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Yucatán

La muerte no es asunto nuestro

Profr. Abelardo Tamayo Esquivel *

Nunca Adán había estado sentenciado a muerte. Pero, pensó, “escuchar las instrucciones acerca de las medidas de prevención y emergencias en un vuelo, asemeja a que te dicten ‘paredón de fusilamiento’ o ‘silla eléctrica’, o simplemente que te confirmen que te puedes morir si sucede un accidente.

Estadísticamente son rarísimos los accidentes en la aviación a lo largo de su historia; en todos los vuelos que lo han sufrido no ha habido sobrevivientes, salvo algún contado milagro, donde Dios sale perdiendo porque sólo salva a uno o a nadie”.

Adán, a pesar de su disimulado nerviosismo, tomó todo eso con calma y continuó, matemático y filosófico:

—Desde que nací, soy mortal, lo sigo siendo a tres cuartos de tiempo de mi recorrido existencial; tengo sesenta años y si llego a los ochenta, un poco más del promedio de vida, solamente me restan siete de vida.

—Estás mal— le dijo su subconsciente—, ¿acaso no sabes restar?, te quedan veinte.

—No, mi amigo, precisamente porque sé restar te digo que me quedan siete. Mira: quítale a esos veinte que dices que me quedan, siete que me la voy a pasar durmiendo, recuerda que, aunque es una necesidad fisiológica, dormir es morir; réstale a los trece, seis de corajes, depresiones, preocupaciones, tristezas y simplicidades de la vida ociosa que sufrimos todos, mecánicamente, sin darnos cuenta, como si no viviéramos ese tiempo… de modo que, trece menos seis, me quedan siete.

Adán, consciente de lo que analizaba, observa a su subconsciente reflexivo y le oye decir:

—Bien, mi querido Adán, tus matemáticas, pero sobretodo, tus apreciaciones son exactas y ciertas; pero, ¿te sirve eso de algo?, porque yo no veo que vivas alegre la vida pues a mí, que soy la estructura de tu esencia me traes jodido siempre con tus sueños de locura, dizque de ‘revolucionario’ y hasta hoy, no veo ni siento cambio alguno ni en ti que eres, se supone, mi consciente.

Adán quedó perplejo, confundido ante la contundente respuesta de su gemelo interior. Quedó pensativo un largo rato, no tenía mucho que decir y le dio la razón:

—Me has sacudido. Y yo que me creí siempre consciente. Ahora me doy cuenta que la consciencia no sólo ha de ser de adentro sino por fuera y para afuera y viceversa, en diálogo constante con uno mismo.

—Bueno— remató el subconsciente de Adán—, yo sólo hago mi parte, es mi deber. Te vi angustiado con las instrucciones de la aeromoza y me dije: “mi camarada necesita ayuda, platicaré un rato con él”, y pues aistá: disfruta tu vuelo que la muerte no es asunto nuestro, y vivamos esos siete, si es que llegamos a ochenta.

 

*Escritor Comunitario y

Cronista de Dzilam González

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