Roldán Peniche Barrera
Muchos yucatecos caen en este barbarismo y dicen con toda la frescura del mundo “ahuacate” en vez de aguacate.
Bueno, aunque se trata de un nahuatlismo, la Academia, que adapta todo a su real y refinado gusto, determinó que la palabra es aguacate, y punto.
Y no perderemos el tiempo en ofrecer su significado, conociendo que todos en la entera península yucateca, saben lo que es un aguacate.
Y tal vicio de dicción lo llevamos al rico guacamole llamándole “huacamole”.
Y podríamos mencionar otros barbarismos partiendo de lo que hemos señalado líneas arriba, pero por el momento, nada como un ejemplo:
En un almuerzo, el poeta Elman, el cuentista Yorch, el mataor Julianillo y la fámula X-Liba alaban la exquisita cocina del gran cheff y juglar D. Celis y Trejo:
-Oiga, maistro -comenta el poeta Elman mientras se echa un gordo taco de cochinita- Sólo porque tengo llena la boca y apenas puedo hablar, mas si no la tuviera de esta guisa, le recitaría a Ud. una elegía que le he dedicado a vuestra cocina…
-Gracias, gracias, papito -responde el maestro con gran modestia.
-¡Sí hombe! -abunda el Yorch mascoteando otro taco- lástima que el poeta no pueda hablar, pero yo que sí puedo, le escribiré un cuento esta misma noche elogiando su sazón…
-Gracias, muchas gracias, papito.
-Muy rico muy rico -interviene el mataor relamiéndose- usté, mi cheff, debería estar en Madrí cocinando para los maestros…
-Gracias, mataor, gracias. ¿Y Ud. qué opina doña X-Liba?
-Sabroso -dice la fámula- pero le faltó el “ahuacate”, ¡atió caray!
-Aguacate, doña Xlá-Liba -le aclara el Chino, bolero del Moncho’s- ¡aprenda usté hablar!