Gaudencio Rodríguez Juárez, autor del libro “Cero Golpes”, que contiene “100 ideas para la erradicación del maltrato infantil”, dijo ayer a POR ESTO! que hoy sabemos por investigación que el castigo corporal contra los niños siembra las bases de la violencia que después vemos en la sociedad.
Y alertó:
–Siembra las bases de la violencia entre la pareja, entre compañeros de trabajo, de la violencia de las guerras, es decir: todo tipo de violencia tuvo como caldo de cultivo la agresión que recibió nuestro propio cuerpo, sobre todo cuando éramos niños.
Entonces si queremos acabar con las violencias sociales que tenemos en nuestro país, y en el mundo, tenemos que comenzar por darles una vida sin castigo corporal a los niños. Y en vez de usar los comportamientos inadecuados que a veces tienen como pretexto para maltratarlos, debemos usarlos como lo que son: grandes oportunidades para construir en ellos habilidades para la vida, dándoles así al mismo tiempo experiencias de paz y de seguridad.
Este es el texto de la entrevista que le hicimos en las oficinas locales de la Fundación América por la Infancia.
–¿Gaudencio, cuál es el principal aporte de “Cero Golpes”?
–Que tiene una propuesta muy clara y contundente: nunca pegarle a un niño o una niña bajo ninguna circunstancia.
Motivos de corte moral
–¿Por qué?
–Por muchas razones: tenemos motivos de corte moral: está mal transgredir un cuerpo ajeno. Está mal generarle sufrimiento o dolor. Por razones también de corte científico: hoy sabemos que un niño que recibe castigos, que recibe golpes, es un niño que va a ir creciendo con un cerebro desorganizado, con mucha tendencia a reaccionar de manera hipersensible ante situaciones de amenaza, de ansiedad…
–¿Qué se entiende por hipersensible en este caso?
–Es que nuestro cerebro tiene una capacidad de detectar las sensaciones de amenaza, de riesgo, de peligro, gracias a que tiene una estructura muy profunda llamada amígdala cerebral, y esa nos sirve para sobrevivir, para detectar el peligro, pero cuando un niño vive expuesto a ese tipo de amenaza permanente porque sus papás a la mínima situación le dan manazos, golpes, castigos, su amígdala cerebral se mantiene siempre alerta, siempre al pendiente, y termina por tener una amígdala hiperreactiva o hipersensibe, en donde ya ante cualquier pequeño estímulo leve de amenaza reacciona de manera desenfrenada, de manera desbordada desregulada; entonces los castigos físicos y todo método que genere temor en el niño tenderá a generar una posibilidad de desorganización en su comportamiento.
Está prohibido
–¿Hay otro tipo de motivos?
–Sí los hay, porque otra razón en nuestro país es de corte jurídico. En nuestro país está prohibido el castigo corporal, y es importante que separemos el maltrato infantil grave y extremo, ese ya estaba tipificado como delito desde hace mucho tiempo. Lo que se ha venido tipificando como algo prohibido es el castigo corporal entendido como el coscorrón, la nalgada, el pellizco, el chancletazo, el cinturonazo. Eso entra en la definición de castigo corporal y, en el país, más de 20 Estados ya lo prohibieron en su legislación local, pero aún los que faltan prácticamente lo tienen prohibido, porque la Suprema Corte de Justicia ya sentó jurisprudencia al respecto.
Hoy no podemos criar a los niños como mejor nos parezca, hoy tiene que ser sólo en el respeto a todos y cada uno de sus derechos.
Esta es la razón de orden formal: ¿Por qué no debemos de pegarles a los niños? Porque está prohibido. Tenemos una ley del 2014 sobre los derechos de niños, niñas y adolescentes y, aunque ahí no está explicitada la prohibición del castigo corporal, sí está explicitado el derecho de un niño o una niña a una vida libre de violencia. Y esos métodos disciplinarios son violencia, aunque la población no lo llame así.
Daña su personalidad
Continúa el maestro Gaudencio:
–También sabemos por investigación que ese tipo de tratos humillantes trae como consecuencia imagen negativa en el niño. Empieza a considerarse a sí mismo malo, incompetente, genera sentimientos de minusvalía o de autoestima negativa, y eso perjudica su construcción de personalidad.
Y también sabemos que los niños que reciben golpes aumentan la probabilidad de repetir las mismas prácticas de relación con los demás. Es decir: asumen que golpear a la gente es un recurso para la resolución de problemas. Y así lo empezarán a hacer con sus amiguitos del kínder, de la primaria, después con su novio o su novia en la adolescencia, y después con sus compañeros de trabajo
Es decir: hoy sabemos por investigación que el castigo corporal siembra las bases de la violencia que, después, vemos en la sociedad. De la violencia entre la pareja, de la violencia entre compañeros de trabajo, de la violencia de las guerras… es decir: todo tipo de violencia tuvo como caldo de cultivo la agresión al propio cuerpo sobre todo cuando éramos niños.
–¿Entonces, al golpear a un niño le estamos enseñando a golpear?
–Así es. Un niño que fue transgredido en su cuerpo y al que nadie nunca le dijo que eso estaba mal, que nadie tenía derecho a meterse a lastimar a su cuerpo, tendrá muchas probabilidades de convertirse en un adulto que ha concluido que ese es un método viable para la resolución de los conflictos y de los problemas. En cambio, el niño que no ha sido golpeado, que no ha sido disciplinado con esos métodos atemorizantes y humillantes, y eso lo sabemos por investigación, crece y por supuesto que tiene conflictos con las personas y se enoja, y se desespera, pero no tiene como posibilidad el resolver esa situación metiéndose con el otro, agrediéndolo o golpeándolo: Entonces tenemos que frenar esto porque tenemos niveles de violencia muy altos en nuestro país, en nuestro mundo, y la manera de revertirlo es ofreciendo experiencias de paz, de seguridad, en los cuerpos de los niños, para que el día de mañana aunque tengan conflictos interpersonales no tengan como recurso el pensar que agrediendo al otro lo van a resolver.
Nacimos en el siglo más violento
–Gaudencio, este problema es mundial, ¿no? Porque en todo el mundo hay golpeadores, incluso golpeadores de países…
–De hecho la ONU declaró el siglo XX el más violento de toda la historia de la humanidad. Y en ese siglo nacimos todos los adultos de hoy y algo nos pasó, y una cosa que a todos nos pasó es que tuvimos que hacernos de piel gruesa ante las violencias que vivíamos de chiquitos. O sea, a la mayoría de los adultos de hoy nos educaron con la nalgada, con el cinturonazo, y eso duele al psiquismo, pero para que no duela, el psiquismo tiene que hacer algo y una de las cosas que hace es como naturalizar, racionalizar, justificar lo que me hicieron, pero es peligroso porque entonces me vuelvo un adulto que ando reproduciendo lo mismo con los demás, no sólo con mis hijos, sino con mis compañeros de trabajo, en el rol que juego.
El miedo en los niños
–¿Es por eso que los niños y las niñas de hoy están tan llenos y tan llenas de miedo?
–El problema es que todos los métodos basados en el abuso del poder, gritos, castigos del tipo que sea, no sólo del tipo corporal, desplantes, amenazas, críticas al comportamiento y a la personalidad del niño, todos esos métodos están basados en el abuso del poder del adulto y tienen su fuerza en la generación del miedo en el niño, el poder del adulto genera miedo en el niño porque activa sus circuitos de miedo de su amígdala cerebral, y entonces ese niño en lugar de ir creciendo con mayores fortalezas producto de experimentar la seguridad en las relaciones con quienes le cuidan, lo que va vivenciando es mucho miedo, mucho terror, y la sensación de que nadie lo puede ayudar, porque el ser humano nació dependiente del cuidado del otro, si al bebé no lo cuidan, literalmente se muere. Pero sí nació dotado para llamar la atención del adulto ante sus necesidades. Cuando el niño tiene una necesidad, o actúa mal, tiene un mal comportamiento, estoy pensando en un niño de 6 ó 7 años para arriba, él sabe que se equivocó, se estresó, lo que él necesita es alguien que le ayude y le calme, pero si ese que debería calmarle, su mamá, su papá, en lugar de calmarle, de tranquilizarle, le da una bofetada, le da un grito por la travesura que hizo, eso mete en conflicto a su cerebro, lo atemoriza, y entonces el niño queda muy fragilizado y desconfiado de sus capacidades y del apoyo de los adultos.
Ciudadanos miedosos
Y entonces, lo que le vamos a entregar a la sociedad es un ser humano atemorizado, que ante la autoridad no va a saber cómo relacionarse, la tendencia va a ser a someterse al otro, por su temor a que le hagan daño por todo lo que ha vivido. O la otra es rebelarse, pero de una manera irracional, de una manera no constructiva. Y yo tengo la impresión de que eso es lo que miramos hoy entre adultos. Es decir, la sociedad adulta de este país somos eso, no tenemos gran capacidad de participación ciudadana, de exigencia de derechos, de proactividad, de iniciativa constructiva, porque venimos de una crianza con métodos autoritarios basados en el miedo, que lo único que generaron fue cambios en nuestra conducta, pero no nos dieron habilidades sociales para hacer cosas constructivas el día de mañana.
Fruto de su experiencia
–¿Qué te llevó a escribir este libro?
–A escribir “Cero Golpes” me motivó el hecho de que hace 20 años egresé de la carrera de psicología y mi trabajo consistió en atender a niños y niñas víctimas de violencia grave, extrema, desde recién nacidos hasta 6 años. Esos niños que eran rescatados por la autoridad y luego los llevaban al Centro de Asistencia Social donde yo trabajaba. Y al escuchar los relatos de los papás de por qué lastimaban tan gravemente a sus hijos, me daba cuenta yo de que era el mismo argumento que utiliza el papá que sólo una vez en su vida le dio una nalgada a su hijo.
Era el pensar que lo que ellos están haciendo no es violento, sino educativo, porque violento era lo que a ellos les hicieron en su respectiva infancia. Estos papás que maltrataban al extremo a mí me contaban que, a ellos, sí les pegaron duro de verdad.
Yo le decía a uno: Oye, mira, pero es que casi le fracturas el hueso del brazo con ese golpe que le diste a tu bebito.
Y me decía: no, mire, maltrato es el que a mí me daban…
Y te lo empiezan a contar y, efectivamente, a él si le quebraron el hueso…
Legisladores equivocados
–Pero lo mismo me llegó a decir un legislador, y ustedes lo van a ver en la introducción de “Cero Golpes” cuando le dije: Necesitamos reformar la legislación, porque allá había un artículo que decía que los padres tienen derecho a castigar de manera mesurada a sus hijos. Entonces le digo: La gente se está confundiendo, ¿qué es lo mesurado?
Y me contesta: no, es que no podemos ser muy finos en la ley: lo mesurado es la nalgada que usted o yo le hemos dado a nuestro hijo.
O sea, él piensa que una nalgada no es tan grave, porque seguramente a él le dieron 5 ó 6, y eso sí era grave para él. Es el mismo razonamiento que me daba el papá que maltrataba al extremo. Después me puse a investigar y me enteré de esto que los investigadores han concluido: que el castigo corporal siembra las bases del respeto a las violencias.
Siguen educando a golpes
Entonces si queremos acabar con las violencias sociales que tenemos, tenemos que comenzar por darles una vida sin castigo corporal a los niños. Y la otra razón fue por ver lo extendida que está esa práctica de disciplina. Al día de hoy la mayoría de los papás y las mamás siguen educando con la nalgada, el pellizco, el coscorrón, y eso hoy sabemos que le hace mucho daño al cerebro. Entonces necesitamos hacer algo para que las prácticas de crianza se modifiquen. Un libro para mí ha resultado una manera de ayudar a la sociedad. La gente que lo ha leído se ha beneficiado, le ha aprovechado. En Guanajuato sirvió para reformar el Código Civil y prohibir el castigo corporal. Entonces se ha convertido en un instrumento de socialización de información científica y de derechos humanos que le abona al cambio en las prácticas de crianza.
Desperdician oportunidades
–Yo veo a veces en los jóvenes que están en pandillas junto con la agresividad, el miedo, tal vez por la inseguridad con que vivieron, ¿no?
–Sí, y es que el problema asociado al miedo es que cada vez que los papás lastiman a un niño para corregirlo, por un lado le generan miedo, sumisión, sensación de sometimiento, inseguridad, desconfianza, pero al mismo tiempo dejan pasar una oportunidad para construir en ellos una habilidad social, una habilidad emocional, o sea la propuesta del paradigma actual de crianza tiene que ser el respeto a la dignidad del niño a través de los métodos que usamos, y en todo caso los comportamientos inadecuados de los niños, los educadores, papá, mamá, debemos usarlos para enseñarles a conducirse mejor a través de la adquisición de la habilidad que no tienen. O sea, si a un niño de tres años le decimos: oye, no corras alrededor de ese vaso porque se va a caer. Pero lo va a hacer porque su impulso todavía es muy grande, su capacidad de frenarse no está desarrollada, y qué va a pasar: que quiebra el vaso y se va a estresar, se va a asustar, por haber contradicho lo que le habían mencionado, pero ahí el adulto tiene la oportunidad de enseñarle muchas cosas: enseñarle las consecuencias de las decisiones que toma, enseñarle qué ocurre si no está con cuidado ante cosas de cristal, enseñarle a elegir de una manera diferente el lugar donde juega.
Habilidades para la vida
O sea, hay un montón de habilidades que podemos enseñar ante cada comportamiento inadecuado del niño, y que se van a ir traduciendo en habilidades para la vida. O sea, estas que mencioné, no son habilidades para no quebrar un vaso, son habilidades para la vida, para la toma de decisiones que es algo que vamos a tener que estar haciendo durante toda la vida.
Gaudencio Rodríguez Juárez nació en ciudad Manuel Doblado, Guanajuato. Estudió Psicología en la Universidad de Guanajuato y una maestría en la Escuela Grupal, A.C. de esa misma ciudad. Terminó la carrera y se quedó a vivir en León, Guanajuato. Es miembro de la Fundación América por la Infancia.
Agradecimiento
Agradecemos a la maestra en psicología clínica y psicoterapia Alejandra Molina Rodríguez, coordinadora en la Península de Yucatán de la Fundación América por la Infancia, el apoyo que nos proporcionó para esta entrevista.
La Fundación América por la Infancia está en Facebook y se puede contactar a sus representantes al celular 9993 09 16 81.
(Roberto López Méndez)