* Profr. Anacleto Cetina Aguilar
El Viernes Santo es un día muy especial para cualquier comunidad cristiana y Hunucmá tiene un elevado espíritu religioso que se manifiesta en algunas de sus principales tradiciones religiosas. En la comunidad había una tradición que llevaba muchos, muchísimos años, tantos, que hasta nuestros mayores no tienen idea de cuándo se empezó a realizar. Es la tradición del “Monte Calvario”.
Recuerdo que en mi infancia esta costumbre de representar el Monte Calvario se hacía en el interior del templo, pero después, debido a la gran cantidad de fieles que acudían a presenciar esta escenificación se ha trasladado al costado norte del templo, mirando hacia el actual parque San Francisco.
Esta escenificación consistía en armar una especie de bosque o “monte” con ramas de árboles y palmeras, lo cual daba la impresión de un bosque. Al centro se plantaba una enorme cruz de madera en donde era crucificada una efigie de Cristo, la cual tenía los brazos articulados. En ese lugar se celebraban las “Siete palabras” y al terminar cada “palabra” se apagaba una vela.
Al apagarse la última, que se supone representaba la muerte de Cristo, se apagaban las luces y los encargados del “monte”, tirando de unas cuerdas y forzando las maderas que sostenían toda la estructura, comienzan a mover todo el bosque artificial, dando la impresión de un cataclismo; otros, armados con unos objetos especiales que consistían en un tubo de hojalata al extremo del cual se fija una vela y cuyo interior contenía azufre en polvo, soplan por el otro extremo del tubo y al salir el azufre se quema con la vela produciendo un fogonazo que semeja un relámpago; los encargados de los efectos sonoros se encargaban de hacer rodar sobre una tarima de madera una enorme bala de cañón que producía el efecto de un trueno y otros se encargaban de abanicar fuertemente con una hoja de lata cuyo ruido semejaba el de un rayo. Todo esto en conjunto producía un efecto impactante en los creyentes que seguía con mucha devoción este momento culminante de la muerte de Cristo, que, al menos, que yo sepa, únicamente se escenificaba de esta manera en Hunucmá.
Después de la tormenta, se encendían nuevamente las luces y los encargados de ellos, procedían al descendimiento de la cruz, lo cual era realizado con gran veneración y una infinita piedad, enmarcada por el canto de “Perdón ¡oh Dios mío”. El Cristo articulado, cuyos brazos son doblados piadosamente hacia los costados, era colocado en un féretro que previamente había sido adornado con flores blancas por las mujeres piadosas y se procedía a la “Procesión del Santo Entierro” que rodeaba toda la plaza, seguida por una gran cantidad de fieles.
Posteriormente, con el avance tecnológico, los efectos sonoros se realizaban con instrumentos electrónicos que reproducía el sonido de un fuerte viento que se supone era el que movía el “monte”
Actualmente, por cambios en la liturgia y otras disposiciones de la iglesia, este ceremonial fue eliminado y sustituido por el “Viacrucis viviente”, que está a cargo de jóvenes de la comunidad.
Por cierto, el Cristo que servía para las ceremonias del Viernes Santo era muy antiguo, pues, según investigaciones realizadas, estaba en esta parroquia desde el año de 1680 que es cuando se practica un inventario al C. Br.Juan Francisco Zetina quien estuvo 8 años como titular de la parroquia de Hunucmá. En ese inventario figura un Santo Cristo grande que sirve para el Santo Sepulcro. Según esto, el Cristo en cuestión tenía la friolera de 339 años, lo que lo convierte en una reliquia de valor incalculable, pero actualmente este Cristo ha desaparecido, no está en la iglesia, al menos en el sitio donde tradicionalmente era resguardado después de la ceremonia del Viernes Santo. Es una lástima que algunos de los que se hacen cargo de la parroquia no respeten, valoren y resguarden debidamente las joyas religiosas que forman parte del acervo histórico de la parroquia, tomando en cuenta que ellos únicamente son guardianes y no dueños de los bienes que se les encomienda.
Sería importante investigar el paradero actual del Cristo y rescatarlo para restituirlo como patrimonio histórico de la comunidad y en adelante, se debe hacer un inventario de todos los bienes de la parroquia, firmado ante notario y que debe ser entregado al siguiente responsable de la parroquia.
También es importante que al margen de disposiciones litúrgicas, se respeten los usos y costumbres de una comunidad que ahora se han convertido en ley y no desechar de un plumazo, costumbres que se venían practicando desde hace mucho tiempo en la comunidad, máxime si son sustituidas por modernas representaciones que quedan muy lejos del impacto que producía en los fieles aquella representación ideada desde luego por los frailes franciscanos que lograron con esta forma de teatro sacro, la asimilación de la doctrina que venían a impartir.
Sería importante que el INAH tome cartas en el asunto y se investigue a fondo el paradero de esta reliquia de la comunidad y sea devuelta a la misma, pues de no ser así, podríamos ver más adelante la desaparición de otros valiosos objetos como la pila bautismal que también es una reliquia muy antigua.
*Escritor Comunitario y Cronista de Hunucmá