Yucatán

No somos dueños sino administradores de los bienes que Dios nos ha confiado

Cuando escuchamos este pasaje del administrador hábil, Jesús nos hace ver a través de un mensaje sencillo, claro, pero a la vez exigente, que las personas que pertenecen a este mundo son más hábiles para sus negocios que aquellos que pertenecen a la luz, y este detalle no es simplemente una alabanza a lo que está mal, sino sobre todo un llamado de atención para que nunca nos alejemos de El, dijo ayer el rector de la Catedral de Mérida, Padre Justo David Ceballos Uc, en la misa que ofició ayer por la mañana.

En su mensaje, dijo que alabar lo que está mal no será nunca cosa divina ni cosa buena, por eso el Señor nos invita a no equivocarnos y por eso afirmamos que es una llamada de atención para que quienes creemos en Dios nos volvamos hábiles para los negocios que de verdad valen la pena, y que son los negocios de Dios.

Bien lo decía san Agustín, “Hubo dos amores que crearon dos ciudades, el amor mundano, lleno de odio, rencor y vanidad y creó la ciudad terrena; y el segundo amor, basado en la entrega del servicio generoso hasta dar la vida y que creó la ciudad celestial”.

En la vida de cada uno de nosotros se puede dar ese conflicto. “Qué queremos construir y cómo lo podemos construir”, hay quienes piensan que pueden estar viviendo mal y de pronto decir: “Con el fruto de esto malo, para que vean que también soy bueno, voy a hacer estas cosas buenas”, pensando que con ello se puede santificar lo que no está bien.

Pero, resulta que así no son las cosas.

El Señor nos invita a que todos los bienes, absolutamente todos los bienes que tenemos y que él nos ha dado, siempre los usemos para el bien y el fruto de esos bienes, sea para nosotros el instrumento para hacer algo por nuestros hermanos, así nos recuerda que somos administradores de los bienes que Dios nos ha confiado y que tendremos que rendir cuentas de eso.

Por eso termina el evangelio diciéndonos no pueden servir ustedes a Dios y al dinero, el pleito esta entre el ser y el tener, quién soy, si soy hijo de Dios, tengo que vivir como hijo de Dios, qué tengo el fruto de mi esfuerzo de mis proyectos, de mis planes humanos, que incluso llevan a buscar el daño a mi hermano o tengo la gracia que me santifica y transforma y me hace estar más atento a los problemas y necesidades.

Es cierto, a veces nos fijamos mucho en el tener, incluso para el hacer y pensamos que estamos bien, pero se nos olvida quiénes somos y entonces no vivimos como hijos de Dios y le fallamos al Señor, pero a veces haciendo eso, decimos que somos muy honestos y hasta ayudamos a los pobres y se nos olvida que tenemos que ser íntegros y decir que tenemos que crecer en lo que realmente somos para nunca olvidarnos de la presencia amorosa de Dios en nuestra vida.

Pidámosle al Señor que nuestro corazón sienta esa necesidad de estar siempre fieles a lo que él nos ha regalado y buscando siempre construir esa ciudad celestial y nos esforcemos a entregar lo mejor de nosotros.

(Víctor Lara Martínez)