debe ser fácil tener el valor de mirar a los ojos de nadie, y lo que es peor: saber que no hizo nada por combatir la delincuencia organizada, que no puede reconocérsele ningún legado positivo, que solamente unos cuantos miembros de su partido valoran algo (que debe estar muy escondido) sobre su mandato presidencial, mientras que la mayoría ha manifestado que lo desaprueban parcial o totalmente.

El, como alguno de sus antecesores, no podrá solapar su salida del país con el pretexto de impartir cátedras en alguna prestigiada universidad del extranjero, porque fueron numerosas las ocasiones en las que demostró su ignorancia en muchas materias. Se ostenta como abogado egresado de la Universidad Panamericana con maestría en Administración de Empresas que cursó en el Instituto de Estudios Superiores de Monterrey. Claramente en este caso aplica la frase de Silvio Pellico: “Todo lo que aprendas, dedícate a aprenderlo con la mayor profundidad posible. Los eruditos superficiales producen demasiado frecuentemente hombres mediocres y presuntuosos.” La pregunta final sería: ¿Realmente estudió abogacía y una maestría? ¿O compró sus títulos? Aunque también sabemos todos que el tener un título no es garantía de ser una persona preparada y mucho menos brillante. Gracias a Dios no hay mal que dure 100 años, ni país que en la actualidad lo resista.

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