Yucatán

La Mérida que dejamos atrás: Un aniversario más de nuestra ciudad

Roger Aguilar Cachón

Ya han pasado muchos años desde que se fundó nuestra ciudad, ya contamos con 477 años, durante ese período muchas cosas se han suscitado y han dado paso a nuevas formas de vivir y pervivir. Tiempo en el que se han conservado algunas cosas y otras se han ido o quedado en el olvido. Calles nuevas, comercios, formas de distracción, modernas tecnologías, la gente ha cambiado, muchos dicen que para bien y otras se abstienen de responder. Pero hay espacios y recuerdos en nuestra mente que luchan por permanecer y hasta hoy existen hogares en nuestra ya amplia Mérida que tratan de mantener costumbres y tradiciones.

Las nuevas generaciones, aquellas que cuentan con 20 ó 30 años, no se imaginan cómo era aquella Mérida de nuestros abuelos o de los que nacimos en la dorada época de los años 50. Ya mis caros y caras lectoras habrán hecho cuentas y sabrán que los vecinos de esta blanca Mérida que cuentan ya con 60 años o más, son testigos de aquella ciudad que se fue, que quedó en el olvido, dando paso a lo moderno, a lo contemporáneo, al nuevo siglo.

Los que ya peinamos canas -y no aquellos que se pintan el cabello quedando como Paquita la del Barrio o Tina Tuyub para aparentar su edad- (hay una persona en mi escuela parecida a estas caducas artistas) recordamos la época en que pasábamos las tardes escuchando la radio, algunas series que se transmitía por alguna estación local como Kalimán, alguna radionovela, el noticiero de la noche, el béisbol o bien la corrida de toros los domingos. Somos los de la generación que dedicaban alguna canción a su noviecita por medio de la radio en el programa La Hora de los Novios, o al medio día escuchábamos la Hora del Teléfono Libre. Las canciones que escuchábamos en las voces de Pedro Infante, Toña la Negra, la Sonora Santanera, Celia Cruz, Celio González, Fernando Valadés, etc.

No dejemos a un lado las narraciones de aquello locutores de la época que en muchas ocasiones nunca llegamos a conocer. Los programas de las Belitadas de Belito Sosa, las narraciones deportivas con gracia y salero impregnando el estilo de cada persona, cómo olvidar al K-Potazo, al Primo Abraham, al famoso Landoro, padre de nuestro dilecto amigo, el Abog. Rolando Bello Paredes, etc. Somos de una generación que se divertía con los acontecimientos y los sabios consejos que nos daba el Señor Juez, sí, el de la Tremenda Corte con Tres Patines.

La Mérida de ayer que disfrutábamos la televisión en blanco y negro, pagando una cuota en aquella casa cercana a nuestro hogar que ostentaba un televisor. Ya poco a poco nuestros padres fueron adquiriendo a plazos en alguna casa comercial, en nuestro caso particular mi mamá compraba sus aparatos electrodométicos en Casa Pasos Peña con el famoso vendedor Silverio. Fuimos testigos poco a poco de acontecimientos históricos, de las Olimpiadas de México 68, de la llegada del Hombre a la Luna, de programas como “Siempre en Domingo” con el famoso Raúl Velasco, fuimos testigos del inicio de muchos artistas, no podemos olvidar programas cómicos como “Ensalada de Locos” con Héctor Lechuga, Alejandro Suárez y Manuel “El Loco” Valdez. Poco a poco la tele a color llegó y transformó nuestra forma de ver televisión. En el medio local conocimos a Chela y Ponso del teatro regional, Cirilo Tuz y muchos artistas locales más. Cabe destacar que la programación comenzaba a las 5 de la tarde y terminaba a la media noche. Revuelo causó el noticiero de Jacobo Zabludowsky con 24 Horas, muchos fueron los acontecimientos que narró y cómo olvidar la narración en vivo que hizo después del terremoto del 85.

La Mérida de antaño que posibilitaba tomar el fresco en la puerta de la casa y que se podía ir a dormir sin necesidad de cerrar nuestras puertas. Nuestra Mérida era aquella que acostumbraba a comer solo con tortillas y poco a poco fuimos adentrándonos a las delicias del pan francés a toda hora. Nuestra ciudad de antaño que solía degustar sólo comida regional, alguna torta de jamón y queso, o aquellos famosos salbutes del “Chino”, frente al Cine Mérida.

Añoramos a don Cuco, aquel personaje que vendía revistas y periódicos de la Ciudad de México desde su puesto La Espiga de Oro en los bajos del Novedades. No había, como hoy, tantas plazas comerciales ni cines, acostumbrábamos a acudir a los cines del barrio Esmeralda, Rex, Olimpia Vistarama, San Juan, Principal, Colonial, Novedades, Aladino, Mérida, etc.

Y para pasear se acostumbraba ir a la plaza grande, en ocasiones a comprar algún pendiente o bien acudir al Bazar a comprar las famosas tortitas de ensalada del Amigo Pacheco. Mi mamá y mi tía “muy finas ellas” compraban sus telas en Alvarez o bien en el Cielo.

Seguramente los lectores de hoy son ajenos a esta narración, aunque quedaron muchas cosas por comentar como nuestras medicinas que recetaban los médicos de antaño, los papelitos que sólo podían comprarse en droguerías como El Comercio, Las Dos Caras o Del Bazar, quedó mucho por contar. Es la Mérida que se fue, la Mérida de los ahora sesentones que añoramos estos momentos y muchos más. Desde esta tribuna felicitamos a nuestra ciudad por su onomástico número 477.