Yucatán

Las lencerías llenaban toda una calle

Romeo Frías Bobadilla

En un abrir y cerrar de ojos

El ramo de lencería que en una época fue uno de los giros de mayor importancia en el puerto está a punto de desaparecer.

En los años prósperos de la población las tiendas de tela y ropa para hombre y mujer abundaban en Progreso y en la calle 30 estaban todas concentradas, dándole a la avenida un aspecto pintoresco.

La respuesta la darían de inmediato los viejos habitantes de Progreso. En primer lugar, muchos de los comercios antiguos que se dedicaron a la lencería en este lugar, se trasladaron a otros puntos en busca de mejores horizontes como la casa de Antonio Sid; en segundo, los pilares del comercio de telas han pasado a mejor vida y, en tercero, la industria de ropa hecha ha absorbido de tal manera al cliente, que solamente las mujeres y hombres que no se resignan a abandonar la hechura a mano, siguen comprando telas para la confección de sus trajes.

Los viejos habitantes recuerdan que la calle 30 de los portales hacia el parque de la Independencia, estaba llena de establecimientos que vendían telas de toda clase y en cada época; algunas de ellas se ponían de moda como el burato, la tela de espejo, terciopelo, shermess, tela para todo y otras muy solicitadas por las damas. Y casimir inglés, lino, gabardina, dril, nurotex, milrayas, etc., por los hombres.

Había una competencia amistosa entre los vendedores de telas, la mayoría de origen sirio-libanés. La casa de don Antonio Sid fue una de las principales y fue la primera que emigró a Mérida, llevándose también el nombre de El Puerto de Progreso.

Otros establecimientos muy populares fueron el de don Juan Moisés, Miguel Pedro, Antonio Dib, Jorge Kuri y Casa Abdo, todas muy bien surtidas de telas de importación.

En el mercado, don Alejandro Domani vendió no sólo telas sino también tintes para el cabello, que era su especialidad.

Posteriormente se establecieron en este lugar los lituanos Abraham Stolowski y Abraham Friedman con sus tiendas de telas y artículos para regalos, don Elías Curi, don Juan Zacarías, don Namtala Z. Auais y don Jorge Dajdaj.

Los viejos habitantes recuerdan también que don Julián Dib, don Abud Abdala y doña Cecilia Dib tenían sus comercios ambulantes de telas. Todos los días muy temprano salían por vía angosta para Chicxulub Pueblo y Conkal a vender con sus piezas de tela al hombro, y retornaban al medio día en el mismo tren.

Toda esta historia bonita de tiendas de telas y ropa también estuvieron los hermanos Abraham y Anselmo Dib, don Nico Castillo y Lilia Carvajal, quienes ofrecen al público organdí de seda como gasa, bricados, telas de algodón, “terlenka”, mezclillas, en el ramo.