Yucatán

Atlas Histórico y Cultural de Yucatán

Jesús Peraza Menéndez

Jorge Esma Bazán se ofrece a corregir errores y

modificaciones no autorizadas por los autores

El fantasma de San Juan Copala se le aparecía a Octavio Paz, donde iba le preguntaban por Juan Rulfo que no sólo logró ser un escritor de época, sino que la trascendió como sucede con los creadores que alcanzan el espíritu de los reveladores. Paz intentó ser él mismo “toda la época cultural”, su afán personalista pedante que aprovechó estratégicamente a los organizadores del Estado mexicano, el régimen, los gobiernos, para asegurarse legitimidad con la creación intelectual.

Siempre meticuloso, logró una buena producción sustento para convertirlo en “jurado infalible”, todo en sincronía con los priísta bajo los fraudes electorales y la represión. Su palabra suprema la daba la dosis humana a “la dictadura perfecta”, como bien denominó este modelo Mario Vargas Llosa, tan capaz y tan de derecha pero crítico certero. El cínico me cae bien, cuando asegura que no toda la cultura se vuelva espectáculo.

Esma Bazán no alcanza ni de muy lejos a Octavio Paz, ni a Mario Vargas Llosa, bueno ni Emilio Abreu, o a Luis García Ponce, este último con el movimiento de ruptura más amplio y profundo en la historia de la estética literaria y plástica de México, con el movimiento de ruptura de los muralistas mexicanos que establecieron una época de la cultura y la estética de temple regional en el concierto universal en las expresiones abstractas con reales y surrealistas. Ermilo Abreu, de lectura indispensable, es un referente histórico conocido por su obra, un prólogo intuitivo sobre Canek el libertador, omitido o referido con un adefesio instalado en la avenida que lleva su nombre.

Esma Bazán se localiza en la patología de la grandiosidad del que ha alcanzado la totalidad de sus deseos, tiene razón, ha ocupado una diversidad de puestos en la cultura, por el país ha instituido espectáculos que lo fueron ligando a la banalidad de Televisa con las y los políticos ignorantes necesitados de cobertura cultural de obras faraónicas y espectáculos que eclipsen su ineficiencia social. Usó sitios arqueológicos como Dzibilchaltún para autoelogiarse por sus “años de trabajo en la cultura”. Chichén Itzá para organizar conciertos de reconocidos en la carta mundial. Creo, bastaría con ponerle una placa en su casa o una escultura en fibra de vidrio sentado en una banca para que se tomen la foto los que lo extrañen por su función pública o su “aporte creativo”, quizá con el Atlas de su iniciativa, o una junto a la de Yuri Knosorv que nos impuso Galina Resoba, de fibra de vidrio. Ya lo hicieron con otros funcionarios organizadores de la cultura priísta en Yucatán. O repartir las medallas con reconocimientos entregadas a los mismos burócratas de la UADY, de Antropología y Economía. O el poeta de la Universidad Modelo, el único que recibe cada año el mismo premio del mismo director de Literatura, los reparte con Esma Bazán, así todos contentos.

Esma Bazán ha creído que ser director es pertenecer a la superior nobleza priísta, ha maltratado -por ejemplo- a Martiniano Alcocer, porque que es empleado “inferior”, dice, pero es un profesional que no puede ser tratado como siervo de gleba, en qué época se quedó su señoría. Ahora violó la ley de los derechos de autor, cambió los textos, lo que es un delito no un error que hay que discutir en mesas para aclarar: “Entre quienes han manifestado críticas a la obra está la investigadora e historiadora Xhaíl Espadas Ancona, quien denunció que su trabajo para el Atlas fue manipulado y grotescamente deformado introduciendo falsedades históricas, graves errores conceptuales y adulaciones a Jorge Esma Bazán, sin que ella lo hubiera revisado y autorizado.” (Uuc-Kib Espadas Ancona).

La tarea de Esma Bazán ha costado millones de pesos, algunos aplicados en negocios culturales, con otros repartidos entre socios y colaboradores. Ahora, por ejemplo, se le paga renta a cargo de los yucatecos que trabajamos cada día con el sudor de nuestra frente. El Gran Museo del Mundo Maya es una empresa cultural incapaz de generar los recursos mínimos para pagar su mantenimiento y operación. A razón del pago de $221 millones anuales, por 21 años, comprometidos por Ivonne Ortega en un contrato transexenal, que debe revisar la mayoría de MORENA en la Cámara, sumarán un total de $4,643 millones, 11 tantos más que lo que se informó, esa es la cultura con Esma Bazán, estética, cultural, humana y económicamente insostenible.