A diferencia de la diplomacia tradicional que finca su poder en la economía o en el poder militar, la cultura es un poder suave de la diplomacia para generar diálogo entre los países y fomentar la paz y armonía entre los pueblos, dijo ayer el director de Cultura del municipio, Irving Berlín Villafaña, al participar en el Coloquio Internacional de Diplomacia Cultural para las Ciudades como parte del Mérida Fest, en el marco del 478 aniversario de la fundación de la capital yucateca.
El funcionario participó en la mesa panel “La comida, la música y las artes como instrumentos diplomáticos”, con Omar Rincón, de la Universidad de los Andes, Colombia; Gloria López Morales, del Observatorio Cultura Gastronómica, y Eduardo Seijo Solís, director de Desarrollo Económico y Turismo del Ayuntamiento.
Expuso que a veces las embajadas organizan fiestas y comidas, y definen de manera tradicional a la comida como un ente individual, cuando en realidad no lo es, ya que la comida es quién la come, cómo se cocina, quiénes son los que la elaboran o cómo cultivan sus ingredientes, de tal manera que la riqueza cultural no está solamente en la receta, sino también en todo ese proceso y los elementos que la conforman.
Diplomacia a favor de la paz
La comida es una cultura que muestra sus sabores a otra cultura –continuó–, y esto a la larga produce una diplomacia a favor de la paz, porque cuando dos pueblos comparten lo que les gusta no tienen conflictos y, en ese sentido, la diplomacia es el último elemento que puede quedar cuando hay zonas de conflicto.
Berlín Villafaña hizo notar que en países en conflicto o gobernadas por dictaduras, se ha demostrado que la cultura es lo primero que llega a un país y es lo último que se va, por lo tanto la cultura puede servir de mediador entre la política económica y la militar, porque hay simpatía del pueblo y esa simpatía hace que los políticos guarden el respeto hacia lo otro.
Reiteró que en ese sentido, se ha comprobado que la cultura puede servir de diálogo entre los pueblos y depende del mensaje que se quiera dar con los otros.
“La cultura tiene mucho potencial para acercar a las poblaciones, para juntarlas y hacer que dialoguen y eso después genera una corriente de simpatía que hace que la gente esté contra las guerras”, estableció.
Puntualizó que los poderes de la diplomacia tradicional son, o la economía o el poder militar; son los poderes duros, y la nueva tendencia es considerar que haya un poder suave que es la cultura, como forma de diálogo entre la gente para ayudar a que la sociedad le vaya mejor.
Cocina del pueblo
A su vez, Gloria López Morales, quien fue la responsable de dirigir el proceso para que la Unesco reconociera a la cocina mexicana como patrimonio inmaterial, dijo que la cocina mexicana tiene que dialogar con su personalidad, con el mundo, porque el mundo francés, el italiano y europeo en general ve la comida en forma sofisticada con el vaso de champaña y otros elementos, mientras que la mexicana es del pueblo que no come con champaña, con tenedor, que se hace en el pueblo y su riqueza está justamente en el extremo contrario de las culturas europeas.
“La cocina mexicana, que tiene que ver con los chapulines, frijoles, chiles, tiene una herencia muy antigua, y por eso la Unesco reconoció su diversidad y la integración de todas esas culturas en una personalidad.
En ese tenor, Berlín Villafaña señaló que los mayas eran hijos del maíz y eso quiere decir que tenían recetas, vasos, cerámica, objetos, leyendas, es más, el Popol Vuh es el libro sagrado de los hijos del maíz, y este grano es estética, música, comida, tecnología, economía y un montón de cosas al mismo tiempo. Entonces, las culturas se deben ver como varias cosas integradas y esa integración la dialoga con pueblos de otras partes del mundo.
(Rafael Mis Cobá)