Ariel Juárez García
Según se cuenta, Dios utilizó una estrella para dirigir a tres reyes al establo de Belén donde se encontraba Jesús en un pesebre. Muchísimos niños hasta saben de memoria los nombres de esos tres reyes: Melchor, Gaspar y Baltasar. Pero ¿coincide la versión popular de este relato con la versión bíblica? Lo cierto es que no, ya que hay diversas contradicciones.
El Evangelio de Mateo explica que, cuando Jesús nació, ciertos hombres “de las partes orientales” vinieron a traerle regalos, pues habían visto una estrella que anunciaba a un nuevo rey. En el texto griego de este pasaje, a estos hombres se los llama mágoi, que significa “magos” (Ver Mateo 2:1). Eso significa que eran practicantes del arte pagano de la astrología, que se basa en el movimiento de las estrellas para hacer predicciones.
“En el período helenístico –explica cierta enciclopedia–, mágos era un término más abarcador; se refería a alguien con conocimientos y poderes sobrenaturales que en ocasiones practicaba la magia.” (The International Standard Bible Encyclopedia.)
El historiador griego Heródoto, del siglo V antes de nuestra era, indicó en sus escritos que los magos eran sacerdotes persas dedicados a la astrología, la interpretación de los sueños y la hechicería. Como en aquel tiempo la religión persa era el zoroastrismo, lo más probable es que aquellos magos fueran sacerdotes zoroástricos.
No se revela cuántos magos o astrólogos “de las partes orientales” le llevaron “oro, olíbano y mirra” a Jesús, pero no existe ninguna base para aceptar el concepto tradicional de que eran tres. Sólo se menciona que eran unos astrólogos de Oriente (Ver Mateo 2:1) Y en cuanto a sus nombres la Biblia no dice nada.
En los santos escritos se señala que fueron conducidos, consciente o inconscientemente, por lo que a ellos les pareció una “estrella” que se movía. La estrella no los llevó directamente a Belén, el lugar de nacimiento de Jesús. Primero los guió hasta Jerusalén, donde le dijeron al poderoso rey Herodes que Jesús había nacido y que sería el “rey de los judíos”. Así le dieron a este envidioso asesino motivos para odiar al niño (Ver Mateo capítulo 2 versículos 2 hasta el 8). El astuto monarca les pidió que, tras visitar a Jesús, le informaran su paradero exacto, con el pretexto de que también quería rendirle homenaje.
Después, la estrella condujo a los astrólogos hasta donde estaban José y María. En realidad, lo que ellos hicieron pudo haber tenido un trágico final: la muerte del niño. De hecho, cuando visitaron a Jesús ya no era un bebé sino un niñito –tal vez de más de un año–, ya no estaba en un pesebre, sino con sus padres en una casa. (Ver Mateo capítulo 2 versículo 11).
Como los astrólogos tenían la intención de decirle al rey Herodes dónde estaba el niño, Jehová Dios tomó cartas en el asunto. En un sueño les ordenó que regresaran a su país por otro camino, en lugar de volver a Herodes (Ver Mateo capítulo 2 versículo 12.)
Es entonces, poco después de la partida de los visitantes, cuando el ángel de Jehová alerta a José: “Levántate, toma al niñito y a su madre, y huye a Egipto, y quédate allá hasta que yo te diga; porque Herodes está para buscar al niñito para matarlo” (Ver Mateo capítulo 2 versículo 13). José obedece de inmediato. Da prioridad a la seguridad del niño y se lo lleva a Egipto. Y gracias a los valiosos regalos de los astrólogos, la familia dispone de los recursos que podrían ayudarles durante su estancia en el extranjero.
Como no regresaron los astrólogos, que deberían ser portadores de noticias sobre el paradero del muchacho, Herodes ordenó la matanza de todos los niños de dos años de edad para abajo en todo Belén y sus distritos (Ver Mateo capítulo 2 versículo 16), razonando con toda seguridad que así acabaría con aquel que había nacido “rey de los judíos”.